Los tórridos veranos con noches sofocantes y situaciones meteorológicas extremas en prácticamente todo el continente europeo, serían consecuencia directa de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera, que está provocando un calentamiento global.
Así lo confirman los informes recientes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, que en 2022, ha completado la sexta revisión de la evidencia científica y publicado sus resultados. Según estos, este último verano también sería, muy probablemente, el mejor de los veranos que quedan por venir en este siglo, al menos.
Y es que, aunque aún exista cierta brecha en la comprensión ciudadana del alcance y gravedad del cambio climático, la realidad es que este afecta ya a todos los rincones del mundo con consecuencias alarmantes. Se avecinan cambios mucho más severos y potencialmente irreversibles, si no se logran reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
Pacto Verde Europeo: 2030 y 2050
En 2019, con este empeño en el horizonte y el mandato de una mayoría de ciudadanos europeos, la entrante Comisión Europea liderada por Úrsula Von der Layen propuso a los Estados miembro de la Unión Europea (UE) un Pacto Verde para impulsar una transición ecológica de la economía y sociedad europeas.
Aprobado en 2020, el Pacto Verde Europeo se traduce en un conjunto de iniciativas políticas de la Comisión Europea que abarca la práctica totalidad de sectores, desde renovación de edificios, transporte, energía, biodiversidad, agricultura o innovación, y que han ido creciendo en ambición para lograr el objetivo general de reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030, en comparación con los niveles de 1990, hasta conseguir que la UE sea climáticamente neutra en 2050.
Este ambicioso plan sitúa a la UE como líder global en la lucha contra el calentamiento global y como principal bloque económico en camino de cumplir los objetivos pactados a nivel global en París 2015. Cabe destacar que las emisiones de gases de efecto invernadero en la UE disminuyeron un 31% entre 1990 y 2020, superando el objetivo de la UE para 2020 en 11 puntos porcentuales.
Se complica el camino hacia los objetivos climáticos
Sin embargo, este objetivo global de mitigación de emisiones para evitar mayores pérdidas por impactos climáticos —se estiman pérdidas del 4% del PIB global y hasta del 18% del PIB en países del sudeste asiático— se ha visto amenazado en los últimos cinco años, por una secuencia de acontecimientos extraordinarios que ponen en entredicho su continuidad.
2020: pandemia
Primero fue la pandemia por COVID-19 que ha tenido un muy severo impacto en las economías, con tensiones aún no resueltas en cadenas de producción, una alarmante subida del endeudamiento público y una creciente desigualdad entre países y dentro de éstos, entre sus ciudadanos. Aunque más lejana pero no enteramente superada, estos impactos se suman a los de la crisis financiera iniciada en Estados Unidos en 2008 y que derivó en la crisis económica global más profunda desde la Gran Depresión de 1929.
2022: guerra de Ucrania
Segundo, la desigualdad e inseguridad y el descontento de muchos ciudadanos han aumentado, por las graves consecuencias de la guerra en Ucrania. Además del sacrificio de vidas humanas, migración forzosa de familias y destrucción masiva de infraestructuras y poblaciones en Ucrania, la invasión rusa está provocando fuertes sacudidas también en la economía europea.
Tres meses después del inicio de la invasión, la Comisión Europea publicaba su plan REPowerEU para reducir la dependencia europea del gas ruso aumentando las medidas de eficiencia energética, diversificando fuentes de energía y acelerando la instalación de renovables. Más tarde, en el mes de julio de 2022, los países europeos acordaron medidas extraordinarias para reducir hasta marzo del 2023 un 15% el consumo de gas.
Inflación y precios energéticos disparados
Desde entonces, la situación ha empeorado. Al corte del suministro de gas ruso, se suman el impacto de la sequía en generación hidroeléctrica y nuclear. El precio del gas y de los productos refinados de petróleo se mantienen en niveles récord desde el estallido del conflicto, lo que agrava las tensiones inflacionistas. Las cadenas de producción aumentan la tensión por la contienda entre China y Taiwán. Los precios al consumo están subiendo un 10,3% anual en el seno de la OCDE, la tasa de crecimiento más elevada de las últimas tres décadas. En España, el IPC adelantado sitúa su variación anual en el 10,4% en agosto de 2022.
Transición ecológica en el escenario más complicado
Insistir en acometer una transición ecológica en este contexto coyuntural tan dramático para familias y empresas parece rechinar. Incluso las recientes decisiones de seguridad nacional y de suministro energético de los países parecen contradecir el consenso global de reducciones de emisiones: la UE ha catalogado el gas y la nuclear como actividades sostenibles, Alemania, Austria, Italia y Países Bajos prevén aumentar la generación de electricidad con centrales de carbón, China sigue construyendo nuevas centrales, Estados Unidos tampoco rebaja sus estimaciones de producción eléctrica con carbón… Mientras tanto, las emisiones de gases de efecto invernadero mundiales siguen aumentando.
Cambio climático: una carrera de fondo
Sin embargo, no hay que perder la perspectiva. Mientras que los países esprintan para reducir el impacto de esta coyuntura en sus ciudadanos, la lucha contra el cambio climático, es una larga carrera de maratón. Hay que favorecer políticas que, impulsadas por los elevados precios de la energía, favorezcan la incorporación de renovables y medidas de eficiencia energética y aceleren el despliegue de nuevas tecnologías como el hidrógeno verde o las turbinas de viento flotantes. Hoy en día, hay opciones técnicamente viables y cada vez más competitivas con respecto a las alternativas fósiles. Según el IPCC, entre 2010 y 2019, los costes de las tecnologías renovables han caído de manera muy significativa: energía solar (85%), eólica (55%), baterías de litio (85%), etc.
Porque, sin esfuerzo en mitigación, llegará un momento que las medidas para adaptarse a las nuevas condiciones climáticas y sus impactos serán inútiles. Y porque no hay que pensar que esa adaptación exigirá inversiones menos costosas, incluyendo en términos de vidas humanas. La adopción de estas políticas dependerá de cómo venga el próximo invierno. El verano, muy probablemente, será mucho más caluroso.
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