La pandemia de la covid-19 ha tenido un fuerte impacto en la economía mundial. El inicial impacto en la movilidad de las personas provocó un notable descenso de la actividad empresarial, pero la rápida recuperación en algunas zonas del mundo ha provocado el desabastecimiento en numerosas industrias y el incremento de los costes de las materias primas y del transporte que, junto con otros elementos, están generando un escenario no previsto de rupturas de stock y de inflación.
Shock de oferta
El parón de la economía en los meses más crudos de la pandemia provocó un funcionamiento al ralentí en muchas industrias incluso la desaparición de muchas empresas; con el inicio de la recuperación, hay que realizar un esfuerzo extra por “recuperar el tiempo perdido”, tanto con relación a las ventas no realizadas como a la propia disponibilidad de inventarios.
Esto ha provocado que muchas empresas de una gran variedad de industrias lancen grandes pedidos de materias primas y suministros al mismo tiempo, pidiendo incluso por encima de lo que necesitarían a corto plazo, para disponer de un stock de seguridad. Tratan de hacer acopio, de manera similar a lo que sucedió en su momento, por ejemplo, con las mascarillas o el papel higiénico.
Mayor demanda y oferta ajustada
Esta situación de mayor demanda se une a cierta contracción de la oferta; en un momento en el que una parte substancial de la producción de muchos artículos se concentra en India, China y otros países del sudeste asiático, en amplias zonas de esos países todavía se mantienen diversas restricciones y controles a la movilidad, lo que implica una escasez de trabajadores y mayores dificultades para sacar adelante la producción.
El estrés en la producción de chips es uno de los ejemplos más llamativos: las fábricas de chips son muy sofisticadas, montar una de esas factorías supone una inversión de varios miles de millones de dólares y un largo período de espera, por lo que la producción se concentra en unos pocos fabricantes a nivel mundial, principalmente en Taiwán y Corea del Sur.
Hoy en día, multitud de aparatos y vehículos cuentan con chips para medir y controlar diversas variables, conectarse a internet, etcétera, y esto supone que la demanda de chips está disparada y las fábricas no son capaces de suministrar más rápidamente. Así, por ejemplo, la compra de un automóvil nuevo parece hoy en día una odisea, con plazos de entrega que pueden rondar un año.
El problema del desabastecimiento afecta a una gran variedad de sectores, como la construcción (con el incremento del coste del acero, la madera y otras materias primas), o la industria alimentaria y la cosmética (por ejemplo, por las restricciones provocadas por el COVID-19 en Malasia, segundo productor mundial del aceite de palma, tan utilizado en diversos ámbitos).
Problemas logísticos
Existe un enorme flujo de mercancías para enviar y al mismo tiempo existen diversos problemas en la cadena de suministros:
- Dificultades en los puertos, por donde pasa el 80% del tráfico mundial de mercancías, con cuarentenas para los buques, diversas medidas de desinfección, más papeleos, etcétera.
- Falta de camioneros para el transporte terrestre: se calcula que en Europa hacen falta unos 400.000. En España se precisarían unos 15.000, según las estimaciones de Transeop.
- Saturación de los puertos, muchos de los cuales no dan abasto para gestionar las ingentes cantidades de mercancía.
- Escasez de pallets de madera sobre los que viaja la mercancía, que en solo un año han cuadruplicado su precio.
- El propio coste del transporte marítimo, que ha llegado a multiplicarse por siete, funcionando incluso de manera similar a una subasta, en la que el mejor postor se lleva el premio del transporte.
Coste de la energía
El coste de la energía es un elemento que se añade prácticamente a cualquier producto presente en nuestras vidas: necesitamos energía para producirlos, para transportarlos, para almacenarlos…
El camino hacia la descarbonización de la economía, el coste de los derechos de emisión de CO2, el ascenso de los precios del gas y del petróleo, y como consecuencia de todo ello, la subida del coste de la electricidad, conlleva una subida paralela del coste de otros productos.
De esta manera, por ejemplo, el Índice de Precios de la Producción (IPP) chino está creciendo muy rápidamente, algo que podría trasladarse a la inflación en ese país y, por extensión, debido a su influencia en la economía global, al resto del mundo.
El fantasma de la inflación
Relacionado con algunos de los factores mencionados anteriormente está el posible incremento de la inflación por encima de los niveles que serían deseables, por lo que Estados Unidos —y previsiblemente Europa, pasado un tiempo— están preparando ya el tapering, o retirada de los estímulos monetarios que han puesto en circulación para soslayar la crisis.
El tapering debe ser un proceso gradual y cuidadoso, ya que la retirada acelerada de la inmensa cantidad inyectada podría provocar diversos efectos negativos, al producir subidas de los tipos de interés:
- Una pausa en el crecimiento, al bajar el consumo y la inversión,
- tensiones en los mercados de deuda,
- convulsiones en las bolsas y en los mercados de divisas, etcétera.
Otros factores que pueden afectar al desabastecimiento
Existen otros factores que pueden influir en los problemas de abastecimiento que se están notando ya en diversos sectores y países, como son:
- El cambio de modelo económico en China, con el fomento del consumo interno (como se ha puesto de manifiesto con el enorme crecimiento del sector inmobiliario en el país y la posterior crisis de Evergrande).
- El Brexit, que está acentuando el problema no solo en el interior del Reino Unido, con mercados desabastecidos e incluso gasolineras sin combustible, sino también para los países con fuertes relaciones comerciales con dicho país.
Cuándo saldremos de esta situación
Algunos analistas auguran que se podría volver a un funcionamiento más o menos fluido del comercio mundial hacia mediados de 2022, mientras que otros indican que podría prolongarse más en el tiempo, debido a la diversidad de factores que confluyen y se retroalimentan.
La crisis ocasionada por el COVID-19 se ha producido cuando algunas economías todavía se estaban recuperando de la crisis financiera. Factores transversales como el cambio climático, o tan importantes como el cambio de modelo económico en China, hacen pensar que, aunque se pueda recuperar una situación de mayor normalidad, quizás vivamos un futuro diferente.