Hoy en día hay toda una generación que no ha conocido el mundo pre-internet. En enero de 2019 se cumplen 24 años desde que se registró el dominio Yahoo.com, una de las empresas icónicas que protagonizó la “burbuja .com”, junto con su debacle y posterior recuperación. Las empresas tecnológicas han cambiado el mundo de forma sorprendente. Si miramos las compañías con mayor capitalización bursátil en la actualidad, es sorprendente ver el peso que tienen las tecnológicas, pues hace 20 años esta lista estaba liderada por las petroleras y los grandes conglomerados industriales.
Que las empresas tecnológicas han cambiado el mundo es evidente. Se refleja en cómo hacemos las cosas, cómo nos relacionamos, y en prácticamente todo nuestro día a día. También en las abultadas cifras de negocios que manejan. Y precisamente por la peculiar forma de crear valor para la sociedad que tienen, surge todo un debate sobre cómo debe ser el régimen fiscal al que estén sujetas.
Como inversores no sólo podemos beneficiarnos de ser usuarios de la tecnología, sino que podemos encontrar interesantes opciones de inversión.
¿Por qué pagan tan pocos impuestos los gigantes tecnológicos?
Los impuestos empresariales gravan los beneficios, no las cifras de negocio. Las grandes empresas tecnológicas tienen enormes cifras de negocio, pero muchas veces el dinero no termina en la partida de beneficios. Además, estas empresas tienen estructuras muy complejas en diversos países, y no es fácil separar qué se hace en cada lugar.
El gigante de retail Amazon ha declarado públicamente en numerosas ocasiones que sus beneficios han permanecido bajos puesto que su sector es altamente competitivo, de márgenes bajos y que requiere mucha reinversión.
Por tanto, la discusión ahora parece centrarse en si es posible realizar un cambio en el sistema impositivo que refleje esta nueva realidad.
Reformas lideradas por la Unión Europea
El sentimiento general de la población en Europa es que las grandes empresas tecnológicas pagan muy pocos impuestos, que Amazon, Facebook, Alphabet (Google) o Apple ganan cantidades ingentes de dinero y apenas tributan a las arcas públicas. La respuesta de las tecnológicas suele ser que ellos siguen estrictamente la legalidad, pagando todo lo que la ley les exige.
Las nuevas propuestas que se están negociando en la Comisión Europea se centran en crear un marco impositivo nuevo para las empresas tecnológicas de forma que tengan que tributar no sólo en función de sus beneficios, sino también con respecto a su cifra de negocio. Las propuestas más recientes de este “impuesto tecnológico” supondrían una carga del 3% sobre las ventas de empresas como Google o Apple, con el objetivo de recaudar alrededor de 5.000 millones de euros anuales.
Con este tipo de medidas la Unión Europea pretende recaudar parte de los recursos que generan las tecnológicas y que actualmente son difíciles de gravar.
¿Existe una solución simple?
La realidad del sistema tributario internacional es tremendamente compleja. Ninguna de las opciones que se están barajando en la Comisión Europea es una solución fácil. El obstáculo principal es que para que una legislación de este tipo sea efectiva, resulta imprescindible que todos los estados miembros participen y colaboren.
Irlanda en particular está fuertemente enfrentada con Bruselas al respecto. Muchas de las grandes tecnológicas tienen una parte importante de su negocio europeo en suelo irlandés, y este tipo de legislación afectaría negativamente a sus intereses. Sin que todos los países lleguen a un acuerdo existe el peligro de incurrir en guerras fiscales, poniendo en tela de juicio el concepto de un sistema tributario europeo equitativo y justo.
¿Cómo afectaría un cambio impositivo al negocio de las grandes tecnológicas?
Previsiblemente, en caso de que cambiara el sistema tributario, las grandes empresas tecnológicas presentarían cifras de beneficio inferiores a las actuales. Es difícil prever cuánto, ya que habría que ver cómo se estructurarían sus cuentas. Lo que sí que parece razonable suponer es que sus tasas de crecimiento se desacelerarían, debido principalmente a que dispondrían de menos dinero para reinvertir y expandir su negocio.
Existe una fuerte presión para que el sistema tributario refleje cada vez más una imposición basada en dónde residen sus usuarios, en lugar de tributar en función de dónde tienen las empresas su infraestructura física. Tiene sentido, pues la economía cada vez es más digital, y los bienes y servicios se distribuyen de manera no física.
Sin duda, en los próximos años veremos novedades en la forma en que las grandes empresas tecnológicas operan, y cómo son gravadas por su actividad.
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