Ralentización del crecimiento económico de la Eurozona en el 1T
La primera lectura de los datos del 1T ha constatado la ralentización de las economías avanzadas en los tres primeros meses de un año marcado por la persistencia de las tensiones inflacionistas y de los problemas en las cadenas de valor, junto al nuevo shock exógeno histórico que ha representado el estallido de la guerra en Ucrania. Todo ello en un contexto en el que un gran número de países no han recuperado los niveles de PIB tras dos años del impacto inicial de la pandemia. Al mismo tiempo, la crisis sanitaria sigue condicionando las perspectivas globales ante la desaceleración económica de China, acentuada por la nueva ola de casos de contagios y la política zero covid de su Gobierno. Una circunstancia que ha lastrado la actividad del sector servicios y de la industria, lo que retrasa el escenario de normalización de las cadenas de suministro a nivel mundial.
En este entorno, la Eurozona a finales del 1T siguió mostrando un patrón de recuperación económica retrasada frente al resto de principales economías globales, al presentar unos niveles de producción sólo un 0,4% superiores a los pre-covid. En contraste, a pesar de la contracción del PIB de EEUU de un 0,4% trimestral en los tres primeros meses de este año, respecto al 4T de 2019 repuntó la actividad un 2,7%.


De esta forma, la expansión en enero de la variante ómicron, las incertidumbres asociadas a la guerra de Ucrania, el fuerte encarecimiento de las commodities, la persistencia de las disrupciones en las cadenas de valor globales y la crisis energética han penalizado significativamente el dinamismo de la Eurozona. Una combinación de factores que ha provocado entre los meses de enero y marzo la moderación del ritmo de crecimiento a un 0,2% trimestral, 0,1 pp por debajo de lo proyectado por el consenso del mercado.
A pesar de la desigual exposición y sensibilidad de los países europeos a estas perturbaciones, la ralentización de la actividad fue generalizada entre sus 4 principales economías:
- Francia, la economía más resiliente hasta el momento, se estancó entre enero y marzo por el fuerte deterioro de la demanda doméstica (-1,3% trimestral). A pesar de la mejora de la actividad empresarial (el PMI compuesto se situó en marzo en 56,3 puntos), las restricciones de movilidad a comienzos de año y las presiones inflacionistas marcaron la evolución a la baja de su PIB.
- Alemania mantuvo las expectativas de crecimiento del PIB en el 1T (0,2% trimestral) tras su contracción de un 0,3% en el 4T de 2021. Una evolución que ha evitado que la primera economía de la Eurozona haya sufrido una recesión técnica, para lo que ha sido clave la mejora de la formación de capital (inversión interna e inventarios) y de la balanza comercial.
- La economía española registró un avance de la producción de un 0,3% trimestral (vs. 0,5% proyectado por el consenso del mercado), destacando la significativa caída del consumo de los hogares de un 3,7% respecto 4T de 2021. Así, el PIB español continúa un 3,4% por debajo del nivel previo a la pandemia, confirmando su recuperación retrasada respecto al resto de principales Estados de la zona monetaria europea.
- Italia fue la única entre las 4 mayores economías de la Eurozona que sufrió una contracción del PIB de un 0,2% respecto al trimestre anterior.

Por su parte, en el conjunto de la zona monetaria europea la mayor tasa de crecimiento económico se situó en Portugal (2,6% trimestral), apoyada en el dinamismo del consumo privado, el incremento de la demanda externa y la recuperación del turismo.

En esta coyuntura, el 2T ha comenzado mostrando un nuevo deterioro de la confianza del sector privado, consolidando la tendencia a la baja de los últimos 6 meses. En abril, el Indicador de Sentimiento Económico (ESI) de la Comisión Europea disminuyó 1,7 puntos tanto en la UE (a 104,9 puntos) como en la Eurozona (105,0 puntos). Destacó especialmente la contracción de la confianza del consumidor (-1 punto), del sector de la construcción (-1,8 puntos) y del comercio minorista (-2,0 puntos). La industria mostró un descenso más moderado (-0,8 puntos), mientras que el sector servicios se mantuvo estable (0 puntos).
Entre las principales economías europeas, España protagonizó la disminución más significativa al caer 4,5 puntos, seguida de Francia (-1,4), contrastando con la mayor estabilidad de Alemania (-0,1), Países Bajos (+0,1) y Polonia (+0,3). En terreno positivo, destacó el aumento del ESI en Italia (+1,3).

Así, las incertidumbres del entorno económico a corto y medio plazo seguirán marcando el dinamismo de la actividad económica en Europa. La evolución de la pandemia y las políticas zero covid aplicadas por China, la prolongación del conflicto en Ucrania y los crecientes niveles de precios podrían derivar en un posible escenario de estanflación, sujeto a la respuesta del BCE, el impacto del nuevo paquete de sanciones a Rusia, los riesgos en torno al suministro de gas natural y el escenario geopolítico, y las medidas de los gobiernos para evitar un mayor deterioro del sentimiento económico. Todo ello unido a que será clave el grado de despliegue y ejecución de los fondos de recuperación Next Generation EU.

No obstante, la apertura plena de las economías europeas, el repunte de la demanda de servicios y las positivas expectativas del sector turístico (especialmente en países como Francia, Italia, Portugal y España) ante los riesgos geopolíticos, sociales y sanitarios de otros destinos alternativos proyectan un mayor dinamismo hasta finales del 3T de este año.
Senda de crecimiento económico de China a la baja
La economía china sigue mostrando una pérdida de momentum ante el impacto de la última ola de la pandemia y la política zero covid del Gobierno, que han provocado la reintroducción de medidas de control sanitario en núcleos urbanos que representan el 40% del PIB de la potencia asiática. En concreto, en abril las restricciones de movilidad adoptadas en Shanghái o en Changchun, importante ciudad manufacturera del sector automovilístico, han lastrado la actividad de las cadenas de valor globales y retrasado su escenario de normalización. Al mismo tiempo, se ha registrado un significativo deterioro de las expectativas empresariales.

Los indicadores adelantados del pasado mes de abril han confirmado la caída tanto de la producción manufacturera como de la demanda de servicios, reflejando los riesgos de que la economía china pueda sufrir una contracción en términos trimestrales del PIB en este 2T.
Según los índices de los gestores de compra elaborados por el National Bureau of Statistics (servicio estadístico oficial chino, NBS), en abril el PMI manufacturero retrocedió 2,1 puntos hasta 47,4 puntos (vs. 49,5 puntos el mes anterior), su menor registro desde febrero de 2020. Unos datos que también han mostrado los problemas logísticos y de entrega de materias primas que afronta la potencia asiática a corto plazo al retroceder el indicador de tiempo de entrega a 37,2 puntos (vs. 46,5 puntos en marzo).
Adicionalmente, se ha registrado una caída de las nuevas órdenes de pedidos de exportación, que podría condicionar negativamente a los dos pilares del crecimiento del PIB de China desde el inicio de la pandemia como son el sector industrial y la demanda exterior, especialmente ante las perspectivas a la baja del crecimiento y del comercio mundial.

Por su parte, el PMI no manufacturero del NBS, que incluye construcción y servicios, descendió significativamente hasta 41,9 puntos frente a 48,4 puntos en marzo, mostrando las peores perspectivas desde el inicio de la pandemia. Un dato que no sólo constata la caída de la demanda de los hogares chinos ante las restricciones de movilidad, el deterioro de la confianza de los consumidores y el incremento del desempleo, sino que también refleja los desequilibrios en el sector inmobiliario. Todo ello en una coyuntura en la que se ha producido un retroceso de la actividad en 19 de 21 de los sectores analizados por el NBS, destacando especialmente el caso del transporte aéreo, los alojamientos turísticos y la hostelería.


Esta evolución se sitúa en línea con el dato del PMI servicios de Caixin, que en abril ha reflejado el mayor deterioro de su actividad desde comienzos de 2020 al retroceder a 36,2 puntos (vs. 42,0 puntos anterior), situándose por sexto mes consecutivo en terreno de contracción. Siguiendo la misma tendencia, el PMI manufacturero cayó 2,1 puntos hasta 46,0 puntos, manteniéndose en terreno de contracción. Así, el indicador compuesto retrocedió 6,7 puntos hasta 37,2 puntos, mostrando peores perspectivas respecto a los registros del NBS.
La coyuntura actual de China, marcada por la nueva ola de la pandemia y los problemas de suministro de las cadenas de valor, junto a la guerra de Ucrania, han tenido también su reflejo de forma heterogénea en el sector manufacturero en la región de Asia-Pacífico. En términos generales, la menor actividad de la potencia asiática, principal socio comercial de gran parte de la región, se vio contrarrestada por el incremento de la demanda de otros mercados clave como EEUU.

Según S&P Global (IHS Markit), el índice de gerentes de compras manufacturero de Corea del Sur se elevó a 52,1 puntos, recuperando parcialmente el terreno perdido tras una fuerte caída en marzo, si bien las presiones de precios y oferta se vieron incrementadas por la invasión de Ucrania y las restricciones de movilidad reintroducidas en la segunda potencia mundial. Un mayor dinamismo que se observó también en los avances de los PMI manufactureros de Filipinas o Australia. En contraste, descendió en Taiwán a su menor registro desde julio de 2020, reflejando los mayores vínculos económicos con China.

Las negativas perspectivas sobre el dinamismo de la actividad en China a corto plazo han contrastado con las de EEUU y la Eurozona, donde se ha observado por séptimo mes consecutivo un nuevo avance del PMI compuesto hasta 55,8 puntos (máximo desde octubre de 2021). Ha sido clave el repunte de las expectativas del sector servicios (+2,1 puntos a 57,7 puntos), principalmente explicado por la retirada de las restricciones de movilidad y las positivas previsiones del sector turístico en los próximos meses como destino seguro ante las incertidumbres geopolíticas, sociales y sanitarias que presentan otros destinos a nivel mundial.
De esta forma, se confirma no sólo el desacoplamiento de la política monetaria de China respecto a la del resto de los principales bancos centrales, sino también de su política fiscal que mostrará un mayor tono expansivo ante las medidas anunciadas por el presidente Xi Jinping para garantizar el repunte de la actividad de cara a su reelección en el XX Congreso Nacional del Partido Comunista en octubre. En este sentido, se impulsará la inversión en infraestructuras en cinco áreas concretas: vías navegables y puertos, oleoductos y gasoductos, aeropuertos y ferrocarriles, modernización núcleos rurales, y tecnologías de la información como supercomputación o redes de banda ancha. Todo ello con el fin de alcanzar el objetivo establecido de un crecimiento del PIB de un 5,5% anual este año, y también para lograr reducir los niveles de desigualdad e incrementar el peso de la demanda interna.
De ahí que no se descarte que el Gobierno chino pueda elevar el déficit fiscal objetivo fijado de un 2,8% en 2022, y apoyar la actividad del sector tecnológico como mecanismo para reforzar el empleo e impulsar el dinamismo económico. Al mismo tiempo, también podrían realizarse cambios en el diseño de la política zero covid para evitar un mayor deterioro de la confianza y las expectativas empresariales.
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