Euríbor y Líbor son dos términos económicos que imponen respeto cuando salen en una conversación cotidiana, especialmente el primero de ellos porque se asocia directamente al índice referenciado en las hipotecas de la mayoría de los españoles.
Si el euríbor es el acrónimo para Euro Interbank Offered Rate, el líbor es el de London Interbank Offered Rate, o en castellano, «tipo de interés ofertado en el mercado interbancario de Londres». Si el euríbor es el protagonista al calcular cuánto nos cuesta la hipoteca, el líbor sirve de referencia para determinar el tipo de interés que las entidades bancarias tienen que pagar en el mercado interbancario por sus préstamos, es decir, cuánto le cuesta a un banco pedir préstamos a otros bancos.
No existe un único tipo de líbor, sino un total de 35. Son siete tipos de interés diferentes según su vencimiento: a un día (también llamado overnight), a una semana, a un mes, dos meses, tres meses, seis meses y un año. Y cada uno de ellos es expresado en cinco divisas (francos suizos, euros, libras esterlinas, yenes y dólares americanos).
Para determinar los tipos de líbor existe un panel formado por un número variable de bancos representativos (de 11 a 18 bancos). Estos bancos comunican cada día laborable, antes de la publicación de los tipos de líbor, a qué tipo de interés estiman que conseguirán préstamos en el mercado interbancario. De los valores de ese panel, cada día se calcula el ICE LIBOR, controlado por el ICE (Intercontinental Exchange) y los 35 valores suelen publicarse a las 11:45 am.
El líbor nació a principios de los ochenta en Londres, como índice de referencia para los préstamos interbancarios y desde 1986 la BBA (British Bankers’ Association), o Asociación de Banqueros Británicos, supervisaba los tipos del líbor, entonces denominados BBA LIBOR. Pero desde febrero de 2014, la administración pasó a manos del ICE y comenzó a llamarse ICE LIBOR.
En 2012 saltó a los medios el escándalo de la manipulación del líbor por parte de cinco grandes firmas bancarias. Dicha manipulación afectó en primer término al precio que pagaban los bancos por sus préstamos, de forma global a los mercados financieros de todo el mundo y, en última instancia, a los productos financieros que terminan ofreciendo los bancos a sus clientes.