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Escultura en la naturaleza: lugares que no se puede perder

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La naturaleza siempre ha servido como fuente de inspiración a los artistas. De los más renombrados a los más ignotos, la inmensa mayoría de ellos ha vuelto alguna vez su mirada al entorno en busca de inspiración. Como consecuencia, sinfonías, bodegones, grabados e incluso obras maestras de la arquitectura han sido inspiradas por aquello que rodeaba al artista.

Tal es la fascinación que el ser humano siente por el entorno natural que algunos creadores han decidido ir un paso más allá. No les basta con buscar las musas en el entorno: quieren fundir sus obras con él. Y el mejor ejemplo de esta pulsión es la escultura integrada en la naturaleza.

Más allá del famoso Monte Rushmore, grandes escultores han desafiado paisajes de todo el mundo para integrar sus creaciones. Estos son algunos de esos lugares que el hombre ha logrado doblegar y que usted no se puede perder.

Peine del Viento XV (San Sebastián)

Comenzamos el recorrido con una escultura imprescindible que se puede visitar a golpe de escapada. Se trata del Peine del Viento XV, una obra de Eduardo Chillida instalada al final de la playa de Ondarreta de San Sebastián. La composición la integran tres esculturas de hierro de más de nueve toneladas cada una, sobre terrazas de granito rosa.

Contemplar el Peine del Viento XV en un día de mar gruesa —si las autoridades lo permiten— es todo un espectáculo. Las púas de las tres piezas que lo conforman parecen fundirse con las olas y el viento. El agua, además, emerge con furia de unos agujeros practicados en el suelo como si de un géiser se tratara.

Este conjunto forma parte de una obra mucho mayor, que abarca un total de 23 esculturas. Algunas de ellas se pueden contemplar también en el museo Chillida-Leku, dedicado al escultor y que conforma toda una oda a la escultura integrada en la naturaleza.

Spiral Jetty (Utah, EE.UU.)

Imagen: Wikimedia Commons

El Gran Lago Salado alberga el máximo exponente del land art, una corriente artística que emplea el paisaje a la vez como base para realizar obras de arte y museo para exhibirlas. Su principio consiste en alterar el paisaje de manera artística, mediante el uso de materiales y formas propios de la naturaleza.

Robert Smithson fue uno de los pioneros de esta corriente artística y creó en 1970 el Spiral Jetty, un gigantesco espigón en forma de espiral que se sitúa en la orilla norte del gran lago situado en el desierto de Utah. Es una inmensa escultura que se encuentra a merced de los rigores de la naturaleza y que se transforma con ella.

The Presidio (California, EE.UU.)

También en Estados Unidos encontramos otro referente del land art. En este caso, un bosque que ha sido tomado al asalto por Andy Goldsworthy, un artista que ha transformado lugares tan dispares como el Polo Norte, Yorkshire, en Reino Unido, o el Outback australiano.

El bosque de The Presidio, en San Francisco, ha servido como escenario para algunas de las creaciones del artista, que pueden admirarse con solo pasear por él. Entre ellas, se encuentra Spire, un obelisco formado por los troncos de 37 cipreses de Monterrey caídos, que el artista sujetó para elevar su creación más de 30 metros sobre el suelo.

Spire simboliza la determinación de los árboles de alcanzar el cielo y está destinado a fundirse con el resto del bosque algún día, ya que los cipreses plantados alrededor acabarán por superar su altura.

Por su parte, Wood Line es una línea curva hecha con troncos sobre el suelo que se extiende entre eucaliptos a lo largo de más de 300 metros. En el caso de Wood Line, está condenada a deteriorarse con el tiempo y desaparecer; si desea dejar volar su mente mientras hace equilibrios sobre sus troncos, no debe esperar mucho más para visitarla.

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