Las Bolsas norteamericanas están inmersas en una fase alcista desde hace 9 años. Desde 2009, todos los años han cerrado con ascensos, lo que ha supuesto que el Dow Jones haya llegado a multiplicarse casi por 4 en este período, pasando de apenas 7.000 puntos en febrero de 2009, hasta superar en enero los 26.000.
Algunos analistas explican estas continuas subidas de las cotizaciones en la bonanza de la economía norteamericana, que lleva años creciendo a ritmos entre el 2% y el 3%. Sin embargo, otros hacen hincapié en el peligro que presenta este incremento continuado, y en que las valoraciones —por lo menos, algunas— comienzan a ser demasiado exigentes; o, dicho de otra manera, quizás algunas acciones empiezan a estar demasiado caras, lo que implica que las posibilidades de caer son mayores.
En este contexto, los primeros días de febrero significaron un toque de atención para muchos inversores. En apenas una semana, el Dow Jones se desplomó un 12% y cayo por debajo de los 24.000 puntos. En sólo un día, el lunes 5 de febrero —otro lunes negro para la historia de las bolsas— tuvo una caída del 4,6% (aunque llegó a bajar más del 6%), con la mayor bajada en puntos de la historia, de 1.175 enteros.
Posteriormente, se frenó la caída y volvió el verde al parqué, recuperando los 25.000 puntos, pero el miedo —o, al menos, la precaución— se ha instalado en muchos inversores. ¿Hasta dónde pueden llegar las caídas? ¿Se ha terminado ya esa tendencia? ¿Es posible que se retome, y continúen las caídas? ¿Cuáles son los factores que están influyendo en la evolución de los mercados?
La subida no puede ser continua
Cuando se produce un período tan largo de subidas, algunos inversores pueden olvidar que esto no puede durar eternamente. Nos hemos acostumbrado a esta tendencia positiva, y los recortes pueden ser simplemente un “saneamiento necesario”. Como una poda o un descanso en el camino.
Hay que recordar que el año 2017 no sólo fue un año positivo en global, sino que se produjo un hecho que no sucedía desde hacía casi 30 años, o más concretamente, desde 1988: el índice S&P 500 subió todos los meses, sin excepción; y, además, batió 60 veces el máximo histórico. También se batió otro récord, ya que el 13 de diciembre estableció la mayor racha alcista de su historia (entendida como el número de sesiones consecutivas sin que haya una corrección superior al 5%).
El 2018 también comenzó en la senda positiva, hasta llegar a esta caída de principios de febrero. ¿Es sólo un alto en el camino? De momento, la caída se ha recuperado y el Dow Jones transita ya por encima de donde terminó el 2017. Pero la volatilidad ha vuelto a los mercados, y con ello, la intranquilidad de muchos.
Saneamiento positivo
Como se ha indicado, no es normal que las bolsas suban sin que haya un descanso, o sin que haya algún descenso más o menos pronunciado, superior al 5%, o alguna corrección superior al 10%.
Hay que tener en cuenta que los índices se componen de una gran diversidad de valores. Cuando la tendencia es alcista, esta sensación positiva suele trasladarse a la gran mayoría de las acciones que pertenecen al índice, pero no todas las compañías tienen los mismos resultados.
Es decir, en algunos casos, la subida de la cotización estará relacionada con la evolución positiva de los resultados de la empresa, pero en otros no. Y en otros, aunque los resultados de la compañía sí que son buenos, el mercado los premia en exceso,por esa sensación de euforia que produce la subida continua. Por ello, es saludable que de vez en cuando haya un recorte, para que las valoraciones no alcancen ratios demasiado exigentes.
El índice de volatilidad ha aumentado
Tras un período muy tranquilo —quizás demasiado tranquilo— el índice de volatilidad ha repuntado. El VIX, también conocido como el índice del miedo, estaba bajo mínimos. Mientras que su media histórica está en 19 puntos, estaba rondando promedios de 11 a finales de 2017. Y ello, a pesar de incertidumbres como el Rusiagate, o las tensiones entre Estados Unidos y Corea del Norte.
A principios de febrero comenzó la incertidumbre, transformada incluso por momentos en pánico. El VIX pasó del 12,55 el 1 de febrero al 18,37 el lunes (el día del famoso desplome) e incluso a superar los 49 al día siguiente, aunque acabó el día rondando los 30. A finales de febrero, descendió nuevamente al entorno de los 16, pero los mercados ya no están tan tranquilos como estaban hace apenas dos meses, cuando nada parecía perturbar su fortaleza.
Esto implica que los vaivenes en las bolsas pueden ser mayores. Es decir, en lugar de seguir con esta tendencia alcista tan positiva (por lo menos, en lo que se refiere a las bolsas norteamericanas y a las europeas, o al IBEX si tomamos en cuenta el Total Return), podría haber más altibajos.
Hasta dónde pueden caer las bolsas
En el caso del Dow Jones, después de superar los 26.000 puntos, la caída llevó al índice por debajo de los 24.000. A partir de ahí, ha rebotado, por lo que ha establecido un soporte, que en principio parece servir de freno a las caídas. ¿Podría descender más? Un soporte bastante consistente estaría entre 20.000 y 21.000 puntos, lo cual supondría una caída de un 15% adicional, que ahora mismo parece improbable.
No obstante, aunque esta caída pudiera parecer muy grande (puesto que sería un descenso superior al 20% desde los máximos), no lo es tanto si se mira en perspectiva, puesto que sería simplemente llevar al índice al nivel de hace un año (en febrero de 2017 estaba en 20.800 puntos).
Qué factores podrían provocar caídas en las Bolsas
Además de factores técnicos, como los que desencadenaron en buena medida las caídas de principios de febrero (cierto pánico a las alturas, unido a las operaciones automatizadas, gestionadas por algoritmos matemáticos), hay diversos factores que podrían provocar vaivenes considerables en las Bolsas:
- La política de la Reserva Federal: la política que pueda seguir la institución, bajo el mandato de su nuevo presidente, Jerome Powell, puede tener una gran incidencia en los próximos años. Se espera que continúe la subida progresiva de los tipos de interés, pero si se produjese en una cuantía o con una rapidez no esperada por los mercados, podría provocar cambios hacia el mercado de los bonos y caídas adicionales de las bolsas.
- Tensiones geopolíticas: la posible guerra comercial, la ya comentada tensión entre Estados Unidos y Corea del Norte, la guerra en Siria, y otros conflictos a lo largo del mundo pueden conllevar también tensiones en las bolsas; como es sabido, a los inversores, en general, les gusta la tranquilidad y la estabilidad.
- Los resultados empresariales: las cotizaciones de las acciones dependen en buena medida de los resultados de las compañías, tanto presentes como futuros (los que se espera que tengan en los próximos años).
La subida de las bolsas en los últimos años está recogiendo no sólo las mejoras de las cuentas de resultados empresariales en la actualidad, sino también las buenas expectativas sobre la economía mundial en los próximos años (tal y como han corroborado recientemente organismos como el FMI o el Banco Mundial).
Por lo tanto, si se mantiene la tendencia positiva en este sentido, las bolsas continuarán al alza, pero un frenazo en la evolución positiva de los beneficios podría conllevar recortes en las cotizaciones.
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