Hace apenas unos años se empezó a hablar habitualmente de la domótica en referencia a diversos sistemas que permitían automatizar las viviendas. Aspectos como la programación de la calefacción (o su encendido remoto), el control de toldos y persianas, la regulación automática de la iluminación o la integración del videoportero en la televisión comenzaron a formar parte de muchos hogares.
También se avanzó mucho en cuestiones de seguridad, con detectores de humos e incendios, de gas, de escapes de agua, o avanzadas alarmas con detectores perimétricos y volumétricos, cierre automático de persianas y puertas, etcétera.
Qué es el Internet de las Cosas
La domótica podría considerarse un primer paso en este camino, pero el llamado Internet de las Cosas (Internet of Things, o IoT en inglés) ha sido posible gracias a la difusión y mejora de las prestaciones de la Red. Existe hoy en día un completo catálogo de aparatos interconectados y conectados a la red, que no sólo permiten realizar funciones cada vez más avanzadas, sino que muchas veces son capaces de “decidir” por sí mismos cuál es la manera óptima de hacerlo. Sin duda, los smartphones son los más difundidos y utilizados, pero hoy en día existen también televisores, ropa y calzado, relojes, electrodomésticos o automóviles que también llevan el apellido “inteligente”. Este proceso abarca todo tipo de aparatos electrónicos, de manera que es posible que dentro de unos años esto sea lo habitual (no hay más que ver, por ejemplo, la poca variedad de teléfonos “no inteligentes” que hay disponibles en el mercado).
El Internet de las Cosas es un término acuñado por Kevin Ashton. Este británico trabajaba como gerente de marca en una empresa londinense, cuando se dio cuenta que había una barra de labios con bastante éxito que no se reponía con la suficiente rapidez. Ashton pensó que esto podría solucionarse si hubiese un chip que informase cuándo había que reponer de manera automática. Convertido en investigador del prestigioso MIT desde el año 2000, trabajó para propagar esta idea en otras áreas, como los suministros médicos, de agua, de electricidad, etcétera. En 2009, Ashton publicó un artículo en el que utilizó esta expresión, explicando que, si pudiéramos monitorizar algunas cuestiones acerca de los objetos que nos rodean, se podrían obtener considerables ahorros y grandes beneficios. Era el nacimiento del Internet de las Cosas. En los últimos años, sus ideas se han propagado a muchos aspectos de nuestra vida, de manera que algunos ya hablan de una cuarta Revolución Industrial, en la cual disponemos de multitud de aparatos conectados a la Red.
Qué aplicaciones tiene
El uso de los smartphones ha cambiado nuestras vidas. A nivel global, existen unos 7.000 millones de suscripciones a móvil, de manera que toca a una por habitante mundial. Si examinamos el número de usuarios únicos, vemos que hay unos 5.400 millones, es decir, dos de cada tres habitantes del planeta tienen al menos un móvil (muchos cuentan con más de una línea). Esta tecnología está mucho más extendida, por ejemplo, que la televisión (unos 2.000 millones en todo el mundo) o los ordenadores y similares (portátiles, tabletas…), que suman unos 1.500 millones. Hoy en día, el móvil se ha convertido en un aparato imprescindible para muchas personas debido a todas las opciones que nos ofrece, que aumentan continuamente: Internet de alta velocidad, pagos a través del móvil, control de los electrodomésticos y de las viviendas inteligentes, conexión con el automóvil, etcétera.
Además, el Internet de las Cosas comienza a tener una fuerte presencia en:
Los electrodomésticos: podemos encontrar ya en el mercado placas de inducción que reaccionan de forma inteligente a la colocación de ollas y sartenes, de manera que calculan las dimensiones del utensilio y adaptan el consumo a ese tamaño, e incluso informan del peso de los ingredientes que vamos añadiendo, para ayudarnos a elaborar las recetas.
También existen hornos que disponen de diversas recetas programadas y avisan a los usuarios de cuándo está hecha la comida. En la misma línea, en los últimos años se han presentado en la feria de electrónica de consumo más importante del mundo (la CES de Las Vegas) neveras que avisan de los alimentos que están a punto de caducar, o nos proponen recetas con los ingredientes que tenemos disponibles, incluso sugiriendo la compra de alguno si fuese necesario. En el futuro, incluso se prevé que el propio dispositivo se conecte a la web de algún supermercado, para realizar pedidos.
Los vehículos: Una de las áreas que está teniendo un mayor auge en los últimos años es la de los automóviles. De los ordenadores de a bordo hemos pasado a los coches conectados, lo que permite diversas funcionalidades: desde el aviso automático en caso de accidente, hasta la gestión inteligente del tráfico, mediante la comunicación y cooperación de todos los elementos que lo componen: automóviles, semáforos, señales, autoridades…
La industria: Aplicar el IoT a la fabricación permitirá grandes avances en muchos ámbitos, tal y como preveía Kevin Ashton. La industria agroalimentaria podrá adaptar mejor su producción al consumo y a las circunstancias climáticas, la industria química podrá controlar de manera óptima sus procesos, y en el área sanitaria surgen dispositivos que permiten monitorizar a los pacientes de manera más efectiva y en tiempo real.
¿Cómo se puede invertir en esta tendencia?
Como siempre que hablamos de tecnología, hay un país que lleva ventaja a los demás: Estados Unidos. Aunque también hay empresas asiáticas punteras, las compañías norteamericanas copan casi toda la inversión que se está realizando en todo lo relacionado con el Internet de las Cosas.
Además de las ya conocidas Google, Tesla o IBM, hay multitud de empresas que innovan en este campo como Micron Technology, Nvidia, Cisco, Akamai Technologies, Garmin, Comcast o Fitbit, por citar algunas de ellas.
Para un inversor que prefiera delegar la selección de empresas en un gestor profesional existe la posibilidad de contratar fondos de inversión. Al ser una temática relativamente nueva no hay demasiados fondos que se centren de manera exclusiva en el Internet de las Cosas, pero sí los hay enfocados a la Inteligencia Artificial, un concepto algo más amplio. También existen en el mercado múltiples ETF que replican índices tecnológicos.