El contexto de bajos tipos de interés y el cambio en el modelo de negocio hará que también 2017 sea un año complicado para los bancos.
Sin embargo, este podría ser un año de transición en el que seguir avanzando en la digitalización y en el que se podría empezar a hablar de subida de tipos de cara al 2018.
También es previsible que haya movimientos corporativos que reducirán el número de entidades, entre los cuales tienen bastantes papeletas para formar parte de él BMN (posible fusión con Bankia), Liberbank, salidas a Bolsa Ibercaja y Unicaja y en Banco Popular ya sea a través de una OPA, una ampliación de capital o una escisión de su negocio inmobiliario.
Para los bancos con presencia internacional la volatilidad del mercado de divisas les traerá sorpresas ya sean positivas o negativas. Prestarán especial atención al tipo de cambio del real brasileño (BBVA y SAN), la libra esterlina (SAB y SAN), la lira turca (BBVA) y el dólar (SAN y BBVA).
Dentro del mercado doméstico los bajos márgenes de intereses podrán verse compensados por la recuperación económica, por las expectativas de incremento de volumen del crédito y por la menor morosidad especialmente la ligada al sector inmobiliario, donde los precios se están recuperando.
Expectativas sobre tipos de interés
Salvo sorpresa mayúscula, en 2017 el BCE no va a subir los tipos de interés. Lo que está barajando ahora mismo el mercado es que a partir de diciembre se comiencen a retirar estímulos progresivamente y que sea a mediados de ese año cuando se abra un debate de cara a una subida de tipos.
Aunque las expectativas de inflación están subiendo, el BCE no quiere lanzar campanas al vuelo y lo achaca por el momento a factores concretos como la subida del precio del petróleo. Su presidente Mario Draghi echa balones fuera cuando se le pregunta por una normalización de la política monetaria y por el momento no quiere ni oír hablar de subidas de tipos.
No querrá cometer el mismo error que su predecesor Trichet, que subió tipos de manera precipitada en 2009 en cuanto vio que los datos macro acompañaban. Más tarde, la crisis de deuda europea demostró que ese movimiento fue contraproducente.
Transformación digital
En materia de digitalización los bancos seguirán avanzando. Estos cambios irán desde la actualización de apps hasta un esfuerzo por dar formación a clientes a través de herramientas como blogs y webinars. Además, se están dando pasos agigantados en nuevos medios de pago electrónicos y en lo que se denomina el “alta a distancia” (Self Bank fue pionera en este aspecto al lanzar Self Now), que permite darse de alta como cliente desde casa a través de una webcam o incluso con la cámara del teléfono móvil. Por último, se está reforzando el servicio multicanal mediante el cual el cliente se comunica con su banco mediante redes sociales, email o chat.
Cada vez son más los clientes que llevan años sin pisar una sucursal y contactan con su banco exclusivamente a través de internet. Además de que los clientes actuales están cambiando sus hábitos, el gran reto de la banca es posicionarse ante la llegada a la edad adulta de las próximas generaciones, a las que la vista a la oficina les parece algo propio de la prehistoria.
España ha pasado de tener 43.000 oficinas en 2010 a menos de 30.000 en la actualidad. Esta tendencia se verá reforzada por las previsibles operaciones de integración que veremos en 2017 o 2018.
Dentro de este proceso de digitalización los bancos tradicionales ven una amenaza en las fintech y los gigantes tecnológicos bautizados como los GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon), que están haciendo un guiño a los servicios financieros y están dispuestos a quitarles cuota de mercado a los bancos. Esto es posible gracias a su incursión en los medios de pago o al intercambio de dinero entre usuarios, que se ve reforzado por el alto volumen de información que manejan.
Regulación
Los bancos deberán adaptarse a dos cambios regulatorios próximamente: llegada de Basilea III, que trata de reducir riesgos en el sistema exigiéndoles mayores ratios de solvencia y la instauración de otro cambio que afectará a la manera de comercializar productos: MiFid II.
Ambos podrían perjudicar los resultados de la banca en años venideros. La nueva regulación les exige un mayor control de sus ratios de capital, lo que les impide llevar a cabo prácticas más arriesgadas que antaño les reportaron jugosos beneficios.
Del lado de la comercialización de productos, también podrían ver reducido su negocio ya que MiFid evita que se vendan determinados productos a clientes no aptos, y no busca tanto reducir las comisiones sino ser más transparentes a la hora de decirle al cliente cuánto gana el banco con esos productos.
MiFid II afectará, por ejemplo, a la oferta de productos estructurados como fondos garantizados, que es muy rentable para los bancos por las altas comisiones implícitas que acarrean. Los bancos que no lo tengan deberán ir a un modelo de arquitectura abierta en el que ofrecerán fondos de inversión de gestoras diferentes a las del propio banco.