Está muy extendida la creencia de que para invertir en bolsa es necesario dedicar mucho tiempo a analizar las inversiones y hacer un seguimiento exhaustivo del mercado, además de tener ciertos conocimientos para hacerlo correctamente. O eso, o contar con un asesor profesional que haga el trabajo por nosotros a cambio de una remuneración. En realidad, hay muchos perfiles de inversión que no requerirían ni una cosa ni la otra.
Las nuevas tecnologías han acercado el mundo de la bolsa al pequeño inversor, y comprar y vender acciones es ahora algo sencillo y al alcance de todos los públicos y bolsillos: basta simplemente con tener una conexión a internet o un teléfono para poder contactar con nuestro broker.
Por ello, es fundamental para empezar definir nuestros objetivos de inversión antes de operar, y en base a ellos establecer nuestra propia estrategia.
Plazo de inversión
¿Queremos ser un inversor a largo o a corto plazo? A todos nos gustaría conseguir un 50% de revaloración en un día, pero lógicamente la rentabilidad siempre va asociada al riesgo, y conseguir esa rentabilidad en un plazo corto (o incluso largo) solo será factible asumiendo riesgos significativos Por ello, antes debemos responder unas preguntas:
¿Estás dispuesto a realizar un seguimiento exhaustivo de la operativa pasando largas horas delante de una pantalla y estar atento a todo lo que suceda en el mundo que pueda afectar las cotizaciones? ¿Asumirías perder parte de lo invertido en minutos u horas? Si la respuesta es no, entonces busca una inversión a un plazo más largo.
Capital invertido
Un mantra bastante repetido entre los inversores es que no debes invertir en bolsa dinero que puedas necesitar a corto plazo. Pero, ¿por qué debería invertir en renta variable aquel ahorro que no voy a necesitar?
El segundo motivo, que está vinculado al primero, es que el hecho de no necesitar el dinero hará que no tome decisiones obligado por las circunstancias. Si yo invierto dinero en bolsa que me puede hacer falta para mi vida cotidiana, puede suceder que deba vender acciones en un momento poco adecuado sólo porque me haga falta el dinero para otros fines.
Estrategia y plazo
Cuando contratabas en el banco un plazo fijo a 2 años, ¿te conectabas cada 2 horas para ver que tu dinero seguía ahí? Obviamente no, porque habías depositado tu confianza en el producto.
En la bolsa debería funcionar de forma similar: cuando compras una acción estás depositando tu confianza en la empresa y, por tanto, el hecho de que en una sesión baje su cotización no implica que la empresa sea peor que el día anterior. Simplemente, en muchos casos el mercado responde a muchos factores que nada tienen que ver con ello.
Por ello, es importante que objetivo y estrategia estén alineados. Si nuestro horizonte de inversión es a largo plazo, nuestra estrategia debe seguir esa línea. Si vamos a correr una maratón, no tiene sentido que nos dediquemos a hacer sprints, porque entonces lo que puede suceder es que gastemos todas nuestras energías y lleguemos peor (o no lleguemos) a la meta.
Dedicación y estrés
El objetivo último de muchos inversores es que su ahorro trabaje para ellos, y no al revés, por ello lo que muchos buscan son ingresos pasivos, que complementen sus otras rentas (incluso en algunos casos llegan a ser su renta principal).
Pero la clave radica en la dedicación y el estrés emocional que implican las inversiones. Si eres un trader intradía debes decidir en segundos qué hacer con tu inversión; en cambio, si eres un inversor a largo plazo lo que suceda con la cotización a corto plazo nos afecta en menor medida, pues lo realmente relevante es qué sucede con la empresa y su sector, y qué expectativas tiene. Por ello, podríamos realizar un seguimiento semanal o incluso mensual para ir comprobando que nuestra cartera sigue siendo adecuada para cumplir nuestros objetivos.
En conclusión, aunque todos tengamos en mente la estresante imagen que siempre hemos recibido de la bolsa en prensa, e incluso en la ficción, podemos invertir en bolsa con un horizonte temporal amplio y que ello no nos implique un gran coste personal, ni a la hora de renunciar a nuestro tiempo libre ni tampoco desde un punto de vista emocional.