El 14 de marzo de 1948 Estados Unidos aprobó el Plan para la Recuperación Europea, más conocido como Plan Marshall. Repasamos la efeméride que sentó la base para la creación del primer organismo supranacional europeo y lo contraponemos con una de las grandes divergencias entre los estados miembros: su fiscalidad.
Plan Marshall, reconstruyendo Europa en favor de América
Unos 13.000 millones de dólares saltaron de Estados Unidos hacia Europa para favorecer la recuperación y reconstrucción de los países que más sufrieron la Segunda Guerra Mundial.
El Secretario de Estado, George Marshall, jugó un papel destacado en la elaboración del European Recovery Program (ERP), que comprometió al gobierno de Truman con el resurgimiento de Europa. La abultada partida económica no cayó en saco roto, pues realmente pretendía inclinar la balanza del lado estadounidense frente a la incipiente influencia soviética de la posguerra. En otras palabras, Washington decidió que contribuir en la recuperación económica y social de Europa sería fundamental para crear un mercado europeo donde exportar sus productos y la forma de afianzar el modelo capitalista, con estados aliados frente al bloque comunista.
Las conferencias de París de 1947 configuraron el Plan Marshall. En la primera, celebrada en junio la URSS, inicialmente también incluida en las ayudas americanas, manifestó su posición contraria al Plan. Más tarde llegó el consenso, sin los soviéticos, en un segundo encuentro celebrado el 12 de julio, donde se pusieron sobre la mesa las necesidades de cada país: Alemania Occidental, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Grecia, Irlanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal, Reino Unido, Suecia, Suiza y Turquía.
El Plan Marshall funcionó. Sus tres años de duración fueron los de mayor crecimiento europeo, recuperando el nivel de producción agrícola previo al conflicto bélico y con un desarrollo industrial nunca visto. Reino Unido (26%), Francia (18%), Alemania Occidental (11%), Italia (9,50%) y Países Bajos (9%) fueron los países que más recibieron del programa de Marshall, sin embargo, España quedó fuera.
El reparto de las ayudas Marshall, vislumbrando la Unión Europea
Para gestionar las ayudas, en Estados Unidos se creó la ACE (Administración para la Cooperación Económica), con un comisario en cada capital europea para coordinar el comercio internacional y el desarrollo industrial. Por el lado europeo nació la OECE (Organización Europea para la Cooperación Económica), integrada por los países beneficiarios de las ayudas del Plan para administrar eficientemente dichas ayudas. La OECE promovía la liberalización del capital, la concesión de créditos y acuerdos comerciales para facilitar la recuperación económica. Con la incorporación de España, Estados Unidos y Canadá, la OECE se convirtió en 1961 en la OCDE.
Tras esa conjunción de países en pos de la recuperación económica conjunta del Viejo Continente se vislumbraron los primeros acuerdos de libre comercio y relajación de aranceles.
Así, siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, se empezó a intuir una unión del continente europeo cuando, en abril de 1951, Alemania Occidental, Francia, Bélgica, Italia, Luxemburgo y Países Bajos ratificaron el Tratado de París, que daba lugar al nacimiento de la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), la primera entidad comunitaria que regulaba de forma conjunta el comercio y la extracción de acero y carbón.
Luego vinieron la CEE (Comunidad Económica Europea) y Euratom (Comunidad Europea de la Energía Atómica) con el Tratado de Roma en 1957, el Tratado de Fusión, el del Acta Única Europea, el de Maastricht, Ámsterdam, Niza y el de Lisboa. Setenta años de negociaciones, acuerdos, incorporaciones, progreso, desarrollo, cohesión e integración comunitaria que han configurado la Unión Europea del siglo XXI. Y donde, pese a todo el avance, en materia fiscal siguen existiendo abultadas diferencias.
Unión Fiscal Europea, un objetivo (inalcanzable) para una mayor integración
En las últimas décadas resuenan cada cierto tiempo las recomendaciones de organismos supranacionales para que la Unión Europea dé un paso más en su integración abordando la -necesaria- unión fiscal.
Un territorio europeo con los mismos impuestos se planteaba como el siguiente paso lógico tras la creación de la Eurozona en 1999. Pero la capacidad de fijar y modificar impuestos está intrínsecamente asociada a la capacidad de gobernar un territorio.
Aquí entran en conflicto las dos tendencias predominantes en la UE: aquellos países que quieren que la UE acumule mayor poder político sobre los presupuestos de los estados miembros, para así evitar nuevas crisis de deuda. Y los que piensan que el euro no será suficientemente sólido mientras no esté respaldado por políticas fiscales capaces de confeccionar un presupuesto único comunitario, por encima de los presupuestos nacionales.Cabe señalar que la Unión recibe financiación de las contribuciones de sus miembros, pero no tiene capacidad de cobrar directamente impuestos, sino que depende de la configuración fiscal de cada nación.