OCDE: riesgos al alza en la economía mundial
La economía global mantiene su senda de crecimiento marcada por crecientes riesgos en torno a la pandemia y las tensiones inflacionistas, especialmente al producirse éstas en una fase inicial de la recuperación. Todo ello en un entorno en el que la nueva ola del coronavirus en Europa y la aparición de la variante ómicron, unido al retraso del proceso de vacunación en los países en desarrollo, han provocado la reintroducción de medidas de distanciamiento social y restricciones a los viajes internacionales. Una circunstancia que, en el caso de los países con mayor exposición a las actividades relacionadas con el turismo, el ocio y la hostelería, podría generar mayores daños estructurales en la economía real.
A pesar del dinamismo de la recuperación, especialmente a partir del 2T de este año, crece el riesgo de que los países emergentes y en desarrollo alcancen sus niveles de producción previos a la pandemia de forma retrasada frente a las economías avanzadas. Un hecho explicado principalmente por el menor margen de actuación de su política fiscal, el retraso en el desarrollo de los planes de vacunación y el peso en su tejido empresarial de las actividades de consumo social. A este conjunto de factores se unen los menores niveles de renta per cápita, frente al ahorro acumulado por los hogares en las economías avanzadas desde el inicio de la crisis sanitaria.


En esta coyuntura, el organismo internacional ha revisado ligeramente a la baja sus expectativas de crecimiento global, situándolo en un 5,6% anual este año (vs. 5,7% anual en septiembre), al mismo tiempo que mantiene sin cambios el avance de la producción mundial en un 4,5% anual en 2022. Unas previsiones que toman como escenario base una mayor coordinación internacional en el proceso de vacunación, la plena reapertura de las economías, el tono acomodaticio de la política económica, unas condiciones financieras favorables y una mayor demanda del sector privado.
En las economías avanzadas se observa una mayor convergencia del crecimiento económico entre EEUU y la Eurozona, si bien ambas registran una revisión a la baja de sus perspectivas este año. En el caso de EEUU, la OCDE sitúa el avance del PIB en un 5,6% anual, frente al 6,0% previsto anteriormente, ante la significativa moderación de la actividad en el 3T.Por su parte, la zona monetaria europea registraría un incremento de la producción de un 5,2% anual, 0,1 pp inferior al proyectado en septiembre ante el impacto de esta nueva ola del coronavirus. No obstante, el dinamismo continuaría principalmente apoyado por su sector exterior, el tono expansivo de la política fiscal, las condiciones financieras favorables y el despliegue de los fondos del plan de recuperación Next Generation UE. De ahí que, a pesar del impacto sobre la actividad de las presiones inflacionistas en la senda de 2022, la OCDE mantiene mejores perspectivas en la Eurozona el próximo año con un repunte del PIB de un 4,3% anual (vs. 4,6% anual anterior). En la economía estadounidense el crecimiento se moderaría 0,2 pp respecto a la estimación anterior hasta un 3,7% anual en una coyuntura marcada por la retirada de estímulos monetarios de la Fed y tres posibles subidas de los tipos de interés oficiales a partir del 2T de 2022.
Entre los principales países de la zona monetaria europea destaca la significativa revisión a la baja de las perspectivas de crecimiento de España de 2,3 pp a un 4,5% anual este año, retrasando la recuperación de los niveles pre-pandemia a 2023. En contraste, el organismo internacional ha revisado nuevamente al alza el avance de la producción en 2021 de Italia y de Francia a un 6,3% y un 6,8% anual, respectivamente (vs. 5,9% y 6,3% anual anterior). Por su parte, respecto a su escenario macroeconómico de septiembre, ha mantenido sin cambios el ritmo de crecimiento de Alemania en un 2,9% anual, una senda que continúa afectada por el impacto en su sector industrial de los cuellos de botella de las cadenas de suministros globales.
Adicionalmente, entre los países del G7 el mayor repunte del PIB en 2021 se situaría en Reino Unido de un 6,9% anual (vs. 6,7% en septiembre), mientras que el de Japón se limitaría a un 1,8% anual, 0,7 pp inferior al estimado el pasado mes de septiembre.
Por su parte, en 2022 el organismo internacional prevé un menor dinamismo generalizado entre las economías avanzadas, con las únicas excepciones de Francia, Italia y Japón que proyectan un incremento de la producción mayor al previsto en su anterior escenario macroeconómico.

Paralelamente, en las economías emergentes se observa una evolución heterogénea, mejorando las proyecciones de crecimiento de este año en los países productores de materias primas ante el incremento de sus precios y de la demanda global de bienes. Así, la OCDE prevé un avance del PIB entre 0,4 pp y 1,6 pp superior al previsto en el caso de Argentina, Sudáfrica, Arabia Saudí, Turquía y Rusia. En contraste, modera sus expectativas en el caso de Brasil, México (afectada por el menor avance de EEUU), Indonesia, India y China.
En el caso de la segunda potencia mundial, la OCDE rebaja su estimación de ritmo de crecimiento a un 8,1% anual este año, 0,4 pp inferior al proyectado el pasado mes de septiembre. Una revisión a la baja explicada por la atonía de la demanda interna, los riesgos en torno a su sector inmobiliario, la crisis energética y el endurecimiento de las medidas de distanciamiento social para controlar diferentes brotes del coronavirus en algunas provincias del país. Un conjunto de factores que condicionan la senda de crecimiento económico de China, situándolo en torno a un 5,0% en 2022.
La inflación continuará marcando el entorno global en 2022
El año 2021, más allá de la pandemia, finalizará marcado por el significativo repunte del nivel de precios mundial por encima de las proyecciones de los principales organismos internacionales y de los bancos centrales. De esta forma, la inflación se ha erigido como unos de los factores que determinarán el dinamismo del crecimiento en 2022 por sus implicaciones en la política monetaria, en las condiciones financieras y en el sentimiento económico del sector privado.
En la actual coyuntura, el fuerte incremento de la demanda de bienes y la persistencia de los shocks de oferta han situado la inflación en las economías avanzadas en sus mayores registros desde la década de los 90. Los cuellos de botella, el incremento de los costes del transporte y de las materias primas básicas y la crisis energética han provocado una revisión al alza de las perspectivas del nivel de precios, condicionando la estrategia de los bancos centrales. Todo ello unido a sus implicaciones sobre los resultados empresariales y la renta disponible de los hogares.


En este sentido, según la lectura preliminar de Eurostat, la inflación en la Eurozona aceleró nuevamente su senda al alza en noviembre hasta un 4,9% anual, superando en 0,8 pp su registro del mes anterior y alcanzando su mayor nivel histórico. Entre sus componentes destacó el fuerte aumento del precio de la energía de un 27,4% anual (vs. 23,7% en octubre), seguido del incremento del coste de los servicios (2,7%), de los bienes no industriales (2,4%) y de los alimentos, alcohol y tabaco (2,2%).

Todo ello en un contexto en el que la OCDE proyecta que la inflación continúe mostrando la actual tendencia hasta finales de este año, estimando que 1,5 pp del incremento de los precios se explica por los desequilibrios de oferta que presenta la economía mundial. De ahí, que proyecte que 2022 sea un año de inflexión en el que se observe una progresiva moderación del avance de los precios, aunque se mantendrán por encima de sus niveles pre-pandemia.

Entre las principales economías avanzadas, el organismo internacional proyecta que la inflación en EEUU alcance un 2,5% anual a finales de 2023, 1,0 pp superior a su registro del 4T de 2019. Una moderación que podría producirse en un escenario en el que la Reserva Federal realice hasta tres subidas de los tipos de interés oficiales a lo largo del próximo año a partir de 2T.
En el caso de la Eurozona el crecimiento del nivel de precios se situaría en un 1,8% anual en el 4T de 2023, tras alcanzar su máximo de un 5,7% anual entre los meses de enero y marzo del próximo año. Todo ello en un entorno en el que el BCE, a pesar de la retirada de sus estímulos monetarios, podría posponer la primera subida de tipos al encontrarse la economía de la zona monetaria europea en una fase más retrasada de la recuperación respecto a EEUU, cuyo PIB se sitúa un 1,4% por encima de sus registros de finales de 2019.
Sin embargo, este escenario sobre la evolución de la inflación está sujeto a un conjunto de riesgos, entre los que destacan:
- La duración de los cuellos de botella de las cadenas de valor y suministros globales, proyectándose su normalización a partir del segundo semestre de 2022. No obstante, condicionado a que esta nueva ola de la pandemia, a la espera de conocer las implicaciones de la variante ómicron, no genere nuevas interrupciones de la producción y en el transporte de mercancías.
- Un desanclaje de las expectativas de evolución de los precios de las empresas y los hogares, en un contexto en el que ambos proyectan niveles de inflación superiores en los próximos 12 meses, por sus posibles efectos de segunda ronda.
- La persistencia de restricciones de movilidad y cierre de fronteras podría añadir nuevas presiones al mercado laboral, especialmente en los países que se observa falta de trabajadores en determinados sectores (construcción, tecnología, industria, agricultura) y con una progresiva pérdida de población activa ante la jubilación de los baby boomers. Una combinación de factores que podría generar mayores tensiones salariales.
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