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La transición del LIBOR al SOFR ¿Qué cambia?

El LIBOR o London Interbank Offered Rate, es el índice más utilizado para los tipos de interés a corto plazo, pero está a punto de desaparecer. Lo hará a finales de 2022 y todas las empresas financieras que lo utilizaban como referencia han de buscarse una alternativa. No será tarea fácil. ¿Cómo afecta a los inversores? Su sustituto, el SOFR, o Secured Overnight Funding Rate, ya está aquí, pero el cambio sigue siendo complicado, especialmente porque según Morgan Stanley Research, podría haber préstamos, deuda corporativa y otras clases de activos asociados al LIBOR valorados entre 200 y 300 billones de dólares, que tendrían que reclasificarse. 

¿Por qué desaparece el LIBOR?

El LIBOR desaparece porque la metodología para calcularlo no ha cambiado, a pesar de que los mercados financieros han crecido en tamaño y complejidad. Desde un punto de vista técnico, el panel de bancos que participaba con sus datos en la elaboración del LIBOR se redujo durante la crisis financiera de 2008. A partir de ese momento, no solo hay menos bancos (ahora son entre 11 y 16 bancos), sino que hay muchas menos transacciones y, por tanto, ha perdido representatividad: el resultado ya no reflejaba la realidad del mercado.

Además, ha habido algunos escándalos relacionados con la posible manipulación de algunos de los índices IBOR (Interbank Offered Rate) y se han identificado ineficiencias que comprometían su integridad. Así, diferentes organismos internacionales como la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés), la International Organization of Securities Commissions (IOSCO), el Financial Stability Board (FSB) y el Banco Central Europeo, propusieron reformar estos índices para que fueran más fiables.

El resultado son toda una familia de nuevos indicadores propuestos por distintos comités: SOFR en EE.UU., SONIA en Gran Bretaña, TONA en Japón, ESTER en Europa, CORRA en Canadá, SARON en Suiza, RBA Cash Rate en Australia o el HONIA en Hong Kong.

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Grandes diferencias entre los LIBOR y los nuevos indicadores

Si bien es cierto que, por ejemplo, el LIBOR y el SOFR reflejan los costes de prestarse dinero a corto plazo, hay diferencias claras entre uno y otro. El SOFR se crea partir de datos de transacciones realizadas, frente a las transacciones esperadas, como sucedía antes de la modificación en el LIBOR.

Los SOFR son exclusivamente tasas diarias y no incorporan un componente de riesgo corporativo como los LIBOR (basados en las operaciones entre bancos), pues están basados en activos del Tesoro estadounidense. Por todo ello, los cambios son complicados, pues no basta con cambiar uno por otro, sino que hay requieren ciertos ajustes en los contratos existentes. Los reguladores quieren que las instituciones incluyan cláusulas en los nuevos contratos que aclaren las diferencias de cálculo entre los LIBOR y los SOFR. 

En el caso de Europa, el EONIA (tasa a un día) se ha sustituido por el ESTER en octubre de 2019 y el EONIA se calcula como ESTER +8,5 puntos básicos hasta que deje se publicarse el 2 de enero de 2022. Mientras, el índice para operaciones a más largo plazo, euríbor, permanece por el momento, aunque pasa a denominarse euríbor híbrido, al modificarse la forma de cálculo en el cuarto trimestre de 2019 y solo se publica en plazos de uno, tres, seis y doce meses.

¿Qué implican estos cambios?

En Estados Unidos, los productos más expuestos al cambio son los RMBS o Residencial Mortgage-Backed Securities (activos inmobiliarios respaldados por hipotecas residenciales). Sin embargo, se trata de un grupo pequeño y en vías de desaparición. En su momento, llegó a suponer dos billones de dólares, pero ahora ronda los 400.000 millones, menos de 250.000 referenciados al LIBOR, según datos de Morgan Stanley Research.

En un principio parecía que el final del LIBOR iba a ser equivalente en el mercado financiero al salto al Y2K del mercado tecnológico. Recordemos que pasar del año 1999 al año 2000 podría haber supuesto un descalabro si los ordenadores no hubiesen entendido el cambio. Pero tampoco ocurrirá así previsiblemente con el LIBOR, porque se espera una transición gradual y medida.

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Quizás, el mayor miedo hoy por hoy sea que el LIBOR desaparezca antes de tiempo, bien porque los reguladores lo decidan así, bien porque el número de bancos del panel se reduzca demasiado (por debajo de cuatro componentes). Sin embargo, por el bien de todos, la transición debería ser suave.

Eso no va a impedir que surjan diferencias de valoración, sobre todo en los derivados y los swaps sobre tipos de interés, incluso si se dieran las mejores circunstancias posibles. Por este motivo, los inversores que tengan cifras importantes de swaps querrán gestionar estos riesgos con mucho cuidado antes de la fecha límite y preparar herramientas operativas y de trading para los productos derivados en los nuevos índices.

¿Afectarán entonces a los bancos cotizados?

Es muy pronto para estimar cómo impactará el cambio del LIBOR al SOFR a los beneficios de los bancos estadounidenses”, explican en Morgan Stanley. Las entidades financieras necesitan primero un mercado de derivados en SOFR funcional que permita las coberturas que precisan para gestionar sus riesgos de balance.

A medida que el mercado de derivados vinculado al SOFR crezca, también debería hacerlo la profundidad y la liquidez necesaria para evaluar los spreads de crédito. De esta manera, se crea una situación de: ‘¿quién nació primero, la gallina o el huevo?’ En la que los emisores querrán ver más liquidez antes de adoptar el SOFR y los demás indicadores nuevos, pero esta liquidez -a su vez- precisa de que más emisores adopten los indicadores nuevos antes de que el LIBOR desaparezca.

La operativa con productos cotizados está dirigida a inversores que deben tener experiencia y conocimientos financieros suficientes para invertir en ellos. La inversión en estos productos requiere una vigilancia constante de la posición ya que comportan un alto riesgo y se puede perder el 100% del capital invertido.

Antes de efectuar cualquier contratación, es recomendable informarse legal, regulatoria y fiscalmente sobre las consecuencias de una inversión. 

Las decisiones que cada inversor adopte, tanto de inversión como de nivel de delegación y asesoramiento, son su responsabilidad. 

Rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras. 

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