La Unión Europea promueve el ahorro y la eficiencia energética a través de la Directiva Marco 2010/30/UE, de 19 de mayo de 2010, que los países miembros transponen a su legislación. Esta directiva se ha desarrollado en diversos reglamentos que establecen la información que los fabricantes deben proporcionar a los consumidores sobre diversos electrodomésticos.
La información, además, debe ser suministrada de una forma clara y homogénea al consumidor, basada en unos parámetros establecidos, para lo cual se han creado las etiquetas energéticas que podemos ver desde hace unos años en aparatos como lavadoras, lavavajillas, aspiradoras o equipos de aire acondicionado.
Qué es la etiqueta energética
La etiqueta energética es una etiqueta que obligatoriamente deben llevar algunos aparatos. Además, también existe desde 2013 un certificado de eficiencia energética para los hogares.
La etiqueta se compone de uno o varios parámetros, cada uno de los cuales valora en una escala que va desde la A (más eficiente) hasta la G (menos eficiente). Dentro de la A puede haber incluso varios niveles adicionales, que indicarían incluso más eficiencia: A+, A++ y A+++.
Para qué sirve
Con ella, el consumidor puede comparar de manera sencilla dos electrodomésticos, sin tener que fiarse de la publicidad ni estar tampoco obligado a poseer amplios conocimientos sobre ese tipo de aparatos.
Por ejemplo, si cogemos la etiqueta energética de una aspiradora, vemos que nos informa de:
- Su eficiencia energética (en este caso, la A que aparece en negro en la esquina superior derecha).
- El consumo en KWh/año (para un uso medio de 50 veces al año).
- Los decibelios de ruido que emite.
- Su eficacia en la limpieza de suelos duros.
- Su eficacia en la limpieza de alfombras.
- El nivel de reemisión de polvo al ambiente.
Todos estos parámetros se evalúan en base a unos test establecidos en el propio reglamento, de manera que son valoraciones objetivas. De esta manera, resulta relativamente sencillo para el consumidor comparar dos aparatos en función de las valoraciones que aparecen en las etiquetas energéticas.
En el caso de la calificación energética de las viviendas, también va desde la A hasta la G, y es obligación de los propietarios obtener esta calificación (por lo que, si eres el inquilino, puedes pedirle al propietario este certificado). Habitualmente, la mayoría de las viviendas se ubican entre las letras D y E, siendo las A las más eficientes y las G las menos.
Cómo ayuda a ahorrar la etiqueta energética
Como imaginarás, disponer de un hogar energéticamente eficiente, o poseer electrodomésticos más eficientes te puede ayudar a ahorrar en tu hogar de manera notable. Existe una gran preocupación por la factura eléctrica, que parece estar siempre al alza, y por ello vamos a ver algunos datos que te pueden ayudar en tus decisiones:
- El equipamiento que utiliza una mayor cantidad de energía en los hogares es la climatización (casi la mitad de la demanda total), seguida de los electrodomésticos y del agua caliente sanitaria (un 20% cada uno de ellos).
- En cuanto a los electrodomésticos, el que más consume es el frigorífico (ya que es el que más tiempo está funcionando), con un 30% del gasto imputable a los electrodomésticos, seguido por televisores, lavadoras y el famoso stand by (la costumbre que tenemos de apagar simplemente con el mando a distancia supone un consumo de aproximadamente el 10%).
Además de cambiar nuestros hábitos para luchar contra la factura de la luz, el ahorro entre elegir los electrodomésticos más
eficientes energéticamente o escoger los menos dotados puede ser notable.
Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), este ahorro puede suponer una media de 800 euros, mientras que la Agencia Andaluza de la Energía calcula un ahorro de entre 500 y 1.000 euros si se escoge un frigorífico A+++ en lugar de uno de clase D.
Para cada tipo de electrodoméstico, existe un consumo medio. Si el 100% se establece en la clase D, para poder considerado de clase A, el consumo debe estar entre el 40% y el 50% del D, y para ser A+++, debe ser inferior al 20% de la clase D.
Esto significa que, si un frigorífico clase D consume 657 kWh al año, el A+++ no debe superar los 131,4 kWh. Esto, traducido a euros, significa un ahorro de unos 68 euros anuales.
Para cada tipo de electrodoméstico, podríamos hacer un cálculo similar, de manera que el ahorro mensual puede ser considerable.
En el caso de la eficiencia energética del hogar, influyen también aspectos como la superficie, la orientación, los materiales de construcción utilizados, las puertas y ventanas, las instalaciones térmicas, etcétera.
Si tenemos en cuenta, como hemos señalado anteriormente, que la climatización supone un gran porcentaje del gasto de ser notable.
Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), este ahorro puede suponer una media de 800 euros, mientras que la Agencia Andaluza de la Energía calcula un ahorro de entre 500 y 1.000 euros si se escoge un frigorífico A+++ en lugar de uno de clase D.
Para cada tipo de electrodoméstico, existe un consumo medio. Si el 100% se establece en la clase D, para poder considerado de clase A, el consumo debe estar entre el 40% y el 50% del D, y para ser A+++, debe ser inferior al 20% de la clase D.
Esto significa que, si un frigorífico clase D consume 657 kWh al año, el A+++ no debe superar los 131,4 kWh. Esto, traducido a euros, significa un ahorro de unos 68 euros anuales.
Para cada tipo de electrodoméstico, podríamos hacer un cálculo similar, de manera que el ahorro mensual puede ser considerable.
En el caso de la eficiencia energética del hogar, influyen también aspectos como la superficie, la orientación, los materiales de construcción utilizados, las puertas y ventanas, las instalaciones térmicas, etcétera.
Si tenemos en cuenta, como hemos señalado anteriormente, que la climatización supone un gran porcentaje del gasto de energía de un hogar, elegir una vivienda con una calificación energética alta puede conllevar un gran ahorro.
Así, por ejemplo, una vivienda calificada con la G tendría un gasto superior a 1.500 euros anuales en climatización, mientras que otra con la B vería su factura reducida a poco más de 700, y una con la B se quedaría por debajo de los 300.
Y todo ello, sin hablar de la ecología, ya que, además de un menor consumo energético, también estaríamos contribuyendo a una menor contaminación de nuestro planeta.