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Envejecimiento de la población: Cambios irremediables en la economía mundial (III)

El envejecimiento de la población implica una modificación en la pirámide de edad y una distorsión de la estructura de la población mundial. Este fenómeno traerá consecuencias económicas sin precedentes en los próximos años.

Así, la tasa de dependencia (relación entre el número de personas mayores de 65 años y el número de personas entre 15 y 64 años) aumenta un 1,2 % de media cada año en la Unión Europea desde el 2000; disminuyendo el número de personas en activo en beneficio de los pensionistas. De hecho, la población europea en edad laboral alcanzó un máximo de 330 millones en 2010 y debería disminuir hasta los 309 millones en 2025. En 2005 había un jubilado por cada cuatro personas en edad de trabajar mientras que, según las previsiones, podríamos alcanzar el ratio de un jubilado por cada dos personas en activo en 2050… Por supuesto, estos cambios demográficos amenazan la sostenibilidad de los sistemas de pensiones y de Seguridad Social .

La edad legal media de jubilación en los países de la OCDE ha pasado de 63,8 años en 1970 a los 62,9 en 2010 para los hombres, mientras que la esperanza de vida ha aumentado más de diez años en el mismo período, revelándose el envejecimiento de la población como un verdadero desafío a nivel global. La esperanza de vida a la edad de jubilación se ha incrementado de 13 a 18 años para los hombres, y de 19 a 23 años para las mujeres; mientras que la tasa de fertilidad ha caído en la mayoría de países desarrollados.

Esperamos que la esperanza de vida a la edad de jubilación alcance los 20 años para los hombres y 25 años para las mujeres en 2050, a pesar de que muchos países de la OCDE han tomado ya medidas para retrasar gradualmente la edad de jubilación (según las previsiones, se acercará a los 65 años para los hombres). Vista esta transición demográfica, las autoridades han comenzado a invertir la tendencia en los años 90 con la adopción de leyes que elevan la edad de jubilación. Pero a pesar de estos aumentos, la edad media de jubilación para los hombres no volverá al nivel de 1950 hasta 2040. Los gobiernos pueden felicitarse por haber disminuido el ritmo de aumento de la duración de la jubilación para los próximos cuarenta años, pero se necesitará más que eso para que el peso de las pensiones sea sostenible teniendo en cuenta la caída de la natalidad. En efecto, la duración esperada de la jubilación en 2050 será aún superior en siete u ocho años que la de 1960, y durante todo este tiempo, la tasa de dependencia sigue aumentando. El sistema de financiación de las pensiones se basa en el equilibrio demográfico entre beneficiarios y contribuyentes, por lo que el mantenimiento del actual sistema implica de facto una disminución de la tasa de dependencia de la tercera edad. Para llegar a esto, se han seguido diferentes líneas de reflexión.

El aumento de la tasa de participación de las personas mayores de 65 años y de las mujeres son tenidas en cuenta. Sin embargo, el alargamiento previsto de la edad de jubilación en los próximos decenios puede limitar la tasa de participación de las personas en edad de jubilarse. El aumento en las tasas de participación femenina es algo interesante que podría conducir a un aumento en la tasa de empleo, pero la barrera cultural de algunos países puede limitar el margen de maniobra.

Otra solución frecuentemente comentada es desarrollar una política de inmigración con vistas a atraer mano de obra de calidad que pueda aumentar la población activa, colocando la tasa de dependencia en niveles sostenibles. A principio de los años 2000, la ONU destacó los beneficios de una iniciativa así, pero según el informe 700 millones de inmigrantes deberían establecerse en Europa hasta el año 2050 para mantener un ratio de 4 ciudadanos activos por cada jubilado; es decir, casi 13 millones cada año, mientras que la población de la Unión Europea es de sólo 500 millones de personas. Según las previsiones, en este horizonte temporal, los inmigrantes y sus descendientes representarían tres cuartas partes de la población europea. Incluso si esta solución fuera factible, no hay que ignorar que esta población también envejece, por lo que solo retrasaría el problema durante unos cuantos años.

Por último, elevar la tasa de natalidad podría ser una buena manera de solucionar el problema. Se necesitarían treinta años para que un país equilibre el efecto del envejecimiento vía un crecimiento de la tasa de natalidad, pero al final de ese periodo, la base de la pirámide se expandiría, y el sistema  podría volver a ser viable . Se trataría de una solución muy a largo plazo sin embargo, y consideramos complicado elevar las tasas de natalidad en los países desarrollados. Son posibles otras líneas de reflexión, especialmente aquellas que conducen a un aumento de la productividad: mejora de la productividad por hora, formación profesional e innovación. Otras llevan a la ampliación del tiempo de trabajo; bien sea vía horas suplementarias o reduciendo las jornadas parciales.

En conclusión, la sostenibilidad de las pensiones está siendo cuestionada por la transformación demográfica de la población mundial. Sin embargo, a pesar de la caída en la tasa de natalidad y al envejecimiento de la población, hay soluciones posibles. E incluso si su eficacia está aún por comprobar, es el momento de ponerlas en práctica, ya que el envejecimiento de la población tiene un coste significativo. La  Comisión Europea, en su informe de 2012, estima que el gasto público directamente relacionado con el aumento de la edad subirá en 4,1 puntos del PIB en Europa hasta el año 2060, a causa del mayor gasto en pensiones, dependencia, sanidad…, por lo que debemos aligerar la factura cuanto antes.

Envejecimiento de la población: un fenómeno inexorable – Parte 1 

Envejecimiento de la población: un fenómeno inexorable – Parte 2 

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