El de renta per cápita es uno de esos conceptos que muchos políticos y economistas repiten sin cesar para justificar determinadas decisiones económicas en un país. No obstante, hay mucha gente que, cuando lo escucha o lo lee en los medios, se queda fría, pues no sabe a qué hace referencia. Y eso es lo que vamos a desentrañar aquí.
El concepto de renta per cápita procede del latín, pues de hecho todavía se mantiene su dicción en esta lengua muerta. Literalmente significa “ingresos por cabeza”, es decir, por persona, de modo que su definición consiste en la cantidad de renta disponible que tenemos cada uno de nosotros al año. Pero lo paradójico es que es un concepto macroeconómico, no micro.
Esto supone que se utiliza para medir a gran escala la situación económica de un lugar, concretamente de un país. Es decir, se calcula la renta media por cabeza de los ciudadanos y ese indicador se utiliza para medir la salud de dicho estado, puesto que se considera que es un indicador que refleja el crecimiento real de un país y la fuerza laboral. Asimismo, también señala las condiciones de bienestar social de ese lugar, pues estas serán mayores si los ciudadanos tienen unos ingresos medios suficientes.
¿Cómo se mide?
De este modo, ya sabemos qué es lo que indica la renta per cápita, pero vamos a ver cómo se llega a esa media que tanto dice. Y la fórmula es bastante sencilla (a priori). Para determinarlo, se divide el Producto Interior Bruto (PIB) de un país entre su número de habitantes. Es decir, se divide todo lo que produce dicho país entre el número de personas que viven en él. Por ello, muchos lo llaman PIB per cápita.
En España, por ejemplo, la renta per cápita es 24.998 euros al año. Una cantidad que, a priori, no parece muy exigua. Pero, ¿hasta qué punto es verdad? Una de las principales críticas a este indicador es que, cuando se trata de un país con malas condiciones económicas para sus habitantes (países subdesarrollados), sí que refleja esa situación de los ciudadanos. Sin embargo, a medida que la renta per cápita aumenta, su correlación con la calidad de vida de las personas decrece.
En nuestro país, por ejemplo, a pesar de que la media general es de casi 25.000 euros anuales, las diferencias entre unas regiones y otras son considerables. Por ejemplo, Madrid es la comunidad más rica, con 32.800 euros anuales, según Eurostat, mientras que Extremadura, por el contrario, es la más pobre, con 16.600 euros.
Por ello, conviene no tomar la parte por el todo en el caso de la renta per cápita, pues ofrece más bien una visión general de dónde se sitúa el país, de sus condiciones de desarrollo mínimas. Porque luego las desigualdades dentro de él son notorias. De hecho, esa es otra de las críticas más comunes, ya que el PIB per cápita no refleja esas diferencias, al atribuirse el mismo nivel de renta a todos los ciudadanos. Por ello, muchos expertos creen que para saber la riqueza de los ciudadanos son más apropiados el coeficiente de Gini o el índice de Atkinson.
Por el momento, este indicador es el estándar y, como tal, vamos a seguir escuchando hablar de él muy a menudo. Pero ahora, ya sabemos en qué consiste.