¿Cómo debemos invertir? No hay una respuesta única a esta pregunta. Lo que sí es común a todos nosotros es que la inversión es un proceso de aprendizaje. Y en parte es también una habilidad, porque no sólo es necesario entender bien los conceptos teóricos, sino también ponerlos en práctica y adquirir experiencia.
A continuación vamos a ver algunos aspectos muy relevantes a la hora de implementar una estrategia de inversión, que no siempre reciben la atención que merecen.
Implicaciones fiscales
En cualquier actividad económica, hay una consecuencia fiscal. Cuando trabajamos, devolvemos parte de nuestros rendimientos al gobierno vía impuestos. De la misma manera, cuando realizamos una inversión hay una serie de consecuencias tributarias.
Como norma general se produce una obligación fiscal cuando obtenemos algún rédito de nuestros activos. Si nos distribuyen un pago de efectivo mediante un dividendo, tendremos que tributar sobre ello. Si vendemos nuestras acciones, tendremos que declarar las plusvalías, si las hay, y tributar sobre ello.
Cuando un activo se revaloriza sólo tenemos que pagar impuestos si lo vendemos y materializamos la plusvalía. Así, por ejemplo, será más rentable invertir en una empresa que se revalorice un 10% anualmente de forma compuesta a lo largo de 10 años, que en 10 empresas diferentes que tengamos que vender y reinvertir cada vez, ya que en cada ocasión tendremos que pagar impuestos sobre la plusvalía obtenida.
Es importante entender las consideraciones fiscales, ya que a largo plazo puede tener efectos grandes sobre la rentabilidad.
Implicaciones emocionales
En ocasiones los inversores somos nuestro peor enemigo. Las emociones influyen sobremanera en nuestra toma de decisiones y actuar bajo excesiva influencia emocional puede hacer que nos desviemos de nuestra estrategia de inversión.
Aunque algunos inversores tienen un temperamento más tranquilo por naturaleza, la resiliencia emocional necesaria para resistir la volatilidad del mercado es, en parte, innata y, en parte, una habilidad que se puede entrenar y mejorar. En cualquier caso la experiencia nos ayuda a mejorar el entendimiento y la perspectiva.
Adecuar nuestra estrategia a nuestro propio temperamento y naturaleza siempre es una buena idea. El buen resultado de una estrategia de inversión no sólo depende de que la estrategia sea buena en sí, sino de que realmente la podamos implementar y llevar a cabo.
¿Qué cantidad debería invertir?
De nuevo, la respuesta a esta pregunta es individual, pero necesaria. Todos somos conscientes de que los recursos disponibles son finitos. Decidir qué porcentaje de nuestros ingresos dedicamos a la inversión exige tomar una decisión sobre cuánto estamos dispuestos a sacrificar en el presente a cambio de un beneficio futuro.
Reflexionar sobre esta cuestión e implementar algún proceso automático para ello, como por ejemplo una transferencia periódica a nuestra cuenta de inversión, probablemente sea la solución más efectiva para la mayoría de gente.
Por tanto, también aquí el éxito está unido al factor conductual. El hábito de ahorrar e invertir puede ser uno de los más rentables que adquiramos en nuestra vida. Como cualquier aspecto de nuestra conducta, lo difícil es hacerlo de manera consistente.
Dedica algo de tiempo a aprender a invertir
Para los recién llegados al mundo de la inversión, la cantidad ingente de aspectos a tener en cuenta puede ser abrumadora. Sin embargo, hay que ser conscientes de que convertirse en un buen inversor, como la mayoría de cosas en la vida, es cuestión de tiempo y dedicación.
Hoy en día tenemos infinidad de recursos a nuestra disposición para aprender los fundamentos de la inversión. Independientemente de que decidamos gestionar nuestras inversiones personalmente, o contratar a gestores profesionales, un conocimiento básico de la materia es importante. La única forma de calibrar si un gestor profesional hace lo que queremos de él es comprender y evaluar lo que hace y, para ello, debemos tener unas nociones mínimas de lo que hace y por qué.
No debemos invertir en aquello que desconocemos. La responsabilidad última de lo que sucede con nuestro dinero es solo nuestra. Esto no quiere decir que necesitemos una certeza absoluta, porque no es posible en el mundo de la inversión, que se rige por las probabilidades. Pero sí que requerimos de un entendimiento básico de los activos en los que invertimos y por qué lo hacemos, y esto afortunadamente está al alcance de cualquiera con interés y un poco de dedicación.
El tiempo es una de las grandes ventajas que tenemos los inversores particulares a nuestro favor. Si un inversor profesional obtiene malos resultados en un plazo medio de tiempo puede perder su trabajo. Los particulares podemos soportar la volatilidad del mercado. Y a veces las estrategias de inversión más rentables necesitan de tiempo para dar sus frutos.
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