Existen casi infinitas estrategias de inversión y formas de plantearse la gestión de nuestro patrimonio. Todas tienen ventajas e inconvenientes.
Nuestras inversiones dependen de lo que ocurra en el futuro, y el futuro es incierto. Invertir es por naturaleza una actividad probabilística y aunque tomemos decisiones racionales a veces las cosas no salen bien.
Es tremendamente importante entender bien la estrategia de inversión por la que optemos, ya que este conocimiento es lo que nos permitirá tener la convicción necesaria de atravesar momentos complicados y no tomar decisiones precipitadas y erróneas. El requisito fundamental de cualquier estrategia de inversión es que el inversor sea capaz de llevarla a cabo hasta el final. Muchas estrategias funcionan sobre el papel, pero luego si el inversor ni las entiende bien ni se mantiene firme en ellas en sus momentos complicados, el resultado suele ser mediocre.
Una de las tendencias actuales en el mundo de la inversión es el auge de la inversión pasiva mediante activos que replican las medias de los mercados (los índices) como ETF y fondos indexados. La idea teórica es que puesto que un gran número de inversores activos no logran batir a los índices en el largo plazo, lo mejor a lo que puede aspirar un inversor es a obtener la misma rentabilidad que la media de los mercados (menos comisiones).
La teoría es sensata y cada vez los instrumentos financieros que replican índices ganan más adeptos. Sin embargo hay una serie de factores psicológicos que hacen que esta metodología de inversión sea más difícil de llevar a cabo en la práctica de lo que parece.
Veamos a continuación algunos de los errores más frecuentes que realizamos los inversores al intentar llevar a cabo una estrategia de inversión pasiva:
Proyectar resultados pasados hacia el futuro
Uno de los mayores alicientes de una estrategia de inversión pasiva indexada es la buena rentabilidad histórica que han obtenido los índices en el pasado. Además cuando se habla de rentabilidad histórica se suelen presentar medias de periodos muy largos (“la renta variable ha obtenido una rentabilidad histórica del 10%”). Este dato oculta la volatilidad implícita en el proceso de inversión. Cuando los mercados caen más de un 50% (como pasó en 2008), son pocos los inversores que no terminan vendiendo presa del pánico. El dato de la media histórica en esos momentos parece poco consuelo.
Una cosa por tanto es la estrategia sobre el papel, que a veces simplificamos mediante algunas generalizaciones, y otra muy diferente es la vivencia y la experiencia de esa estrategia como inversor. Las emociones suelen ser malas consejeras para invertir. Por ello es tan importante adquirir una educación financiera básica. De esta forma tendremos los conocimientos necesarios para entender nuestras inversiones y estaremos en mejores condiciones de tomar las decisiones pertinentes cuando llegue el momento.
La necesidad de actuar
Decía Pascal que todos los males del hombre derivan de su incapacidad de estarse quieto.
La tendencia natural del ser humano es a pasar a la acción cuando las cosas no parecen ir bien. Sin embargo en el mundo de la inversión a veces simplemente se necesita tener paciencia y dejar que pase el tiempo. Si hemos establecido una estrategia sensata y una forma de actuar racional, probablemente nuestra mejor arma sea la paciencia y perseverancia.
Lo peor que podemos hacer cuando hemos instaurado una estrategia racional a largo plazo es pasar a reaccionar de manera improvisada a los acontecimientos. Las probabilidades de que terminemos vendiendo barato y comprando caro en estas circunstancias son elevadas. Debemos evitar convertirnos en nuestro peor enemigo.
Implementación de una estrategia pasiva
Aunque la teoría de la inversión pasiva es simple, a veces su implementación no es sencilla. Afortunadamente cada vez el inversor dispone de más instrumentos financieros para poder implementar su estrategia. Esta diversidad exige también más conocimiento y nos obliga a tener que elegir un activo frente a otro. Ante la duda lo mejor es mantener las cosas lo más sencillas posibles. Si podemos elegir un fondo para una clase de activos, mejor que dos.
Con el tiempo y a medida que aumenta nuestro patrimonio y conocimientos podremos ir diversificando nuestras posiciones (no olvidemos que la naturaleza de la inversión pasiva indexada implica invertir en activos que de por sí están muy diversificados y por tanto aunque tengamos sólo un fondo o ETF que replique un índice, realmente estamos invirtiendo en todas las empresas que componen ese índice y por tanto es una inversión con mucha diversificación).
Conclusión
En la práctica llevar a cabo una estrategia de inversión pasiva puede ser más complicado de lo que parece. Lo más importante es entender bien la estrategia y sus implicaciones. Esto nos ayudará a no abandonarla en el peor momento. Como en cualquier inversión, los aspectos psicológicos son muy importantes y debemos evitar dejarnos llevar por las emociones en los malos momentos. La implementación de una estrategia pasiva puede ser tan simple como la contratación de uno o dos fondos, y se puede complicar hasta casi el infinito. A medida que tengamos más experiencia podremos personalizar más nuestra estrategia de inversión. Las herramientas más potentes para implementar una estrategia de inversión pasiva son el conocimiento, la paciencia y la perseverancia.