Cuando llega el momento de realizar la declaración de la renta, debemos tener en cuenta aquellas partidas que van a la renta general y aquellas otras que van a la renta del ahorro.
Renta General
Dentro de la renta general encontramos tres principales divisiones:
- Rendimientos del trabajo: el salario derivado de nuestro trabajo
- Rendimiento del capital inmobiliario: aquellos ingresos generados por alquilar algún inmueble
- Rendimiento de otras actividades económicas: son los negocios propios y autónomos
Estos ingresos tributan por la tabla específica de la Base Imponible General. Una vez realizados los cálculos, se le aplican las reducciones disponibles (por ejemplo una aportación a un plan de pensiones).
El montante restante pasa por la Base liquidable General (con una escala de entre el 19%-45%):
Renta del ahorro
Existen dos principales divisiones dentro de la renta del ahorro
- Rendimientos del capital mobiliario: se incluyen los intereses provenientes de cuentas y depósitos, los dividendos de las acciones, seguros, etc.
- Ganancias o pérdidas patrimoniales: derivados de la compraventa de acciones y el reintegro de fondos de inversión
Es posible compensar (con limitaciones) el resultado positivo de uan de ellas con el resultado negativo de la otra. Una vez obtenido el importe resultante, este puede ser compensado con pérdidas de los cuatro anteriores ejercicios.
Una vez realizado este paso, ese importe pasa por la tabla específica de la Base Imponible del Ahorro.
El montante restante pasa por la Base liquidable del Ahorro (con distintos tipos de gravamen según el importe).
Una vez llegados a este paso, se sumarán ambos importes, se aplicará la cuota íntegra (Estatal + autonómica), se le restaran las deducciones y, finalmente obtendremos el resultado de la declaración.
Si durante el ejercicio se te han aplicado unas retenciones excesivas recibirás una devolución, en el caso contrario deberás abonar un ingreso.
Si todavía te siguen surgiendo dudas, no te pierdas la infografía que puedes ver a continuación.