Frugalismo

Frugalismo: vida sencilla, ahorrar, invertir y dejar el trabajo pronto

En un año donde las protestas contra el cambio climático han ganado relevancia a nivel mundial, gracias a una mayor concienciación de la sociedad en y especialmente, de los más jóvenes, cobran importancia movimientos como el frugalismo donde la meta es reducir el consumo al estrictamente necesario, manteniendo un estilo de vida sencillo.

¿Qué es el frugalismo?

 Del latín, frugalis, alguien frugal es parco en comer y beber, según la RAE. Probablemente por extensión del anglicismo frugalism, en castellano ya suena el término frugalismo en lugar de frugalidad, que la Real Academia define como “templanza, parquedad en la comida y la bebida”. Aunque ciertamente, la estrategia vital que definiremos en las siguientes líneas no solo se refiere a alimentarse sin excesos, sino que extiende el concepto a otros ámbitos del día a día, como alternativa opuesta al consumismo

El frugalismo nació en Estados Unidos como respuesta al consumismo desorbitado. Poco a poco se ha extendido entre las generaciones más jóvenes de Norteamérica y, más recientemente, ha llegado a Europa, con Alemania a la cabeza.

No es un movimiento vinculado directamente con el medioambiente, ni se acerca al movimiento hippie, ni promulga ideas radicales de supervivencia. Simplemente promueve el desconsumo como estrategia para vivir mejor, lo que paralelamente lleva asociado un menor consumo de recursos y unos objetivos de ahorro e inversión intensos. Así lo materializa también la estrategia FIRE, o Financial Independence, Retire Early, una formulación de frugalismo que se centra en lograr la independencia financiera pronto, de jóvenes, para lograr jubilarse antes.

Contra el consumismo, frugalismo.

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 El modelo económico mundial está basado en el consumo. Basta con reflexionar un instante: estamos continuamente expuestos a bienes y servicios que compiten entre sí para convertirse en nuestra próxima compra, hasta el punto que la decisión ya no está en comprarlos o no, sino en cuál de ellos comprar, sin pararnos a pensar en si realmente es necesario comprar alguno.

Es una realidad innegable. El modelo de consumo extremo instalado nos impulsa a adquirir insaciablemente, y habitualmente logra que olvidemos que el único objetivo de un bien o un servicio debería ser el de satisfacer una necesidad. Ese impulso comprador repetido a lo largo del día y continuado a lo largo de los años tiene un notable coste económico, un agujero por donde caen gran parte de nuestros ingresos y, lógicamente también implica un derroche de recursos del planeta.

También te pasa, ganes más o ganes menos, siempre lo gastas todo.

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Cada vez más jóvenes se plantean si existe una alternativa a la rat race, entendida como seguir indefinidamente una agotadora rutina diaria o carrera de ratas, centrada en la actividad laboral, donde se compite contra los demás en un entorno urbano asfixiante, con largas jornadas de trabajo y reducido tiempo libre.

Trabajas para conseguir dinero que pague tus necesidades vitales. Al menos, esa es la teoría. El problema viene a la hora de ponerlo en práctica, porque el modelo consumista te lleva a gastar rápidamente todo el dinero que ganas, aquí y ahora. No logras ahorrar y vives siempre dependiente de unos ingresos que acabas gastando antes de final de mes.

Y se vuelve más frustrante cuando, por fin, logras un ascenso y tu salario crece, porque entonces accedes a otras esferas de consumo más elevado. Mayores ingresos acaban significando mayores gastos y el mismo ahorro reducido.

Porque todo tu salario mensual, e incluso más si tienes la costumbre de recurrir al crédito, acaba destinándose, en gran parte, a fines que no son realmente necesarios: ¿de verdad crees que el último modelo de teléfono es tan bueno como para que cambies el que tienes ahora? ¿Tan mal anda ya tu coche como para volver a endeudarte con otro nuevo? ¿Es cierto que no tienes suficiente ropa en el armario? ¿Es lógico y sano comer y cenar todos los días fuera?

Desconsumir, la clave del frugalista.

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El frugalista evita el consumo injustificado de recursos, trabaja duro durante una corta etapa de su vida para obtener altos ingresos a la vez que reduce el gasto en bienes y servicios a los absolutamente necesarios. De ese modo logra alcanzar elevadas cifras de ahorro (incluso del 80% de los ingresos, o más).

Conforme avanza con éxito en su estrategia, comienza a invertir esos ahorros (sector inmobiliario, fondos de inversión, renta variable, etc.), hasta que llega el momento en que alcanza suficientes ingresos procedentes de los dividendos y las rentas como para dejar de trabajar. O si no llega a ese extremo, al menos sí que deja de mirar al trabajo como una necesidad para subsistir. Ya que desde ese momento acudir al puesto de trabajo pasa a ser una actividad más, pero no la más importante, que es disponer de tiempo para disfrutar, para hacer lo que prefiera sin que el trabajo le limite.

Una de las decisiones clave del frugalista es determinar cuánto capital necesita o la cifra de libertad financiera, para subsistir sin complicaciones el resto de su vida, sin tener que depender del salario de un trabajo. Es una decisión muy particular, porque transcurridos los años de duro trabajo para acumular capital, cada frugalista conoce aproximadamente cuánto gasta; lo complicado es estimar correctamente cuánto dinero necesitará cada año para disfrutar de su vida sin trabajar.

Se suele aproximar entre 25 y 35 veces el dinero que se necesitaría el primer año de jubilación, en función de la edad en ese momento y de cuál sea el nivel de gasto cómodo para cada persona. Así hay quien vive perfectamente con 15.000 euros anuales y hay quien requiere 30.000. Pues esa cantidad habría que multiplicarla por ese coeficiente (de 25 a 35). Así, por ejemplo, 375.000 euros (15.000 x 25) sería una cifra válida para algunos frugalistas.

Aunque parezca una cifra no demasiado elevada, hay que considerar que gastar esa cifra anual no significa reducir el capital la misma cuantía, ya que el resto seguirá produciendo y acumulando. Dicho de otro modo, el frugalista cuando deja de depender del trabajo va consumiendo poco a poco su ahorro, pero lo compensa gracias al poder del interés compuesto.

Ser frugalista no implica ser tacaño, ni rico.

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Ser frugal, o frugalista, no significa ser tacaño. Sino gastar solo lo justo para maximizar el ahorro para vivir sin depender del trabajo. De hecho, el frugalista no prescinde de ciertas actividades o compras por capricho, sino que las raciona y las disfruta conscientemente, como parte de su ocio.

Ser frugal, o frugalista, tampoco significa ser rico. No, el volumen de capital que alcanza un frugalista tras años de esfuerzo no es resultado de la suerte, ni de una herencia. Es fruto de su duro trabajo y arduo esfuerzo por mantenerse frugal. Es más, el frugalista intentará no reducir ese capital de forma descontrolada conforme envejece, sino invertirlo de forma inteligente para que siga obteniendo una remuneración suficiente para vivir cada mes.

A modo de ejemplo, éstos serían los pasos que seguiría una estrategia frugalista sencilla:

  • Trabajar al máximo una etapa de la vida (diez o quince años).
  • Gastar solo lo necesario para obtener altas tasas de ahorro (60-80%).
  • Conforme se ahorra, se invierte. El interés compuesto ayudará a seguir engordando el capital.
  • Alcanzar la cifra de libertad financiera.
  • Vivir sin trabajar, o no tener necesidad de trabajar.
  • Mantenerse con las rentas, tratando que el capital se reduzca lo mínimo: que lo que se gaste compense en parte con el interés de las inversiones.