Una de las mayores vulnerabilidades a las que se enfrentan los inversores a la hora de actuar en los mercados financieros son aquellas que se derivan del suceso de acontecimientos inesperados (normalmente negativos) que ningún analista fue capaz de predecir en su momento.
Este tipo de sucesos que se caracterizan porque su probabilidad de materialización es muy reducida, casi imposible, y cuando suceden cogen a todo el mundo de improviso, lo que supone para la gran mayoría de los inversores no tener capacidad de reacción.
El concepto de Cisne Negro fue creado por el estadístico y escritor Nassim Nicholas Taleb, y coge el nombre de la percepción que existía en el mundo occidental en el S.XVI sobre el color de los cisnes. Siempre se había creído que los cisnes eran de color blanco, hasta que unos exploradores holandeses descubrieron en Australia una especie de color negro, un hecho desconocido que cambió la percepción que se tenía sobre el asunto hasta el momento.
La teoría del cisne negro basa su explicación en el impacto que tiene la incertidumbre sobre nuestras vidas y sobre aquello que conocemos. Trasladado al ámbito de las finanzas, los cisnes negros son aquellos hechos improbables (y que la gran mayoría de las veces ni siquiera la posibilidad de que sucedan son tenidos en cuenta por los analistas financieros) que acaban sucediendo.
Ejemplos de cisnes negros en el mundo financiero tenemos muchos, sin ir más lejos la caída de Lehman Brothers, que supuso el descalabro de la economía mundial, el crack de la bolsa de Nueva York en 1929, o los atentados del 11-S.
Según Taleb, para que un determinado suceso pueda ser definido como cisne negro, debe cumplir fundamentalmente con tres características principales:
- Debe ser un hecho altamente improbable de materializarse, dado que si existiesen probabilidades importantes de que ocurriese los agentes financieros se protegerían frente a tal posibilidad y no cogería por sorpresa al mercado.
- Debe tener consecuencias graves. El impacto de los cisnes negros es desproporcionado en relación a la probabilidad de que este suceda.
- Capacidad de racionalización. El suceso debe ser racionalizado posteriormente por los expertos, tratando de buscar una explicación.
Ante estos eventos, cabe preguntarse cómo debe actuar un inversor minorista para no verse afectado por el impacto de un cisne negro. Como es evidente, nadie se puede proteger al 100% de un evento inesperado, porque de poder hacerlo, sería previsible y por lo tanto no sería un cisne negro.
La mejor forma de tratar de aminorar el impacto negativo de este tipo de sucesos sobre nuestra cartera es diversificarla y adoptar una exposición conservadora hacia el mercado, lo que supondría renunciar a algo de rentabilidad para tratar de preservar capital.