Que la pandemia nos ha cambiado la vida y también la forma de verla, es un hecho. Cada vez somos más conscientes de que el ritmo de vida que llevábamos hace ya más de un año no era sano, ni para la salud de las personas ni para la del planeta. En el siguiente post hablaremos sobre el consumismo desmedido.
Mucho se ha hablado en los últimos tiempos de cuánto hemos desgastado al planeta para alimentar una sociedad consumista que basa su riqueza y estructuras en un consumo desmedido.
Por ello, la tendencia que impera ahora es la de volver a los orígenes y pausar la vida. La llamada slow life, que no solo nos afecta personalmente, sino también económicamente. ¿Esto qué significa? Que probablemente, nuestra forma de relacionarnos con el dinero haya cambiado y siga cambiando, ahora que muchos somos más conscientes de cuánto derrochábamos en una vida frenética, sin apenas pensarlo.
El mundo se hace sostenible
El mundo puede estar entrando en una nueva fase, una nueva época que deje a un lado el consumismo desmesurado y abusivo para dar lugar a una etapa más sostenible. No se trataría solamente de una contención del gasto, sino que, previsiblemente, gastaremos en cosas que no conlleven tanto impacto en el planeta.
Que la tendencia de consumo está cambiando se percibe al observar el comportamiento que las marcas y compañías de casi todos los sectores están experimentando. La sostenibilidad no es una opción ya para ellas, sino una obligación, por lo que cada vez vemos más alternativas ‘eco’ o sostenibles.
Moda más sostenible
En la moda se observa con claridad: la segunda industria más contaminante del mundo, por detrás de la petrolera, ha tenido que ponerse las pilas y cambiar el modo de producción, al ser señalada públicamente por todos. Así, en los últimos años empezamos a apreciar el cambio y la pandemia lo ha acelerado. Cada vez son más frecuentes las colecciones realizadas con materiales reciclados, con materiales sostenibles y, en definitiva, siguiendo procesos respetuosos con el medio ambiente.
Y esta tendencia la vemos tanto en grandes firmas de lujo como en las llamadas ‘low cost’. Son las más culpadas de tener impacto medioambiental por su modelo de fast fashion, con millones de prendas producidas en países donde la sostenibilidad y las condiciones laborales están en entredicho.
Alimentación más consciente y sostenible
Igual sucede en el ámbito de la alimentación. Casi todos los hogares ya han probado algún producto ecológico o saludable, pues la tendencia ‘healthy’ ha llegado a multitud de hogares apostando por una alimentación de origen natural, sin procesar y de proximidad, algo muy importante.
Los mercados tradicionales, los de toda la vida, cada vez están ganando más adeptos, pues ahí se puede encontrar una comida totalmente natural y sin envasar, al contrario que los supermercados. Aunque estos, todo sea dicho, no se han quedado quietos y cada vez tienen en sus lineales más opciones saludables y naturales. Y la tendencia es imparable, pues según una encuesta de la OCU, dos tercios de los españoles están dispuestos a cambiar sus hábitos alimenticios por motivos medioambientales.
Motor: transición al modelo eléctrico
Otro de los sectores más señalados es el del motor, pues al final los vehículos son los elementos cotidianos que más gases de efecto invernadero emiten. Así, esta industria, que además se vio envuelta en escándalos en los últimos años sobre este aspecto, está reconvirtiéndose y sacando cada vez más al mercado nuevos modelos híbridos o directamente eléctricos con el objetivo de que contaminen menos.
De hecho, el coche eléctrico es la gran promesa de la industria y el supuesto futuro que nos espera, dejando de lado el combustible tradicional tan contaminante. Aunque, para lograrlo, todavía es necesaria una estructura que permita recargar esos vehículos más amplia. Y mientras el parque de vehículos se electrifica, una nueva tecnología, todavía más verde empieza a sonar con fuerza: el hidrógeno.
Lento pero sin pausa hacia un nuevo modelo más sostenible
Somos testigos de que, poco a poco, el sistema de consumo está virando hacia un modelo más sostenible y responsable, que no perjudique ni al planeta ni a las personas con políticas laborales abusivas. El consumidor se ha cansado del modelo ‘fast’ y ha pasado —empujado también por la pandemia— a uno ‘slow’ en el que no se abarca tanto, sino mejor.
Aunque no veremos un cambio radical a corto plazo, ya están fraguando las estructuras para que queden en el pasado esas compras obsesivas, sin ningún control ni fundamento, y esa producción tan masiva dedicada a satisfacer el hambre de consumir por consumir. El COVID-19 se ha propuesto revolucionar todo y la estructura de consumo no iba a ser menos.
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