Como los bonos verdes, los azules operan de forma parecida a otros instrumentos financieros: facilitan capital a emisores, que devuelven el dinero a cambio de unos intereses. La gran diferencia entre ambos es que los bonos azules dedican los capitales en proyectos para la conservación de los océanos tales como promover la diversidad y la sostenibilidad del sector pesquero.
En este sentido, estos bonos se dieron a conocer en octubre de 2018 cuando el Banco Mundial facilitó un acuerdo que reducía una parte de la deuda de la República de Seychelles a cambio de protección marina. Los bonos servían el objetivo doble de estabilizar el rating crediticio del país e invertir en su economía, muy ligada a la salud de los mares (pesca y turismo).
Bonos azules, soluciones a pequeña escala
El interés en los bonos azules proviene de que no persiguen únicamente un fin medioambiental, sino económico. Parte de su éxito radica en que los mercados quieren alinear las prácticas empresariales con los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas (ODS). Así, los bonos azules surgen como instrumentos que financian soluciones a pequeña escala.
La polución de los plásticos en los mares es un hecho tangible para los inversores y consumidores mundiales, y tiene solución. Los inversores se han dado cuenta de este problema medioambiental y están buscando nuevas formas que generen soluciones económicamente competitivas.
Por ejemplo, grandes firmas de inversión, como el banco estadounidense Morgan Stanley se han situado a la cabeza de este nuevo mercado y al principio de 2019 suscribió una emisión de diez millones de dólares del Banco Mundial en bonos azules. Estos activos ponían el objetivo en los esfuerzos para la reducción de los residuos plásticos en los mares y en promover los recursos marinos, incluyendo la investigación científica, política y regulatoria en los países desarrollados.
Los bonos azules ayudan a señalar la creciente necesidad de proteger los mares del mundo y las economías que -como la de la República de Seychelles- dependen casi en su totalidad de que los océanos que la rodean estén limpios.
Un futuro más verde y más azul
Los expertos reconocen que se han visto progresos en todas las inversiones sostenibles los últimos años y estiman incluso que ya no se los percibe como inversiones de nicho. Los activos basados en inversiones sostenibles han crecido un 34% en los dos últimos años, en su inmensa mayoría, bonos verdes.
Solo en Estados Unidos, uno de cada cuatro dólares ya se invierte de forma sostenible. En 2016, el Acuerdo de París apoyaba firmemente los bonos verdes. Desde entonces, se ha visto un repunte en las empresas, ayuntamientos, comunidades y países en las emisiones de bonos verdes.
Los expertos afirman que todavía es un poco pronto para decir si el mercado de bonos azules crecerá al mismo ritmo que lo ha hecho el de los bonos verdes o, si los actuales tipos de interés, estimularán las inversiones futuras.
Un ejemplo reciente
El mes de mayo de 2019, el Asian Development Bank (ADB) comprometió 5.000 millones de dólares estadounidenses para promover unos mares más sostenibles a través del Plan de Acción para Océanos Sanos y Economías Azules Sostenibles (Action Plan for Healthy Oceans and Sustainable Blue Economies).
Este compromiso pretende atraer más financiación hacia un aspecto que ya recibe el interés público. Y busca acelerar tales inversiones al facilitar ayudas para la asistencia técnica y la financiación a través de capital privado, mediante instrumentos tales como los bonos azules.
Sin embargo, todavía hay mucha incertidumbre sobre cómo ajustar estas iniciativas a una estrategia de inversión mayor, pues hoy por hoy se trata de actividades pequeñas y de impacto más local. Incluso con el apoyo de las 180 naciones que aceptaron el acuerdo para reducir los residuos plásticos de las Naciones Unidas, es poco probable que un único proyecto haga repuntar la demanda de bonos azules, pues el número de propuestas por el momento es muy reducido.
Un entorno favorable para los bonos azules
No obstante, dado el entorno existente para los bonos verdes y los bonos sostenibles y sociales en general, el retraso entre el crecimiento de los proyectos para bonos azules y la adopción a gran escala podría ser corto. Pese a ello, explican los expertos, es razonable prever que los bonos azules se toparán con algunas de las barreras que encontraron los bonos verdes en sus inicios.
Si estos instrumentos financieros fueran capaces de ganar tracción, los estándares de desarrollo, la medición de los datos y compartir las historias de éxito serían críticos. Una percepción más global sobre la adopción y la aplicación de los bonos azules podría impulsar al sector privado y, por tanto, ayudar a los océanos mundiales.
Lo importante ahora, indican los expertos, es que aumente el número de iniciativas que se puedan financiar mediante bonos azules, para que crezca el mercado de este tipo de bonos y que así lleguen a los inversores minoristas, tal y como ha ocurrido con los demás bonos sostenibles.
Conviene recordar que el océano da soporte a muchas actividades económicas que crecen con rapidez y que se espera que alcancen los 3 billones de dólares en 2030, según la OCDE.
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