Mucho hemos oído hablar, sobre todo en estos tiempos de crisis, de la llamada libertad financiera, pero muy pocas veces nos hemos parado a pensar en qué consiste exactamente.
Cuando se habla de libertad financiera la gran mayoría de las personas se imaginan que ésta consiste en alcanzar una situación económica en la que se dispone de enormes cantidades de dinero (varios millones de euros) que nos permiten disfrutar de una vida de lujos sin tener que volver a trabajar nunca más.
Nada más alejado de la realidad. La libertad financiera consiste en alcanzar una situación financiera en la que dispongamos de una determinada cantidad de dinero que, poniéndola a trabajar para nosotros, nos genere unos rendimientos que nos permitan vivir con holgura sin tener que trabajar si así lo deseamos.
EL PAPEL DEL AHORRO EN LA LIBERTAD FINANCIERA
Cuando uno se pone manos a la obra para conseguir alcanzar su libertad financiera encuentra gran cantidad de información tanto en la red como en forma de bibliografía, que siempre hace hincapié en el mismo aspecto: la inversión.
Sin embargo, en todo este proceso existe otro aspecto que tiene gran importancia y al que nunca se le presta la suficiente atención. Hablamos del papel que juega el ahorro en todo este proceso.
El camino hacia la consecución de la libertad financiera debe comenzar con un análisis acerca de cuál es la situación financiera de partida para cada uno de nosotros, con el objetivo de corregir todos los desequilibrios de nuestra economía personal y familiar.
Lo primero de todo será corregir los desequilibrios, fundamentalmente eliminando parte o la totalidad de las deudas que podamos tener, sobre todo aquellas relacionadas con el consumo (préstamo para coche, viajes…). Posteriormente, una vez saneada nuestra economía, será preciso establecer los cimientos de nuestra libertad financiera sacándole partido al ahorro.
Uno de los grandes errores que cometen la mayoría de las personas es la de no disponer del suficiente ahorro para poder hacer frente a los imprevistos que puedan surgir.
El objetivo de todo esto es no tener que preocuparnos de nuestra capacidad económica en al menos dos años, mientras trabajamos para desarrollar los proyectos que nos acercarán a la libertad financiera. Esto es muy útil si, por ejemplo, estamos creando una empresa, puesto que nos permitirá afrontar la búsqueda de clientes sin estar necesitados, lo que hará que no nos mostremos ansiosos, y además nos permitirá decidir con qué clientes queremos trabajar y con cuáles no.
Pero el papel del ahorro en nuestro proceso de alcanzar la libertad financiera no termina ahí. El ahorro también será un instrumento que nos acompañará en la fase de acumulación de capital, pero en una forma diferente a la que tradicionalmente nos imaginaríamos.
En la economía actual, la forma en que se debe utilizar el ahorro una vez tengamos cubiertas nuestras necesidades básicas a través de un colchón de tranquilidad no debe enfocarse en la forma en que lo hacían en el pasado nuestros padres y abuelos, es decir, ahorrando como fin propio.
En el siglo pasado era posible alcanzar un cierto grado de libertad financiera exclusivamente a través del ahorro. Esto era posible debido a un contexto macroeconómico en donde existían tipos de interés que llegaron a superar el 12%. Sin embargo, tras la entrada de España en la unión monetaria los tipos de interés comenzaron a reducirse drásticamente hasta alcanzar niveles del 2-3%, y llegando en la actualidad a situarse en el 0%.
En este nuevo contexto financiero, atesorar dinero ya no es una fórmula válida para incrementar nuestro patrimonio. Por ello debemos enfocar el ahorro como una fórmula temporal para incrementar nuestro capital por otros mecanismos.
Por ello, es recomendable separar mensualmente un porcentaje de nuestros ingresos hacia una cuenta de ahorro con el objetivo de que a final de año lo destinemos, bien a invertir en los mercados o bien a crear otras fuentes de ingresos pasivos.