La delgada línea entre ser ahorrador y tacaño

Hace cuatro siglos Quevedo describía magistralmente en El Buscón la tacañería del dómine Cabra, quien «dormía siempre de un lado por no gastar las sábanas». Ahorrando que es gerundio es el blog donde los ahorradores nos reunimos para leer de economía y tomar ideas frescas para el ahorro en nuestras finanzas personales. De ahí a ser de la Hermandad del Puño Cerrado hay una enorme diferencia, aunque tan solo una delgada línea separa al ahorrador del tacaño.

Hetty Green, más conocida como la bruja de Wall Street, fue una de las mujeres más ricas de finales del siglo XIX. Vestir y vivir como una mendiga le valieron su mención en el Libro Guinness de los Récords como la persona más tacaña del mundo. Casos reales tan extremos como el de Hetty o de ficción como Ebenezer Scrooge del Cuento de Navidad de Dickens, Tío Gilito o el Señor Burns son fácilmente reconocibles. Pero qué sucede a nuestro alrededor, ¿cuándo debemos considerar que un ahorro es excesivo? Reflexionemos sobre ello y tratemos de posicionar esa delgada línea.

Cuánto ahorramos los españoles

Resulta imposible calcular una cifra a partir de la cual el ahorro se convierta en tacañería, pero podemos hacernos una idea de cuánto ahorramos de media los españoles. Recurrimos a los datos del INE y vemos que en 2014 la tasa de ahorro de los hogares representa el 9,8% de su renta disponible.

Diagnosticando al tacaño

Como es lógico, situarnos por debajo de ese 9,8% no significa despilfarrar, ni por encima racanear. Entonces, ¿qué es ser ahorrador y qué ser tacaño?

Vimos diversas técnicas de ahorro, preguntándonos si ahorrar lo que sobra a fin de mes, o ahorrar antes de que no sobre nada. Ahora coincidimos en que todo ahorro razonable -o sano- tiene siempre un horizonte temporal y un fin concreto. Por ejemplo, ahorramos para ir de vacaciones, para comprar una vivienda o un coche. Incluso sería aceptable si es a más largo plazo, como ahorrar por si nos surge algún problema en el futuro o para cuando nos jubilemos. Sin embargo, el ahorrador compulsivo -o tacaño- ahorra por ahorrar, porque es un acto intrínseco a no gastar.

Ser tacaño es una actitud de aversión completa al gasto y tendencia al ahorro extremo. Dicho modo de comportarse tiene efectos en su entorno y en su vida social; sin embargo, el tacaño acepta su condición e incluso podría ver el problema en los demás, catalogándolos de derrochadores.

¿A quién no le gustaría que adquirir bienes y disfrutar de servicios fuera gratis? A pesar de ello, admitimos que todo tiene su precio y no nos frena el hecho de gastar nuestro dinero en algo que consideramos necesario. El tacaño, por contra, sufre con cualquier tipo de desembolso.

Podríamos señalar como propio de una conducta ahorradora adecuada aquella que nos permite disfrutar de un buen estilo de vida ahorrando parte de nuestra renta disponible.

Por último, hay que subrayar que un tacaño no ahorra desmesuradamente por tener apuros económicos, sino que esa actitud es independiente de su nivel de ingresos y condiciones económicas.

Greedy man

La delgada línea entre el ahorrador y el tacaño

La sociedad no duda en calificar a alguien como tacaño ante ciertos comportamientos y añade matices según la ocasión, valiéndose de alguno de sus sinónimos. Y basta un minuto para recuperar un puñado de adjetivos: descartando localismos, salen a la palestra perlas del castellano como mezquino, rácano, cicatero, avaro, avariento, avaricioso, ruin, agarrado, miserable, usurero, roñoso o el todavía presente pesetero.

Tacaño y derrochador

Hay situaciones en las que es posible confundir a quien tiene un modo de vida ahorrador con quien ahorra compulsivamente. Y una misma actitud ahorradora puede ser considerada propia de un tacaño o de un buen ahorrador, según con qué óptica se mire.

La acción de gastar es bien visible por los que nos rodean (estrenamos ropa, nos compramos un coche, un móvil, etc.) En cambio el ahorro solo se intuye, si no gastamos será porque ahorramos. ¿Pero cuánto? Hay lugar para diferentes apreciaciones.

Por tanto, vemos que la línea que los separa varía y está poco definida. A continuación trataremos de diferenciar algunas conductas de ahorro normal y otras propias de un tacaño:

  • El tacaño disfruta viendo engordar sus ahorros aunque conlleve un nivel de vida miserable. El ahorrador conoce sus finanzas y se plantea un plan de ahorro, pero siempre supeditado a su actividad diaria habitual.
  • El tacaño está más próximo a guardar el dinero debajo del colchón que a invertir. El ahorrador busca dónde invertir para hacer crecer sus ahorros.

En el ahorro familiar

El ahorrador hace un uso eficiente de los electrodomésticos tratando de luchar contra la factura de la luz. Un tacaño reduce al mínimo el consumo de electricidad. Además, el ahorrador adapta la temperatura de su hogar siguiendo unos principios; el tacaño dice que no es friolero ni caluroso y, si tiene aire acondicionado, no lo pone porque gasta mucha luz.

Para un ahorro razonable conviene valorar los pros y contras del uso de desechables. Un tacaño guarda los desechables por si acaso.