Estamos viviendo una época francamente interesante para el sector financiero, en la que todo lo que se daba por hecho está cambiando… y como en toda crisis, hay compañías que no han sido capaces de encajar en esta nueva realidad, y hay compañías que no sólo están adaptándose sino que están creciendo y reinventando el sector: las startups fintech.
Podríamos definir las fintech como un nuevo tipo de negocios que apoyándose en la tecnología están transformando el sector financiero, aplicando nuevos algoritmos y formas de trabajar; pero en realidad es mucho más que eso: se trata de empresas que han sabido leer el profundo cambio que está sufriendo el mercado, que han entendido que este cambio va mucho más allá de la tecnología, y que tiene que ver con las personas.
Muchas de las empresas fintech, que comenzaron siendo “startups” en su momento, han surgido para dar respuesta a la enorme transformación que en los últimos tiempos están viviendo los clientes: por un lado, en su órbita personal se han acostumbrado a que lo normal es la inmediatez en el servicio, a que hay una app para todo, a que para prácticamente cualquier cosas pueden usar el smartphone, y a que un servicio excepcional ya no es algo “excepcional”. Y sin embargo, en su relación con otras empresas, entre las que se incluyen algunos bancos, su día a día lo marcan la falta de transparencia, el lenguaje incomprensible, la presencialidad y la burocracia.
Se cita a menudo un dato obtenido en la realización del “The Millenial Disruption Index” que pone de relieve este problema: el 71% de los millenials prefiere ir al dentista que ir a su banco, e incluso un 33% cree que no necesitan un banco en sus vidas. Más allá de la anécdota, el trasfondo de este estudio no deja dudas: el sector bancario necesita cambiar, y hay entidades que han abrazado con entusiasmo este cambio, y otras que se resisten como gato panza arriba.
Pero en cualquier caso, esta diferencia entre los bancos y las fintech no viene motivada por la desidia o la pereza de los bancos, sino porque un sector con regulaciones tan estrictas, tecnología muy segura pero heredada de hace décadas y una enorme inversión en oficinas no puede cambiar de un día para otro, por mucho que lo intente.
Y es que cada vez se crean más startups de tipo fintech, siendo uno de los sectores que más atención e inversión atrae, especialmente en plazas con una larga tradición financiera como Londres, Nueva York o Munich.
Cuando hablamos de startups fintech, hablamos de la reinvención de los préstamos entre personas (P2P Lending), los préstamos a empresas (Crowdlending), la inversión automatizada (roboadvisors), los algoritmos de inversión en bolsa (trading), las criptomonedas y el protocolo blockchain, los comparadores, las plataformas de crowdfunding, el uso de grandes volúmenes de datos para sacar conclusiones (bigdata) e incluso aprender (machine learning), la reinvención de los pagos… y muchos más.
Todas estas tecnologías, y muchas otras, son la base que las empresas fintech utilizan para competir en un mercado cada vez más global, donde las viejas barreras son cada vez más relevantes y en el que la velocidad y la adaptación son las armas con las que pelear… algo que tanto banca como startups fintech tienen muy presente.
Y aunque sería muy fácil pensar que las fintech son las “salvadoras” de los clientes, y que los bancos están destinados a extinguirse, creo que la realidad es mucho más compleja: ni todas las fintech son necesariamente muy innovadoras, ni todos los bancos está “a verlas venir”. Y no olvidemos que la banca tiene al principal activo en sus manos: los clientes. En España tenemos muchos ejemplos de bancos tremendamente innovadores que han abrazado las fintech desde el primer día y que han comprendido que su futuro pasa por una reinvención de los modelos de negocio, lo que en última instancia está ya beneficiando a sus clientes.
Por eso creo que no se trata de buscar una posición de confrontación, sino espacios para colaborar, ya que en medio de esta tormenta perfecta necesariamente deberá haber un acercamiento de posiciones entre la banca más tradicional y las startups fintech, dos actores destinados a entenderse y de cuya colaboración será enormemente beneficiosa.
Porque en un mundo donde muchos bancos sólo se diferencian del de al lado por los precios y los colores, es necesario ir mucho más allá, y buscar formas diferentes de competir, especializarse y aprovechar la tecnología. Y sin duda este despegue de las fintech acabará siendo muy positivo no sólo para los propios bancos, sino para los usuarios finales: ahorradores, inversores y clientes de corte financiero, que ya están viendo una mayor agilidad en los servicios que reciben, inmediatez, mejor servicio y una forma de relacionarse a la altura de sus expectativas.