En los últimos años las familias españolas andan ocupadas en una difícil tarea: llegar a fin de mes y mantener una economía doméstica lo más saneada posible.
Este objetivo es –especialmente en tiempos de crisis- cada vez más complicado. Sueldos más bajos, servicios y suministros para el hogar que siguen subiendo, más impuestos… Por si esto fuera poco, las consecuencias en los casos más graves son terribles: deudas perpetuas o de muy difícil devolución, contagio de los problemas financieros al entorno personal y la vida familiar…
Por todo ello podemos decir que la economía doméstica está más de actualidad que nunca. Ha saltado incluso a los medios de comunicación, que antes no le prestaban demasiada atención. Por nuestra parte, es tiempo –si no lo hemos hecho ya- de recapacitar y observar cuál es nuestra situación actual para, a continuación, detectar si estamos siguiendo unas buenas prácticas que nos alejen del desastre financiero. ¿Cuáles deberían ser nuestras prioridades en este sentido?
Como hemos dicho, lo primero es conocer nuestra situación. Difícilmente podremos arreglar algo si no sabemos la envergadura del problema. Algo tan básico como poner por escrito nuestros principales ingresos y gastos sería un buen punto de partida. Al hacer este ejercicio muchas personas se dan cuenta de que no saben en qué están gastando una parte significativa de su dinero. Por ello, llevar un control diario de los gastos se convierte en algunos casos en imprescindible.
Lo ideal sería ir un paso más allá y preparar una especie de presupuesto familiar, intentando así anticiparnos a los gastos que están por venir. De esta manera, tendremos más fácil identificar los momentos conflictivos y podemos buscar soluciones con algo de tiempo. Algunos de los problemas económicos más graves que atraviesan algunas personas vienen de su falta de previsión. Si esperamos al último momento, dejaremos de tener el control de la situación. Y es entonces cuando algunas familias incurren en la espiral del crédito. El uso descontrolado de tarjetas de crédito o la firma de un crédito rápido pueden llevarnos rápidamente al desastre financiero en el caso de no poder afrontar los pagos del capital más los elevados intereses asociados.
En este punto es importante incidir en la necesaria colaboración de todos los miembros del hogar. De nada sirve estar muy concienciado con el ahorro si no se tiene el apoyo y ayuda del resto de la familia. Es necesario por tanto consensuar entre todos las medidas a tomar. Acaba resultando más productivo reducir en parte las expectativas de ahorro a cambio de un mayor compromiso del conjunto de la unidad familiar. Y esto implica involucrar también a los hijos, aunque lógicamente las explicaciones que les demos y su grado de colaboración debe adaptarse a su edad. No es buen criterio educativo dejarles que vivan en una burbuja sin enterarse de la situación, todo lo contrario, deben ser conocedores de la realidad y aportar también su pequeño granito de arena.
Una vez hecho todo esto, deberíamos ser capaces de destinar una cantidad mensual al ahorro. Cada uno en función de sus posibilidades, pero es importante fijar un objetivo (que puede ser, por ejemplo, un porcentaje de los ingresos) y transferirlo a una cuenta de ahorro diferente a la del día a día. Inicialmente este ahorro lo deberíamos dedicar a la amortización anticipada de deudas, empezando por las más gravosas, es decir, aquellas por las que estamos pagando más intereses.
Para que nuestros ahorros estén seguros y vayan creciendo, no debemos descuidar el análisis de las diferentes alternativas de inversión que nos permitan sacar una rentabilidad a nuestros ahorros acorde con nuestro perfil de riesgo y el horizonte temporal que nos fijemos en cada caso.
En definitiva, hay mucho trabajo por delante para tener una economía doméstica saneada, pero el esfuerzo merece la pena. Un futuro más desahogado es posible si sabemos andar el camino. Habrá personas a las que les pueda parecer complicado por falta de estudios o conocimientos económicos, pero echemos la vista atrás y pensemos en nuestros abuelos o bisabuelos, ellos sí llevaban a su manera un control de las cuentas familiares y tenían probablemente menor preparación que nosotros.
Hoy en día tenemos muchos recursos disponibles en la red que nos permitirán formarnos, además de herramientas de economía doméstica para el ordenador, la tablet o el móvil. Y siempre está la alternativa de recurrir a un profesional que nos oriente de forma personalizada.
Lo importante es no dejarlo pasar. Por mucho que miremos hacia otro lado, nuestros problemas financieros no van a desaparecer. Tenemos que afrontarlos, es ahora o nunca. Por tanto, coge papel y lápiz -o el ordenador si lo prefieres- y da el primer paso: elabora tu presupuesto familiar.