Mantener una estrategia de inversión disciplinada es una de las diferencias más importantes entre los inversores profesionales y amateurs. La constancia en las inversiones marca la diferencia entre el éxito y el fracaso.
Una estrategia de inversión no tiene porqué ser compleja. La de un inversor legendario como Warren Buffett se puede resumir en las siguientes palabras: “comprar buenas empresas a un precio adecuado con la intención de mantenerlas para siempre”. Es algo relativamente fácil de decir, y no tan fácil de hacer, pero en esencia no es tan complejo y está al alcance de cualquiera: una buena estrategia de inversión nos ayuda a clarificar nuestros objetivos y mantener nuestras emociones bajo control.
Un proceso inversor metódico y disciplinado
A la hora de formar una cartera de inversión es importante plantearse qué estructura queremos que tenga nuestra cartera y qué características de riesgo. Gran parte del riesgo de nuestra cartera y de su volatilidad vendrá determinada por el tipo de activos que compremos y sus características. Por ello, decidir qué clase de activos y en qué porcentajes compramos es el factor más relevante a la hora de gestionar el riesgo.
Podemos hacer toda tipo de división en clases de activos, aunque no siempre más complejidad es mejor. Simplemente pensar en categorías generales, como renta variable, renta fija, materias primas, inmobiliaria, etc. resulta útil. En la primera fase de estructuración de nuestra cartera no queremos seleccionar activos concretos, sino establecer porcentajes de tipos de activos.
Veamos un ejemplo fácil de comprender. Para una cartera sencilla podríamos decidir tener un porcentaje en renta variable y otro en renta fija. La proporción que elijamos dependerá de lo conservadores que queramos ser en nuestra estrategia. La renta variable es históricamente más rentable que la renta fija, pero también es más volátil. Una distribución conservadora sería un 30% de renta variable y un 70% de renta fija, mientras que una distribución más dinámica sería 80% renta variable con un 20% de renta fija.
Esta decisión de ponderación entre clases de activos es una de las decisiones más importantes que toma cualquier inversor, y sin embargo muchas veces no se realiza de manera suficientemente consciente. Es una decisión que requiere ser gestionada posteriormente ya que, una vez establecida una primera distribución adecuada a nuestro perfil, es importante mantenerla constante mediante rebalanceos para que las características de riesgo y volatilidad se mantengan intactas en nuestra cartera.
Por ejemplo, si tenemos una cartera de 70% renta variable y 30% renta fija y en un año la renta variable se revaloriza mucho, ese porcentaje variará y podemos llegar fácilmente a una ponderación de 80% renta variable y 20% renta fija. Para rebalancear simplemente venderemos la clase de activo que se ha revalorizado y compraremos del otro hasta volver a equilibrar los porcentajes deseados.
Una diversificación estratégica de activos
Es imposible evaluar una estrategia de inversión de manera global sin tener en cuenta el grado de diversificación. Una cartera bien diversificada es una de las herramientas que podemos utilizar a nuestro favor como inversores para evitar una fuerte volatilidad en el patrimonio, y las fuertes emociones que la acompañan.
Basta con escoger activos poco correlacionados para conseguir que nuestra cartera no sufra excesivos vaivenes con las subidas y bajadas de los mercados. En la actualidad hay multitud de activos, como fondos o ETF, que nos permiten estar tremendamente diversificados de manera sencilla.
Los peligros de la dispersión
En el mundo de la inversión es muy fácil dejarse llevar por la última moda y comprar aquellos activos de los que todo el mundo está hablando. Por tanto, si construimos una cartera sin criterio de ponderación, es probable que terminemos con una cesta de activos que no esté alineada con nuestras necesidades ni de diversificación, ni de riesgo. Mantener la perspectiva general de las categorías que queremos incluir en nuestro patrimonio y sus proporciones es la herramienta más importante para ser inversores disciplinados y metódicos.
La automatización
Muchos inversores consiguen ser constantes automatizando su proceso de inversión. De hecho, tomar decisiones de antemano para luego implementarlas sin dejarse llevar por el ruido del mercado puede ser una estrategia muy eficiente. Para ello, los fondos de inversión son una clase de activos óptima ya que permiten realizar una suscripción periódica programada. De esta forma, una vez decidida nuestra estrategia de inversión, podemos dejar las órdenes programadas para que se vayan implementando de forma automática. Además, este proceso permite diversificar nuestras inversiones en el tiempo.
La otra gran ventaja de automatizar es que se elimina el impacto de nuestras emociones: no invertimos en función de cómo nos sentimos en el momento, sino según nuestro plan previamente diseñado y meditado, para así mantener una estrategia de inversión disciplinada.
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