De olvidadas, de ser consideradas vestigio del pasado a ganar en pujanza en los años más duros de crisis. Los Montes de Piedad han vuelto a la actualidad. De la mano de la labor social de las Cajas de Ahorro han solucionado muchos problemas gracias a los préstamos prendarios, aquellos que se conceden dejando en garantía (prenda), un bien, generalmente joyas, y a tipos de interés más asequibles.
Todo ello pone en actualidad unas entidades que han dado origen a buena parte de nuestras entidades financieras. Detrás de Caixabank, Bankia, Ibercaja Banco o Unicaja, entre muchas otras, están los Montes de Piedad, embrión de las Cajas de Ahorro, pero también indirectamente germen de buena parte del desarrollo bancario de España.
Más de tres siglos de historia
El origen de los Montes de Piedad no es español. El Padre Piquer, el gran impulsor de su desarrollo en España con la creación del Monte de Piedad de Madrid, importó este tipo de negocio de Italia (Monte di Pietà). El origen eclesiástico del mismo sí se repitió en la mayoría de estas organizaciones (también conocidas como montepíos), que procuraban intereses adecuados en un momento en el que la usura se imponía en casi todas las operaciones de préstamo.
A medida que evolucionaba el país económicamente, crecía una pequeña pero incipiente clase trabajadora y se perdían las subvenciones que aportaban fondos para su funcionamiento (reales, estatales o eclesiásticas), los Montes de Piedad entraron en crisis. No había capital suficiente e incluso muchos de sus trabajadores dejaron de cobrar sus sueldos.
Con todo ello, se necesitaba una nueva fuente de fondos y esta no era otra que captar ahorro. Con ello, nacieron las Cajas de Ahorro a la sombra de estas entidades, y con ellas la bancarización de buena parte de la sociedad española. Así, se promulga la histórica Ley de 29 de junio de 1880, que confirma el carácter benéfico y añade el protectorado oficial sobre las Cajas, insistiendo en que el Gobierno promoverá por cuantos medios estén a su alcance la instalación de Cajas de Ahorro y Montes de Piedad en las capitales y poblaciones más importantes donde no existan. Se abre un largo y fructífero período de cuarenta años de nuevas fundaciones y de bancarización.
Con el acceso a préstamos concedidos por las Cajas de Ahorro, el préstamo prendario de los Montes de Piedad empezó a ser una parte cada vez más marginal de su negocio, pero que de forma recurrente siempre ha ayudado a las clases más desfavorecidas. Por ejemplo, durante la Segunda República y por el Decreto de Estatuto de las Cajas Generales de Ahorro Popular, llamado a modernizar a las Cajas españolas, se establecieron de forma muy clara las bases del doble perfil benéfico-social y financiero consustancial a ellas.
Durante las décadas siguientes, los Montes de Piedad prolongan en el tiempo su ejemplar protagonismo social, siendo prácticamente el único acceso al crédito para la mayor parte de la población española.
Los Montes de Piedad hoy
Aunque su número se ha reducido enormemente (de los 50 que había antes del arranque de siglo quedan hoy poco más de una docena), su función sigue siendo muy activa. Esto se produce porque muchos de estos Montes de Piedad, que sólo funcionaban en la ciudad o comunidad autónoma de origen, se han expandido a otros lugares. Su función sí que se centra en créditos rápidos, de bajo importe pero que dan acceso a fondos que no se conseguirían de otra forma o lo harían con productos más perjudiciales para el cliente, como son, por ejemplo, los créditos rápidos.
Con todo ello, aunque su peso sea marginal, su funcionamiento siempre conexo a la obra social de las antiguas Cajas de Ahorro seguirá por mucho tiempo como una alternativa más justa al empeño de bienes con una mayor transparencia para el cliente.