La due diligence, o diligencias debidas, es un proceso empresarial que consiste en identificar los riesgos y beneficios potenciales de transacciones empresariales relevantes, como fusiones o adquisiciones, que afectan a empresas cotizadas.
Desde el punto de vista del comprador de una operación de adquisición, la due diligence identifica los riesgos, determina las potenciales sinergias y medidas que podrían mejorar el funcionamiento, ayuda a entender el valor y da soporte en la negociación. En resumen, respondería a la pregunta de si realmente la empresa compradora está comprando lo que cree que está comprando.
Para el vendedor, el proceso de due diligence es una ayuda a la hora de determinar los aspectos críticos que se podrían poner de manifiesto en una eventual transacción y facilita información adecuada a posibles compradores.
En el caso de que hubiera un tercer actor en la operación, como podría ser un financiador, la due diligence es un requisito obligatorio que suelen exigir las entidades financieras que se ven implicadas en una operación corporativa.
En cualquier caso, lo normal es que la due diligence se realice para la empresa compradora antes de que lance la posible operación: estudio de viabilidad (due diligence de identificación), aunque también es necesaria cuando la oferta es no deseada y hay que valorar la oferta y a quien la lanza (due diligence de originación).
Existen toda una serie de procesos de due diligence que dependen del motivo que hay detrás. Así, puede haber due diligences comerciales, fiscales, legales o laborales y cada una precisa de un tipo de experto diferente. En el caso de operaciones comerciales o financieras el proceso lo dirigen bancos de inversión o empresas de asesoría.
Aunque las due diligences dependen del tipo de transacción financiera y de las necesidades del inversor (comprador o vendedor) sirven para valorar el atractivo de la inversión u operación porque ayudan a entender el negocio y sus motores, y a evaluar la calidad del cash flow, los activos y la gestión del objetivo.
También identifican los riesgos clave, al apuntar los pasivos que pueden afectar de forma negativa el acuerdo (los ‘peros’ de la operación) y concluyen ofreciendo una valoración sobre la calidad de las proyecciones y sobre los asuntos a cubrir en el acuerdo de compraventa o SPA (Sales Purchase Agreement).
El enfoque típico de una due diligence comercial pasaría por aportar una visión de conjunto de la otra empresa, su modelo de negocio, cómo añade valor o cuáles serían los objetivos financieros y estratégicos, en un primer paso.
El segundo paso sería ofrecer un análisis detallado de la empresa vendedora en el que se valoraría su atractivo de mercado y la posición competitiva en la que quedaría la empresa compradora o la nueva empresa integrada, tanto desde un punto de vista de los clientes, como de los competidores.
Por último, en la due diligence se evaluarían las hipótesis del plan de negocio, los principales riesgos y escenarios, las principales oportunidades y cómo se podrían activar tras la operación.
La due dilligence es distinta a una auditoría porque esta última no aporta información sobre la empresa en el mercado, solo de sus cuentas.
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