En un entorno de incertidumbre económica y financiera, existe una tendencia por parte de un porcentaje importante de inversores a mover parte de su dinero hacia activos que les protejan de los vaivenes del mercado.
Históricamente, en los periodos de mayor tensión en los mercados financieros, la búsqueda de esa protección del capital pasa por un traslado de dinero del mercado de renta variable hacia el mercado de renta fija.
En este artículo vamos a tratar de explicar un poco mejor y en profundidad cómo funciona el mercado de renta fija, debido al mayor desconocimiento que suele haber respecto al mismo por parte del inversor minorista, así como ciertas ideas erróneas que se tienen acerca de dicho mercado.
EL MERCADO DE RENTA FIJA
El mercado de renta fija tiene como misión fundamental favorecer la financiación e inversión a medio y largo plazo tanto de empresas como de administraciones públicas. Aquí tenemos una primera diferencia, la que separa la renta fija privada (empresas) de la pública (entes públicos).
El producto financiero por excelencia en el mercado de renta fija se denomina bono. Así, un bono es un producto del que ya conocemos al comprarlo la rentabilidad periódica (denominada cupón) que vamos a obtener durante su periodo de vida.
Si nosotros como inversores compramos, por ejemplo, 12.000€ en bonos del gobierno con vencimiento a tres años con un cupón del 4%, esto quiere decir que cada uno de los cuatro años recibiremos un pago anual de 480€ y en el cuarto año, además del cupón correspondiente, se nos devolverán los 12.000€ invertidos.
El principal atractivo de la renta fija para el inversor minorista reside en la menor volatilidad del mercado frente a la renta variable, lo que le permite diversificar su cartera de inversión y protegerse frente al riesgo del mercado.
Otra de las ventajas que presenta la renta fija frente a la renta variable es que el riesgo de impago por parte del emisor es más bajo, dado que no sucede todos los días el que un estado o una gran empresa quiebren. Pero en caso de que dicha quiebra suceda, los tenedores de bonos tendrán derecho a cobrar antes que los accionistas, los cuales se sitúan en último lugar en el orden de cobro.
A pesar de ser los últimos que recuperarían su dinero en caso de quiebra, en ocasiones un inversor prefiere ser accionista y no bonista, con la esperanza de obtener mayor rentabilidad.
Aun así, para protegernos de un eventual riesgo de impago, es necesario analizar qué probabilidades hay de que eso ocurra. No es lo mismo, evidentemente, adquirir bonos alemanes que griegos, ni bonos de una gran empresa que los de otra que está atravesando serias dificultades económicas y necesita dinero para subsistir. Por ello, es fundamental estudiar el rating o calidad crediticia del emisor de los bonos.
A pesar de que la renta fija es una de las maneras que tenemos a la hora de proteger las carteras de inversión en los momentos de incertidumbre o de caídas en los mercados de renta variable, como hemos dicho no es un activo exento de riesgo. No son pocos los que creen que la renta fija es, como su propio nombre indica, “fija”. Pero no es así: invirtiendo en renta fija podemos perder dinero si vendemos los bonos antes de su vencimiento. Además, en caso de que el emisor de los bonos realice un impago, podemos vernos afectados por una quita.
La evolución del precio de los bonos de renta fija está directamente relacionado con la evolución de los tipos de interés, teniendo ambos una relación inversa. Así, si existe una subida de los tipos de interés el precio de nuestros bonos disminuirá, y si los tipos de interés bajan, el precio de nuestros bonos aumentará. Esto lo podemos ver claramente con un ejemplo.
Supongamos un bono con las siguientes características:
– Cupón fijo anual del 4%
– Vencimiento, 3 años
– TIR (interés) 4 %
– Precio entero: 100
Mediante la fórmula tradicional de valoración de un bono podemos analizar cómo se comporta su precio ante variaciones del interés (TIR).
Si el interés del bono sube del 4 al 5%:
4x (1-(1,05)^(-3)/ 0,05 ) + 100x (1,05)^(-3) = 97,277
Ante una subida del tipo de interés del 4 al 5%, el precio del bono pasa de 100 a 97,227, es decir, cae un 2,77%.
Si el interés del bono baja del 4 al 3,5%:
4x (1-(1,035)^(-3)/0,035) + 100 x (1,035)^(-3) = 101,401
Ante una bajada del interés del 4 al 3,5%, el precio del bono pasa de 100 a 101,401, es decir, sube un 1,4%.
Esta es la teoría, pero ¿por qué ocurre de este modo? Es muy sencillo. Si yo tengo comprado un bono que me está dando una rentabilidad del 4% y en algún momento los tipos de interés suben y un bono similar ofrece un 5%, ¿qué ocurrirá si yo quiero venderlo? Claramente, que nadie querrá comprármelo por esos 100€.
Para evitar lo anterior, lo que tendríamos que hacer es mantener nuestros bonos en cartera hasta su vencimiento. Si nos deshacemos de nuestros bonos antes de su fecha de vencimiento, corremos el riesgo de perder parte de nuestro dinero en el mercado debido a una hipotética subida de tipos de interés (aunque también podríamos ganar si los tipos de interés bajan). Esa subida de tipos afectará más a los bonos de mayor vencimiento, ya que son los que presentan mayor sensibilidad ante una variación de los tipos de interés.
Vemos, pues, que la renta fija no sólo puede ser un tipo de activo interesante en momentos de incertidumbre en los mercados, sino que también es un activo válido para aquellos inversores con perfiles de riesgo más conservadores, ya que el riesgo asumido, en general, es mucho menor que en la renta variable.