Como todos sabéis, desde el lunes 20 de marzo la primavera ya ha llegado a nuestro país. El equinoccio de primavera determina precisamente el momento en el que el día dura exactamente lo mismo que la noche, y marca el punto de partida de una tendencia que nos llevará de cabeza al verano: los días son cada vez más largos.
Durante la primavera, el sol sale cada día un poco antes que el día anterior, y se pone un poco más tarde. La traducción más inmediata de esta circunstancia es que tenemos una cantidad mayor de horas de luz natural, por lo que se presenta de una manera evidente la posibilidad de conseguir un ahorro energético en base a su aprovechamiento.
Es por ese motivo que la llegada de la primavera viene siempre acompañada por el correspondiente cambio horario que actualiza los relojes al conocido como horario de verano. En efecto, el próximo domingo 26 de marzo, a las 2:00 de la madrugada los relojes se adelantarán una hora para que sus agujas marquen las 3:00. O teniendo en cuenta la preocupación máxima de la mayoría de nosotros: dormiremos una hora menos.
¿Cuándo se iniciaron los cambios de hora?
Los inicios históricos ligados al ahorro en base al aprovechamiento de las horas de luz solar son desconocidos y hay diversas versiones que respaldan orígenes variados. Lo que sí es una certeza absoluta es que el primer país que impuso un cambio de horario de alcance nacional fue Alemania, quien durante la I Guerra Mundial alteró los horarios con el fin de ahorrar carbón en la producción de luz artificial para que pudiera emplearse en la propia guerra.
Con el paso de los años se fueron sumando países a la medida, pero la decisión siempre tenía como trasfondo principal el ahorro energético. En España su aplicación viene recogida en una directiva comunitaria europea de obligado cumplimiento desde 1981.
El ahorro energético del del cambio de hora
Parece evidente que a días más largos, mayor aprovechamiento de luz natural tenemos a nuestra disposición. En efecto, no tiene nada que ver tener que encender las luces de casa a las 6 de la tarde que hacerlo a las 9 de la noche. Son 3 horas de consumo eléctrico que nos ahorramos.
En 1999, la Comisión Europea encargó un pormenorizado estudio para evaluar el verdadero impacto del horario de verano, y los resultados fueron tan concluyentes en los beneficios a nivel de ahorro energético, que se dio carácter de indefinido a la medida del cambio de horario de verano.
Según el Instituto para Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el horario de verano proporciona unos ahorros potenciales asociados al consumo eléctrico en iluminación de aproximadamente un 5%, que es económicamente equivalente a unos 300 millones de euros. De estos 300 millones, 90 corresponden el ahorro potencial de los hogares españoles (aproximadamente unos 6 euros por hogar), mientras que el grueso importante de esa cifra, los 210 millones restantes, corresponden a ahorros en los edificios de terciario y en la industria.
Sin embargo, cabe destacar también la existencia de corrientes contrarias al horario de verano, que argumentan que no sólo no se ahorra energía, sino que incluso se consume más, especialmente en una sociedad en la que la climatización está al orden del día. Su hipótesis es clara: si hay más horas de sol, también habrá más horas de calor y radiación, por lo que el posible ahorro en luz queda neutralizado por el repunte en el consumo eléctrico asociado a los ventiladores y aires acondicionados.
Resulta curioso recordar un estudio publicado en el Journal of Economics and Statistics en el que se analizó el consumo eléctrico en Indiana, estado en el que hasta 2006 se combinaban regiones con horario de verano y otras sin. Según el mencionado estudio, las regiones con horario de verano consumían más electricidad que las que no tenían horario de verano, dato que respalda la opinión de los que señalan que en la actualidad las tardes veraniegas tan largas acaban saliendo caras en la factura eléctrica.