Inflación en EEUU: ligera moderación a la espera de la evolución de las presiones de oferta
El crecimiento de los precios al consumo en agosto en EEUU ha mostrado signos de moderación al registrar su menor avance mensual en los últimos 7 meses de un 0,3% (vs. 0,5% en julio), ligeramente inferior al proyectado por el consenso del mercado de un 0,4% mensual. Por su parte, el IPC subyacente, excluyendo alimentos y energía, limitó su incremento a un 0,1% mensual, principalmente explicado por la caída de los precios relacionados con la movilidad y el turismo tras repuntar significativamente ante la reapertura de la economía y el inicio de la campaña estival.

Así, respecto a julio las tarifas aéreas se contrajeron un 9,1%, al mismo tiempo que retrocedieron las de alquiler de coches y alojamiento en hoteles en un 8,5% y un 3,3%, respectivamente. Unos datos que confirman el impacto negativo de la expansión de la variante delta y el deterioro de la situación epidemiológica en la demanda de consumo social.
Todo ello unido a la desaceleración del repunte de los precios de los vehículos de segunda mano, que revirtieron su tendencia al alza observada desde el pasado mes de marzo al caer un 1,5% mensual (vs. +0,2% en julio). Su incremento frente a agosto de 2020 se redujo a un 31,9%, tras situarse en un 41,7% interanual el mes anterior. Una tendencia que contrastó con un nuevo encarecimiento de los automóviles nuevos de un 1,2% mensual (vs. 1,7% mes anterior), alcanzando un 7,6% interanual frente a un 6,4% en julio.

Por su parte, continuó el repunte de los precios de la energía en agosto con un avance mensual de un 2,0%, 0,6 pp superior al registrado el mes anterior de un 1,6%. Entre sus componentes destacó el significativo incremento del coste de la gasolina de un 2,8% mensual, en línea con los meses de junio y julio, y de los servicios energéticos de un 1,1% ante el encarecimiento del gas natural y de la electricidad. Paralelamente, el precio de los alimentos aumentó un 0,4% mensual frente a un 0,7% en julio.
En esta coyuntura, en términos interanuales la inflación general retrocedió 0,1 pp hasta un 5,3% (vs. 5,4% el mes anterior), manteniéndose en sus mayores registros desde agosto de 2008, y la inflación subyacente 0,3 pp a un 4,0%, nivel no superado desde enero de 1992. De esta forma, se proyecta que el Índice de precios del gasto personal (PCE), indicador de referencia de la evolución de la inflación de la Reserva Federal, modere ligeramente su avance a un 4,1% interanual en agosto (vs. 4,2% mes anterior).

Todo ello en un entorno en el que, según los datos de la Universidad de Michigan, en agosto las expectativas de inflación de los consumidores en los próximos 12 meses retrocedieron ligeramente 0,1 pp hasta un 4,6% anual. Una estimación que contrasta con las perspectivas sobre el avance del nivel de precios a 5 años, que se mantienen ancladas en un rango similar al observado antes de la crisis sanitaria.

De ahí que, a corto plazo, en un escenario de moderación del consumo de los hogares y del crecimiento económico en los próximos meses, será clave la evolución de las tensiones inflacionistas de oferta relacionadas con las disrupciones de las cadenas de valor y el encarecimiento del transporte de mercancías y de las principales materias primas, especialmente a partir del 1T de 2022. Un conjunto de factores a los que se une el incremento de los costes salariales reflejado en el último informe de empleo, con un aumento de la compensación por hora de trabajo de un 4,2% respecto a agosto de 2020.
En este sentido, es importante destacar la tendencia reflejada en agosto por el NFIB Small Business Association sobre el grado de impacto de las actuales presiones inflacionistas en la fijación de precios del tejido empresarial, al constituir un indicador adelantado de la inflación subyacente. Según los últimos datos, un 49% de las empresas prevé subir precios a sus consumidores finales (vs. 46% en julio), su mayor registro histórico, especialmente en las actividades relacionadas con el comercio al por mayor y minorista e industriales. Paralelamente, un 41% de las compañías frente a un 38% en julio proyecta incrementar los salarios para hacer frente a la actual escasez de oferta de trabajo.

Desde el punto de vista de la política monetaria, la ralentización de la creación de empleo y la ligera moderación de la inflación de la economía estadounidense observada el pasado mes de agosto ante el impacto de la nueva ola de la pandemia, podrían condicionar la estrategia a corto plazo de la Fed si se confirma un menor avance del PIB al esperado en el 3T. En concreto, el organismo monetario podría desarrollar la retirada de estímulos monetarios a un ritmo inferior al estimado a partir de finales de este año, a la espera de confirmar el dinamismo del mercado de trabajo y sostenibilidad de la senda del crecimiento.
Riesgos crecientes sobre la senda económica global
La pandemia sigue condicionando la senda de recuperación de la economía global, especialmente ante la nueva ola provocada por la expansión de la variante delta del coronavirus y la divergencia de estrategias diseñadas entre los países para hacer frente a la crisis sanitaria. En este sentido, en EEUU y Europa el avance de los planes de vacunación y relajación de las medidas de restricción de la movilidad han impulsado la reapertura de la actividad. En contraste, las economías de la región Asia-Pacífico han optado entre los meses de julio y agosto por endurecer las medidas de distanciamiento social ante el repunte de los casos de contagio diarios y el reducido porcentaje de población inmunizada con pauta completa, con excepción de China en el que alcanza al 70% de su población.
Una circunstancia que no sólo proyecta una moderación de las expectativas de crecimiento en el segundo semestre de este año, sino también la persistencia de las disrupciones en las cadenas de valor globales con implicaciones negativas en la evolución de los precios, los márgenes empresariales, la renta disponible y el comercio mundial.
Esta tendencia se ha constatado en el indicador adelantado del ciclo económico de la OCDE, denominado Composite Leading Indicator (CLI). El CLI, calculado para 33 países de la OCDE y 6 economías no miembros del organismo, se elabora a partir de indicadores económicos a corto plazo con el objetivo de identificar puntos de inflexión en fases de expansión (<100 puntos) y desaceleración (<100 puntos) de la actividad económica.
En agosto, el CLI del conjunto de la OCDE se estabilizó en 101 puntos, tras situarse en 100,9 puntos el mes anterior, reflejando una estabilización de su ritmo de avance desde junio. No obstante, el organismo internacional señala que la incertidumbre en torno a la crisis del covid-19, a pesar del desarrollo de los planes de vacunación y la relajación de las restricciones de movilidad en las principales economías avanzadas, es un elemento que explica que actualmente este indicador adelantado no indique el grado de recuperación.

En este contexto, los datos sobre la actividad socioeconómica de China de agosto han confirmado la desaceleración de su ritmo de crecimiento en el 3T ante el deterioro de la situación epidemiológica y el endurecimiento por parte de las autoridades de las restricciones de movilidad a nivel nacional e internacional. Una circunstancia que ha lastrado significativamente el consumo de los hogares, moderando el avance de las ventas minoristas a un 2,5% interanual (vs. 8,5% en julio) frente al 7,0% previsto por el consenso del mercado. En concreto, destacó la caída de las ventas de restaurantes y catering de un 4,5% respecto a agosto del año anterior tras aumentar un 14,3% interanual en julio.
De esta forma, se confirma la recuperación retrasada de la demanda interna de China ante las incertidumbres asociadas a la pandemia y a las perspectivas futuras del mercado laboral, especialmente por el repunte del desempleo juvenil hasta en torno a un 16% (vs. 13% a comienzos de año).
Por su parte, la producción industrial mostró una evolución ligeramente peor de lo proyectado por el consenso del mercado con un avance respecto a agosto de 2020 de un 5,3% (vs. 5,8% estimado por el consenso), 1,1 pp inferior al del mes anterior de un 6,4% interanual. Al mismo tiempo, la inversión en activos fijos en los primeros ocho meses del año creció un 8,9% interanual tras registrar un repunte de un 10,3% en julio.

La ralentización de la economía China abre nuevamente un escenario de revisión a la baja del avance de su PIB en 2021, estimado en julio por el FMI de un 8,1% anual (vs. 8,5% anual anterior) antes del repunte de casos diarios de contagio registrado durante los últimos dos meses. En este sentido, ante el nuevo brote del coronavirus detectado esta semana en la provincia de Fujian, será clave la evolución del consumo privado y de la movilidad de cara a la festividad del Día Nacional (primera semana de octubre) para determinar el grado de actividad socioeconómica de la potencia asiática en el 4T.
Paralelamente, la pérdida de dinamismo de la economía china, junto a la persistencia de la pandemia y las tensiones inflacionistas de oferta en torno a la disrupción de las cadenas de valor globales y el encarecimiento del precio de las materias primas básicas, han reducido las expectativas sobre la economía global en los próximos dos años.

En este sentido, el último informe de riesgos globales de Oxford Economics refleja una moderación de las perspectivas de avance del PIB mundial en 2022, frente a lo estimado por el consenso de analistas consultados a finales del 2T. No obstante, éste se mantendría con mayor probabilidad en una tasa superior a la registrada antes de la pandemia de un 2,8% anual en 2019.

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