Los riesgos actuales rebajan las previsiones de crecimiento globales
La actualización del escenario macroeconómico del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha constatado la desaceleración de la senda de crecimiento de la economía global. Los riesgos asociados a la expansión mundial de la variante ómicron y a una inflación más elevada y persistente este año, especialmente ante la disrupción de las cadenas de valor y la crisis energética, condicionan a la baja la actividad económica en 2022. Todo ello en un entorno en el que será clave la evolución de las tensiones geopolíticas en Ucrania, el acierto en el ritmo de normalización de la política monetaria de las economías avanzadas, el grado de ralentización de la economía china y el control de la crisis sanitaria a finales de este año.
Así, en 2022 el FMI prevé un avance del PIB global de un 4,4% anual, frente al estimado el pasado mes de octubre de un 4,9% anual, tras alcanzar un 5,9% el año pasado. Una revisión a la baja de 0,5 pp explicada principalmente por el menor dinamismo económico de las dos principales potencias mundiales.

En concreto, el organismo internacional proyecta un incremento de la producción de EEUU de un 4,0% anual, 1,2 pp inferior al estimado anteriormente ante la persistencia de los cuellos de botella y los problemas de suministros de chips, las elevadas presiones inflacionistas y una mayor normalización de la política monetaria de la Fed.
Paralelamente, rebaja el ritmo de crecimiento de la economía china en 0,8 pp hasta un 4,8% anual (vs. 5,6% en octubre) principalmente por las implicaciones de la política cero covid del Gobierno chino y los desequilibrios que presenta su sector inmobiliario. La desaceleración de China contrasta con las mejores perspectivas de India, con una revisión al alza de las perspectivas de avance del PIB de 0,5 pp a un 9,0% anual. De esta forma, se sitúa como la economía con un mayor ritmo de crecimiento a nivel global en 2022.

En el caso de la Eurozona se estima una pérdida de momentum menorcon un avance del PIB de un 3,9% anual frente al previsto anteriormente de un 4,3%, explicado por el repunte esperado de la actividad a partir del 2T ante un escenario de significativa relajación de las medidas de restricción de la movilidad y el diseño de una nueva estrategia de control sanitario.
Entre los principales Estados miembros de la zona monetaria europea, el mayor repunte de la producción se prevé en España de un 5,8% anual. No obstante, es importante señalar que es inferior en 0,6 pp al estimado en octubre por el FMI (6,4% anual) y que confirma que nuestro país no recuperará los niveles de producción previos a la pandemia hasta el próximo año, tras sufrir la mayor contracción entre los países que configuran la OCDE y la UE en 2020 (-10,8% anual). Unas perspectivas que están condicionadas por el impacto sobre la actividad y la competitividad de los actuales elevados niveles de inflación de la economía española, que superan los del conjunto de la Eurozona y los de Alemania, Francia e Italia.
En contraste, el crecimiento económico será significativamente menor en Alemania de un 3,8% anual, 0,8 pp inferior al previsto anteriormente por el FMI (4,6% anual). Así, su dinamismo seguirá marcado por las consecuencias en su sector industrial del fuerte repunte del coste de la energía y de la persistencia de los cuellos de botella. Por su parte, el incremento del PIB se reduce en 0,4 pp en Italia y en Francia hasta un 3,8% y un 3,5% anual, respectivamente.
Fuera de la Eurozona, tras registrar Reino Unido entre las economías avanzadas el mayor avance del PIB en 2021 de un 7,2% anual, el organismo internacional reduce sus perspectivas de crecimiento en 2022 a un 4,7% anual (vs. 5,0% anterior). Al mismo tiempo, en el caso de Japón lo sitúa en un 3,3% anual, frente al 1,6% registrado el año pasado.

Este escenario también continúa condicionado a los riesgos asociados no sólo a la evolución de la pandemia y a una inflación más elevada y persistente, sino también a otros factores globales que determinarán el dinamismo de la economía mundial como:
- El acierto en la estrategia de normalización de la política monetaria de los bancos centrales, especialmente de la Fed. En este sentido, las autoridades monetarias asumirán el reto de acompasar la esperada retirada de estímulos monetarios con el dinamismo real del crecimiento económico.
- Las presiones inflacionistas adicionales que podrían generar la escasez de trabajadores, especialmente en EEUU, Reino Unido y Alemania, y las negociaciones salariales ante el deterioro de la renta disponible de los hogares. Una circunstancia que podría acelerar los efectos de segunda ronda en la inflación.
- Un deterioro mayor de las perspectivas económicas de China en caso de intensificarse los desequilibrios actuales de su sector inmobiliario, lo que podría impactar negativamente en su sector financiero y provocar una contracción del crédito a otros sectores con elevados niveles de endeudamiento.
- Las consecuencias de los eventos climáticos por sus implicaciones sobre los precios de las principales materias primas básicas alimenticias. Un hecho que, más allá de sus efectos negativos sobre la inflación, condiciona las perspectivas económicas y sociales los países productores en desarrollo y con menor nivel de renta per cápita.
- El escenario geopolítico, en el que Rusia y China apuestan por un nuevo orden internacional, por lo que será clave tanto el desenlace final de la situación en Ucrania como si se produce una escalada de las tensiones chinas hacia Taiwán.
Así, 2022 se perfila como un año en el que la economía mundial mantendrá a priori un ritmo de crecimiento superior al registrado antes de la pandemia. Sin embargo, la evolución de los riesgos presentes en el entorno actual podría dar lugar a nuevas revisiones a la baja de las perspectivas económicas. Todo ello en un contexto en el que se confirma la recuperación asimétrica de los niveles de producción y bienestar previos a la crisis sanitaria.
Mayor protagonismo de los riesgos inflacionistas a nivel global
Los actuales elevados niveles de inflación dibujan un nuevo entorno de precios al que no habían tenido que hacer frente las principales economías avanzadas en las últimas décadas. En este sentido, las presiones derivadas del repunte de la demanda tras la primera ola de la pandemia han ido perdiendo protagonismo frente a la persistencia de la disrupción de las cadenas de valor globales, el encarecimiento del transporte de mercancías y de las principales materias primas y la crisis energética, agravada en el caso de Europa por las tensiones geopolíticas de Rusia en Ucrania.
Esta combinación de elementos explica la revisión al alza de las perspectivas de inflación del FMI a corto plazo. Así, proyecta que el nivel de precios siga creciendo en los próximos meses, retrasando el inicio de su progresiva normalización hacia los objetivos de los principales bancos centrales a 2023. En concreto, prevé que en las economías avanzadas la variación del IPC alcance en el conjunto de este año un 3,9% anual, 1,6 pp superior a lo estimado el pasado mes de octubre, tras situarse en un 3,1% en 2021. Por su parte, las economías emergentes registrarían una inflación de un 5,9% anual (vs. 4,9% previsto anteriormente) frente a un 5,7% de promedio el año pasado.

Unas expectativas que estarán definidas principalmente por la evolución de los shocks de oferta generados a raíz de la pandemia. A pesar de que las encuestas de sentimiento económico del IFO Institute han reflejado una ligera normalización de los cuellos de botella, el indicador sobre la evolución del comercio del Kiel Institute ha mostrado la primera distorsión de los flujos comerciales internacionales ante la expansión global de la variante ómicron. El repunte de la incidencia en la región Asia-Pacífico se ha reflejado en una moderación de la actividad marítima en enero con una caída de las exportaciones de China de un 4,9% mensual. Un dato que muestra cómo la política cero covid y las medidas de confinamiento adoptadas por el Gobierno chino podrían tener implicaciones negativas en el suministro de insumos para Europa en el 2T.

No obstante, se confirma hasta el momento el menor impacto sobre las cadenas de suministros de esta ola de la pandemia frente a las anteriores. En enero, el indicador mostró un repunte del comercio mundial de un 0,7% respecto al mes anterior, liderado por el crecimiento de las exportaciones e importaciones en la UE de un 3,9% y un 1,6% mensual, respectivamente. En el caso de EEUU este avance se limitó a un 0,1% mensual en las exportaciones y a un 0,7% en las importaciones.
Todo ello en un contexto en el que según las estimaciones del FMI los cuellos de botella de las cadenas de valor restan 0,5 pp al crecimiento de la economía global y añaden 1 pp a la tasa de inflación mundial.


Paralelamente, será clave la evolución de la situación en Ucrania por sus implicaciones sobre los precios energéticos, especialmente en Europa dada su dependencia hacia el suministro de petróleo y gas natural de Rusia. La actual subida del precio de ambas materias primas proyecta nuevos máximos en la inflación de la Eurozona en los próximos meses al retrasarse la normalización de los precios de la energía. En este sentido, hasta el mes de diciembre el precio de la electricidad en la cesta representativa del consumo de los hogares europeos (IPC) había registrado un incremento de en torno a un 22% interanual, frente al 6% en EEUU. De ahí, que ante el escenario de un nuevo encarecimiento del precio del gas natural y la posibilidad el petróleo Brent pueda superar los 100 $ en los próximos meses, la zona monetaria europea afronta un creciente riesgo de un repunte más acelerado de su inflación subyacente y de una reformulación de la estrategia monetaria del BCE.
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