Riesgos crecientes en torno a la economía china
El dinamismo económico global sigue condicionado a la baja por un número creciente de riesgos generados a raíz de la pandemia y la guerra de Ucrania. Una coyuntura marcada por elevados niveles de incertidumbre no sólo en torno a las implicaciones finales geopolíticas y socioeconómicas del conflicto bélico europeo, sino también del impacto sobre la evolución de los precios de las principales commodities, el comercio y el crecimiento mundial de un mayor deterioro de las perspectivas de China.
En este sentido, los datos macroeconómicos de abril han confirmado la significativa desaceleración de la actividad en la potencia asiática como consecuencia de las medidas adoptadas por las autoridades, dentro de su estrategia zero covid, para controlar la mayor ola de casos de coronavirus que sufre el país desde su aparición en Wuhan. Actualmente se estima que hay 46 ciudades afectadas por confinamientos parciales o totales que representan un 25% de la población total y un 35% del PIB chino. Tras las restricciones de movilidad vigentes en Shanghái, Changchun o Beijing, se han establecido también en Zhengzhou, conocida por acoger el mayor centro mundial de producción de iPhone.

Todo ello en una coyuntura en el que la potencia asiática mostraba una pérdida de momentum anterior, explicada principalmente por la atonía de su demanda interna y los desequilibrios de su sector inmobiliario, que proyectaban una moderación del avance del PIB chino a un 4,5% anual este año.
Tras confirmar los indicadores adelantados PMI (índices de gestores de compras) un fuerte deterioro de las expectativas del sector manufacturero y de servicios, situándose en ambos casos en terrero de contracción y en su menor registro desde febrero de 2020, el descenso de la actividad se ha trasladado al comercio exterior. La interrupción de las cadenas de valor y los problemas logísticos y de entrega de materias primas, provocados por las medidas de confinamiento y restricciones de movilidad, han lastrado también la evolución de las exportaciones netas chinas.
En abril, las exportaciones limitaron su avance a un 3,9% respecto al mismo periodo de 2021 (vs. 14,1% interanual en marzo), lo que representó en términos reales una contracción de un 8,3% interanual frente a su repunte de un 1,6% en marzo.


Por su parte, la caída de la confianza del sector privado, la menor demanda interna y los problemas logísticos en los principales puertos y centros de distribución provocaron el pasado mes de abril un estancamiento de las importaciones (0,0% interanual), que se tradujo en términos reales en un nuevo retroceso de un 5,8% interanual.
Unos datos que confirman el menor dinamismo y las perspectivas a la baja del sector exterior chino, que ha sido clave desde el inicio de la pandemia para apuntalar el crecimiento económico frente a la contracción del PIB sin precedentes sufrida por la economía global (-3,1% anual en 2020). En este sentido, las tensiones inflacionistas, el deterioro de la renta disponible y de los márgenes empresariales y el endurecimiento de la política monetaria y de las condiciones financieras proyectan una significativa moderación del comercio mundial.

Adicionalmente, la menor actividad tanto industrial como del sector servicios ha reducido en China el consumo de gasolina, diésel y fuel de aviación en un 20% respecto al mismo periodo de 2021. Una circunstancia que explica en parte la reciente moderación del precio del petróleo por debajo de 110 $ por barril, lo que ha llevado a la empresa estatal de Arabia Saudí, Saudi Aramco, a anunciar una rebaja del precio de referencia del crudo árabe ligero en los próximos meses a Asia y a los países del Mediterráneo y del noroeste de Europa, tras alcanzar niveles máximos en el mes de abril por la guerra de Ucrania.
La desaceleración económica también añade nuevos retos sobre la evolución del mercado laboral de China, cuyo nivel de desempleo alcanzó el pasado mes su mayor nivel desde el inicio de la pandemia de un 5,8% de la población activa y de un 16% en el caso del paro juvenil.
De esta forma, la negativa evolución de los principales datos macroeconómicos y la significativa caída de los indicadores de movilidad elevan la probabilidad de que la economía china sufra una contracción intertrimestral de su PIB este 2T a pesar del mayor tono expansivo de su política monetaria y del plan de inversiones en infraestructuras anunciado por el presidente Xi Jinping.
Junto al desacoplamiento de la senda económica de China respecto a la de EEUU y la Eurozona, la segunda potencia mundial afronta un cambio de las expectativas y la percepción del tejido empresarial europeo y estadounidense ante el impacto de la política zero covid y la necesidad de crear cadenas de valor más diversificadas y con una menor exposición a los retos geopolíticos.

Una realidad que ha puesto de manifiesto la última encuesta realizada por la Cámara de Comercio en China, en la que las empresas europeas comienzan a reformular sus planes de inversión. En concreto, un 23% afirman que están dispuestas a trasladar su producción a otros países (vs. 12% en abril de 2021), su mayor nivel en los últimos 10 años.
A su vez, un 83% de las compañías entrevistadas se encuentran afectadas por los cierres sanitarios y las medidas de restricción de movilidad introducidas por las autoridades, principalmente en los centros industriales y logísticos de Shanghái, Shenzhen y Changchun. De ahí, que un 60% de los encuestados estimen que sufrirán una pérdida de beneficios de entre un 6% y un 15% a finales de 2022.
En esta misma línea, también la encuesta de clima empresarial de la Cámara de Comercio de EEUU en China (realizada a 121 compañías) ha mostrado el deterioro de las expectativas de beneficios (70% del total de empresas) y el retraso o reducción de sus planes de inversión (un 52% del total). Todo ello en un contexto en el que las empresas estadounidenses destacan entre los principales retos que afrontan actualmente la disrupción de las cadenas de valor, los aspectos regulatorios de la crisis sanitaria y la falta de personal esencial. En este sentido, durante el 1T las compañías encuestadas afirman que un 30% de los trabajadores extranjeros de sus plantillas han decidido abandonar el país ante las medidas de confinamiento y restricción de la movilidad.


Más allá de la progresiva reconfiguración de las cadenas de valor globales y de las estrategias empresariales ante los retos generados tanto por la pandemia como por la guerra de Ucrania, los riesgos asociados a la desaceleración económica de China comienzan a ganar protagonismo entre los vientos de cara que definen el entorno socioeconómico global de este año. Una ralentización del crecimiento económico de la potencia asiática mayor del proyectado por el FMI de un 4,4% anual podría no sólo reducir las expectativas de crecimiento globales, sino también abrir un nuevo escenario sobre las perspectivas de inflación y de normalización de la política monetaria. De esta forma, China puede erigirse como la otra gran sorpresa del año.
Deterioro del sector industrial europeo

Tras un 2021 en el que sector manufacturero europeo afrontó los problemas de suministros de las cadenas de valor, derivados de la paralización de la actividad global ante el inicio de la pandemia, y el impacto de la crisis energética a partir del mes de julio, este año su dinamismo continúa lastrado por los retos asociados a la crisis sanitaria, las presiones inflacionistas y el escenario geopolítico.
En 2022, año en el que se proyectaba la normalización de las cadenas de valor globales, las disrupciones causadas por los estrictos confinamientos en China y el impacto de la guerra en Ucrania en las materias primas esenciales y bienes intermedios representan un nuevo desafío para la industria europea. Estos shocks de oferta han provocado un significativo repunte de los costes de producción y la persistencia de la escasez y/o retrasos en las entregas, lo que está limitando capacidad de producción de las empresas. Una combinación de factores que está acelerando el traslado del incremento de los costes a los precios de los bienes finales y posibles efectos de segunda ronda, en un entorno en el que los niveles de inflación en las economías avanzadas se han situado en máximos desde la década de los 80.

Todo ello en un contexto en el que se está produciendo una progresiva rotación de los patrones de consumo hacia el sector servicios ante la apertura plena de las economías avanzadas. Al mismo tiempo, se proyecta una menor demanda de bienes duraderos por la pérdida de renta disponible de los hogares y el uso del ahorro embalsado durante la crisis sanitaria para hacer frente al encarecimiento de productos básicos como la energía y los alimentos. Un hecho que se une al deterioro de la confianza del sector privado, que podría provocar un retraso o reducción de los planes de inversión del tejido empresarial ante los elevados niveles de incertidumbre y las menores expectativas de crecimiento global, explicadas tanto por el impacto de la guerra en Ucrania como por los riesgos crecientes de la coyuntura económica de China.

Así, la producción industrial se redujo en marzo en las principales economías de la Eurozona. La caída fue particularmente elevada en Alemania, contrayéndose respecto a febrero un 3,9% y un 3,4% interanual. Una negativa evolución explicada por el descenso de la producción de bienes de equipo y de bienes intermedios, de un 6,6% y 3,8% respectivamente.
En este sentido, la industria alemana, de carácter principalmente electrointensiva, importadora de bienes intermedios y exportadora de bienes finales se ha visto afectada en todas las fases del proceso de producción por las disrupciones en las cadenas de valor globales, con un 89% de las empresas el pasado mes de abril afectadas por la escasez de materiales. Junto a ello, la desaceleración de la demanda interna y externa provocó una caída de los nuevos pedidos de fábrica de un 4,7% respecto a marzo (vs. -0,8% el mes anterior).

En el resto de las principales economías de la Eurozona se observó la siguiente evolución:
- La producción industrial en Francia moderó su contracción a un 0,5% en marzo, tras sufrir el mes anterior un retroceso de un 1,2%. En su caso, la actividad estuvo lastrada por la peor evolución del sector manufacturero, especialmente de la producción de equipos de transporte.

- En España el Índice de Producción Industrial disminuyó un 1,8% mensual, destacando la caída de la fabricación de bienes intermedios y de consumo duradero. Una de las ramas más afectadas fue nuevamente la automoción, lejos de recuperar todavía sus niveles pre-pandemia. Junto a los problemas en la cadena de suministros, la falta de microchips y las menores expectativas de crecimiento globales continúan lastrando el dinamismo de este sector, que representa en España un 10% del PIB y un 9% del empleo nacional, y que fue clave en la recuperación económica de nuestro país tras la Gran Recesión de 2009.
- A pesar de ello, la producción tanto de los bienes de consumo duradero como de los no duraderos se sitúa por encima de sus registros de diciembre de 2019.
- La industria italiana mostró mayor resiliencia que la del resto de principales economías de la Eurozona (+0,0% mensual y +3,0% interanual), si bien moderó su crecimiento de un 4% mensual en febrero.
El peor comportamiento del sector industrial europeo se enmarca en un entorno en el que los precios de la producción industrial repuntaron en marzo un 5,3% mensual en la Eurozona (36,8% interanual), principalmente impulsados por el aumento de un 11,1% del precio de la energía. Excluyendo el impacto de la energía, los precios industriales crecieron un 2,1% respecto al mes de febrero.

En el caso de Alemania, el índice de expectativas de los precios del Ifo Institute alcanzó un nuevo máximo en la serie histórica, situándose en 62 puntos (un punto indica que un 1% de las empresas planea subir los precios en los próximos tres meses), lo que podría traducirse en una tasa de inflación alemana próxima a un 7% en los próximos meses.
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