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Las finanzas en la RAE: los términos financieros también siguen las normas ortográficas

Por estos lares predominan los términos económicos. Los miles de artículos que alberga este blog de Singular Bank pretenden acercar el ahorro y la inversión al lector, intentado demostrar, además, que las finanzas no tienen que ser aburridas. Y sin olvidar que el español es nuestro lenguaje común, nuestro mensaje no sería posible sin sus normas. En el siguiente post hablamos de las finanzas en la RAE.

De acuerdo, un artículo económico escrito de cualquier manera es capaz de transmitir un concepto. Pero igual que exigimos rigor en los datos y en las fuentes, deberíamos preocuparnos por la forma de expresarnos, porque un texto excelente puede quedar deslucido si las palabras utilizadas son inexactas o, peor aún, si está salpicado de incorrecciones lingüísticas.

Cierto es que el inglés domina la actualidad económica. Hoy en día, para estar informado de economía son relevantes los hechos acontecidos, publicados en una fuente fiable, sin importar tanto el idioma empleado. Sin embargo, aunque una lectura diagonal, sea en español, inglés o cualquier otra lengua, nos permita asimilar el mensaje, errores ortográficos o gramaticales denotan una falta de cuidado impropia de un texto preciso, como debería ser el financiero.

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Los errores ortográficos más comunes en finanzas: minúscula, mayúscula y plural

¿Mayúscula o minúscula? ¡Qué pesadilla!

El selectivo español, el principal índice de la bolsa de nuestro país, es probablemente el término que más varía su escritura en las diferentes fuentes. El acrónimo correcto de Iberia Index es «IBEX 35».

Casi a diario miramos la evolución de los tipos de interés. El «euríbor» —en minúscula y con tilde— es la referencia para muchos aspectos y un viejo conocido en los préstamos hipotecarios. Junto con el «euríbor», son frecuentes los errores en la grafía de «eurozona» y «Eurogrupo»; la primera se escribe en minúscula, al igual que «zona euro» y, sin embargo, la segunda empieza en mayúscula. Además, cuando escribimos «espacio Schengen», la «e» de «espacio» va siempre en minúscula.

Otra duda frecuente surge con el «ebitda» o el resultado del negocio principal de una empresa. Sí, esa es la ortografía correcta para «earnings before interest, taxes, depreciation and amortization» y su género es masculino.

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La forma correcta de los acrónimos también causa confusión. La norma general es que si está formado por más de cuatro letras y es un nombre propio debe escribirse en minúscula, con la primera letra en mayúscula. Aquí el ejemplo más claro es «Unesco», pero también «Unicef», «Mercosur»,«Eonia» o «Ester».

Existe más permisibilidad con las siglas del «Grupo de los 20». Aunque debe escribirse con guion «G-20», también es válido sin él: «G20», «G8» o «G5». Eso sí, nunca lleva puntos intercalados.

IRPF, IVA o ITP son impuestos de sobra conocidos. ¿Pero esas siglas se corresponden con palabras con mayúscula o minúscula inicial? Según la Ortografía de la lengua española si se escribe el nombre completo de los impuestos debe hacerse en minúsculas: «impuesto sobre la renta de las personas físicas», «impuesto sobre el valor añadido» o «impuesto sobre transmisiones patrimoniales», por ejemplo. Y al referirse a un impuesto, su género es siempre masculino («el IRPF», «el IVA» o «el ITP»).

Nos hemos referido antes al mercado de valores; pues bien, «bolsa» se escribe en minúscula cuando se refiere a dicho mercado de forma general o a su cotización. Por ejemplo, «la bolsa sigue creciendo» o «la bolsa ya se ha resentido». Y se escribe en mayúscula inicial en caso de que sea una institución concreta, por ejemplo, «la Bolsa de Madrid» o «la Bolsa de Tokio».

Los cargos de las empresas y los departamentos también dan lugar a dudas. Las normas ortográficas determinan que los cargos se escriben en minúscula y el nombre del área o departamento con mayúscula inicial. Por ejemplo, «responsable de Finanzas» o «director de Recursos Humanos».

La denominación de la salida de Reino Unido de la Unión Europea o «Britain exit» se sintetizó en el conocidísimo «bréxit», «Brexit» o «brexit». Las tres anteriores son alternativas válidas para este fenómeno que tanto hemos tratado en textos económicos.

Para finalizar este apartado, no hay más remedio que mencionar el término más utilizado durante los meses —años— de pandemia. La enfermedad causada por el coronavirus puede redactarse entera en mayúscula o minúscula: «COVID-19» o «covid-19» y es una palabra femenina.

Maldito plural que me hace errar

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Un término relacionado con el sector bancario que da lugar a error es «caja de ahorros» (en singular) y «cajas de ahorros»: la palabra «ahorros» siempre va en plural.

Las siglas, muy frecuentes en artículos financieros, también generan dudas al formarse su plural. Aunque su pronunciación sea plural, por ejemplo, /los e te efes/, su escritura correcta es en singular («los ETF»), es decir, las siglas en su forma escrita no tienen plural.

Sin embargo, hay palabras como «pyme» —que procede de las iniciales de pequeña y mediana empresa— que se utilizan como un nombre común y, por tanto, se escriben en minúscula. En el caso de «pyme», su plural es «pymes». Ocurre exactamente igual con «opa» y «opas».

De forma similar, las palabras hispanizadas, como «bróker», añaden tilde, se escriben en minúscula, en redonda y su plural sigue las reglas ortográficas españolas. De este modo, el plural de «bróker» es «brókeres» y admite ambos géneros. O «bitcóin» y «bitcoines» (en español) y si se escriben en inglés («bitcoin» y «bitcoins») debe hacerse en cursiva.

Anglicismos innecesarios y necesarios en economía

ESPAÑOL INGLÉS

Los extranjerismos son el eterno dilema del redactor de textos económicos. Existe traducción, pero estamos tan acostumbrados al término en inglés que no nos atrevemos a usar nuestro idioma.

Lo correcto es traducirlos al español cuando haya una forma que sea habitualmente utilizada. Aunque justo aquí viene la disyuntiva. Porque para quien está acostumbrado a leer de finanzas la palabra anglosajona puede resultar más frecuente que su traducción.

Hay cientos, pero veremos los que más aparecen. Algunos, anglicismos innecesarios y otros que, teniendo una traducción aceptada, esta suena demasiado forzada y se sigue utilizando el inglés:

Anglicismos innecesarios

Commodities (materias primas), green new deal (nuevo pacto verde), rating (calificación), benchmark (índice) stakeholders (grupos de interés), cash flow (flujo de caja), business plan (plan de negocio), crowdfunding (microfinanciación), portfolio (cartera), AI (IA, siglas de inteligencia artificial), venture capital (capital riesgo) o private equity (capital inversión), entre otros.

¿Anglicismos necesarios?

Desde 2020, «las empresas propósito para adquisiciones» son cada vez más frecuentes para salir a cotizar en los mercados. Nos referimos a las SPAC y parece que este acrónimo seguirá siendo el más utilizado («special purpose acquisition company»). No es una excepción:

Swap (permuta financiera), joint venture (filial conjunta), warrant, hedge fund (fondo de cobertura), start-up (empresa emergente), asset allocation (asignación de activos), rally (repunte), split (desdoblamiento), trading (operaciones bursátiles), machine learning (aprendizaje automático), deep learning (aprendizaje profundo), big data (macrodatos), CEO y otras siglas de directivos, entre otros.

Estos son algunos de los casos en los que los editores de textos económicos hemos tenido que recurrir a la RAE y a la FundéuRAE para comprobar cómo es la escritura correcta o recomendada. Pero no son los únicos y, con toda probabilidad, aparecerán nuevos términos que nos harán dudar.

La operativa con productos cotizados está dirigida a inversores que deben tener experiencia y conocimientos financieros suficientes para invertir en ellos. La inversión en estos productos requiere una vigilancia constante de la posición ya que comportan un alto riesgo y se puede perder el 100% del capital invertido.

Antes de efectuar cualquier contratación, es recomendable informarse legal, regulatoria y fiscalmente sobre las consecuencias de una inversión. 

Las decisiones que cada inversor adopte, tanto de inversión como de nivel de delegación y asesoramiento, son su responsabilidad. 

Rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras. 

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