Se podría decir que este debate es uno de los más antiguos de la historia y sobre el que no hay una respuesta unánime. ¿Puede el dinero dar la felicidad? Muchos dirán que, rotundamente, no. Pero otros tantos pensarán que, aunque no sea la causa principal, sí que es un aliciente para alcanzarla.
Si bien el problema para resolver esta cuestión está en la propia definición de felicidad, ya que para cada uno es un concepto muy distinto. Para algunas personas la felicidad está en su familia, para otros, en su trabajo, y para otros en viajar.
Por ello, vamos a intentar aproximarnos a lo que podría dar respuesta a esa peliaguda pregunta en el aspecto económico, que es el que nos interesa. ¿Se puede ser feliz sin dinero?
El dinero como llave a la felicidad
La mayoría de personas asegura que el dinero, por sí mismo, no genera felicidad. Es decir, poseer una cuenta bancaria más abultada no te convierte automáticamente en alguien más feliz. De hecho, ¿a cuántos millonarios hemos escuchado quejarse de su infelicidad causada precisamente por su billetera?
Si bien el dinero es necesario para vivir, eso es indiscutible. Tener unas condiciones mínimas de vida digna y libre exige poder pagar nuestra manutención, el techo bajo el que vivir y condiciones que hagan nuestra existencia lo más llevadera posible (luz, agua, etc.). Por lo tanto, es un bien necesario para poder vivir y desarrollarnos como seres humanos.
Y es a raíz de esas condiciones de vida mínimamente decentes como se puede llegar a la felicidad. Porque el hecho de no llegar a fin de mes, de no poder pagar las facturas o de no tener una comida caliente en la mesa, originan frustración y tristeza. Es más, con la crisis económica se estima que la depresión aumentó en España un 19% y la ansiedad, un 8,4%, según el V Congreso Catalán de Salud Mental.
Porque no tener una estabilidad económica es fuente de desasosiegos, desvelos y preocupación, problemas que no dejan a las personas estar tranquilas y experimentar felicidad, ya que su cabeza está inmersa en esta situación.
Por ello, no se trata de una felicidad basada en lo material gracias al dinero, sino en una felicidad espiritual que proporciona el hecho de tener las necesidades básicas cubiertas -y ya de paso, darse algún caprichito– y poder dormir tranquilos por la noche.
La libertad que no da el dinero
Pero, por otro lado, hay otra corriente que defiende un tipo de felicidad desligada de todo lo que tenga ver con lo material y del dinero. Igualmente, también hemos escuchado muchas veces las historias de personajes millonarios y de éxito que un día deciden dejarlo todo y marcharse a vivir aislados sin nada más que lo esencial, o a ayudar a los más necesitados, renegando de su vida anterior dominada por el dinero.
Estas personas afirman haber descubierto la felicidad en las cosas más pequeñas, en la libertad de no tener obligaciones, ni llamadas de teléfono o correos electrónicos, así como la necesidad de consumir desenfrenadamente. En este sentido, esta gente aprovecha este cambio de vida para reencontrarse consigo mismos y reaprender a vivir, disfrutando de las cosas básicas.
No obstante, volvemos al punto anterior. Aunque dejan la ‘civilización’ o la vida urbanita, mantienen sus necesidades básicas cubiertas, sobre todo lo referente a la alimentación y la vivienda. No se van a vivir a la calle sin nada a lo que agarrarse.
El lujo del tiempo
Por último, hay un ingrediente nuevo en esta ecuación que cada día tiene más valor. Se trata del tiempo, que para muchos es el verdadero lujo del siglo XXI. En una sociedad en la que vamos a un ritmo frenético, con mil y una cosas que hacer al día, el tiempo libre emerge como ese sueño imposible.
Tener tiempo para uno mismo, para nuestros familiares y amigos es un placer que a día de hoy se valora más que antes. El problema de este bien de lujo es que no se compra con dinero. Es más, son aquellos que más dinero tienen quienes menos tiempo libre disfrutan, ya que siempre están muy ocupados. Por eso, las grandes fortunas saborean sus momentos de asueto como lo más sagrado.
El tiempo proporciona hoy más felicidad que ninguna otra cosa y el dinero no es muchas veces la vía para lograrlo. Por lo tanto, la pregunta acerca de si el dinero da la felicidad o no seguirá abierta mucho tiempo, pues dependerá de la percepción personal de cada uno.