Las disrupciones de oferta siguen retrasando el pico de inflación en la Eurozona
La crisis energética se ha erigido en los últimos meses como uno de los principales focos de preocupación en el seno de la UE. El aumento sin precedentes de los precios del petróleo y del gas, que a cierre de agosto se han revalorizado desde comienzos de año en torno a un 30% (petróleo Brent) y un 320% (gas Dutch TTF a 1 mes), ha impulsado las tasas de inflación y ha incrementado los costes de las empresas y los hogares. Junto a este escenario energético adverso, la debilidad del euro añade nuevas tensiones inflacionistas, especialmente a través de las importaciones de materias primas referenciadas en la divisa de EEUU como el petróleo.

En este contexto, y ante la posibilidad de que Rusia adopte mayores restricciones a las entregas de gas o incluso un cierre total del suministro, crece la presión sobre la UE para abordar una solución conjunta que limite el impacto de las subidas de los precios energéticos sobre hogares y empresas y provoque una recesión socioeconómica más profunda.
Según la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a corto plazo podría llevarse a cabo una intervención en el mercado energético mediante la limitación de los precios para amortiguar los crecientes costes, mientras que a largo plazo se desarrollaría una reforma integral del mercado eléctrico. Unas medidas que se debatirán en la reunión extraordinaria de ministros de Energía del próximo 9 de septiembre en Bruselas convocada por la República Checa, que ocupa la presidencia rotatoria de la UE. En este sentido, un primer borrador elaborado por un grupo de expertos para la Comisión aboga por la reducción del consumo, establecer un límite de precios para las energías renovables e introducir mecanismos para proteger a los consumidores más vulnerables. Sin embargo, no defienden la extensión de la excepción ibérica al conjunto de la UE porque podría elevar la demanda de gas y de electricidad.
Junto a la necesidad de una actuación coordinada, la mayor parte de los gobiernos europeos ya han implementado medidas a nivel nacional para proteger al sector privado del impacto directo del aumento de los precios de la energía. En concreto, desde septiembre de 2021 los Estados miembros de la UE han destinado en torno a 280.000 millones de € (aproximadamente un 2% del PIB de 2021) en rebajas impositivas, ayudas y otras medidas. Adicionalmente, algunos países han comenzado a limitar el uso de energía mediante la prohibición de la iluminación exterior de los edificios o estableciendo topes a la temperatura de los comercios, empresas y edificios públicos.

Todo ello en un entorno en el que los Estados miembros continúan aumentando su almacenamiento de gas para hacer frente a un invierno marcado por la escasez de suministro. Actualmente, las reservas de gas del conjunto de la UE ya alcanzan el objetivo del 80% fijado para el 1 de noviembre. Este hecho mejora el posicionamiento de las economías europeas de cara a posibles nuevas interrupciones del suministro de Rusia en los próximos meses, tendiendo en cuenta que el almacenamiento proporciona alrededor del 25% al 30% del combustible consumido durante la temporada invernal.
En el caso de Alemania, el ministro de Economía, Robert Habeck, ha afirmado que las reservas podrían alcanzar el objetivo nacional de octubre del 85% con un mes de antelación, lo que ha favorecido esta semana un significativo descenso de los precios del gas Dutch TTF holandés, de referencia en el mercado europeo.

Así, sigue observándose una elevada volatilidad en el mercado energético, con fuertes oscilaciones en los precios del gas y de la electricidad, en un contexto condicionado por la incertidumbre y por el proceso de reducción de la dependencia energética de Rusia y de transformación del mercado eléctrico europeo. Junto a ello, su evolución también está sujeta a otros factores como el aumento de las ventas de gas ruso a China y la postura de Hungría, que ha ampliado su contrato con Gazprom.
Esta evolución de los precios energéticos continúa determinando la senda de la inflación en Europa. Según los datos adelantados del mes de agosto, el crecimiento de los precios en el conjunto de la Eurozona ha alcanzado un nuevo máximo histórico de un 9,1% anual (vs. 8,9% en julio), impulsado principalmente por el encarecimiento de los alimentos de un 10,6% (vs. 9,8% el mes anterior) y de los bienes industriales no energéticos de un 5,0% (vs. 4,5% anterior). Estas subidas han contrarrestado el menor aumento de los precios de la energía de 1,3 pp a un 38,3% anual, fundamentalmente por la moderación del coste de los combustibles.
Por países, entre las principales economías han destacado las subidas de la inflación armonizada de Italia (+0,6 pp respecto a agosto de 2021) y de Alemania (+0,3 pp). En el caso de la mayor economía europea, la energía se ha encarecido un 35,6% interanual, y los alimentos un 16,6% (máximo de la serie histórica desde 1991). En contraste, se han moderado las variaciones interanuales registradas en España (-0,4 pp) y en Francia (-0,3 pp), afectadas parcialmente por el efecto base de agosto de 2021, cuando ya comenzaron a observarse tasas superiores a un 2% anual o incluso a un 3% en el caso de nuestro país.
No obstante, el repunte en términos mensuales en 13 de los 19 Estados miembros (incluidas las 4 mayores economías) ha constatado que continúa la tendencia al alza de los precios, al mismo tiempo que sigue elevándose la inflación subyacente. En este sentido, los precios al consumidor excluyendo alimentos no elaborados y energía han aumentado en el conjunto de la Eurozona un 5,5% anual, 0,4 pp más que en julio.

En esta coyuntura, la persistencia en niveles elevados de los precios del gas y del petróleo, junto al impacto inflacionista de la depreciación del euro (que en los últimos días ha perdido la paridad respecto al dólar), continuarán impulsando las tasas de IPC en septiembre, si bien su avance podría verse parcialmente moderado por el efecto base y por la intervención del mercado europeo de la electricidad anunciado por la Comisión Europea y otras rebajas impositivas introducidas por algunos gobiernos (IVA del gas en Alemania y España). Un hecho que acentúa los riesgos de que se produzcan mayores efectos de segunda ronda que alimenten una espiral inflacionista, condicionado al papel clave que tendrá la estrategia del BCE y la futura toma de decisiones de política económica y de negociación colectiva para lograr anclar las expectativas de precios.
El invierno incierto profundiza el deterioro del sentimiento económico en la Eurozona
Los indicadores adelantados de la Eurozona siguen anticipando un mayor deterioro de la actividad socioeconómica, que se ha visto acelerado durante los meses de verano ante los niveles de inflación en máximos, el agravamiento de la crisis energética y la elevada incertidumbre sobre la configuración futura del escenario social, económico y político mundial.
En este sentido, la pandemia y la guerra de Ucrania se erigen como los principales factores que podrían desencadenar el fin de la gran moderación (un periodo caracterizado desde la década de los 90 por el avance de la prosperidad y una mayor estabilidad económica que sólo se vio interrumpido transitoriamente por la crisis financiera global en 2008) y el inicio de una etapa definida por una gran volatilidad. Es decir, un entorno afectado no sólo por la persistencia de los shocks energéticos, sanitarios, climáticos y geopolíticos actuales, sino también por las implicaciones asociadas a un mundo más fragmentado, multipolar y con mayores dosis de proteccionismo.
Ante este escenario, y los retos que afronta el continente europeo en los próximos meses principalmente en términos de seguridad del suministro energético, presiones inflacionistas y estabilidad monetaria, el pesimismo sigue marcando las expectativas de las empresas y los hogares. Así, en agosto el indicador de Sentimiento Económico de la Comisión Europea (ESI) ha registrado un nuevo retroceso de 1,3 puntos hasta 97,6 puntos, su menor nivel desde febrero de 2021 cuando la actividad socioeconómica continuaba marcada por las sucesivas olas de la pandemia.
El significativo repunte de los precios de la energía y las incertidumbres en torno a su suministro durante este invierno ha continuado erosionando la confianza del tejido empresarial, destacando la caída por sexto mes consecutivo de las expectativas de la industria a 1,2 puntos (vs. 3,4 puntos en julio) ante las menores órdenes de pedidos y el incremento de los inventarios.

Siguiendo la misma tendencia, también han retrocedido las perspectivas en el sector servicios (-1,7 puntos a 8,7 puntos) por la menor demanda esperada. En contraste, la confianza ha mejorado ligeramente en el comercio minorista (+0,3 puntos) y en el sector de la construcción (+0,4 puntos), en su caso por la moderación de los precios de los materiales y de los problemas en las cadenas de valor.
Todo ello en una coyuntura en la que la positiva evolución del mercado laboral y la estabilidad del empleo apoyaron un incremento de la confianza de los consumidores de la Eurozona en agosto de 2,1 puntos hasta -24,9 puntos (vs. -27,0 puntos anterior). A pesar de este avance, el sentimiento económico de los hogares se mantiene por debajo del mínimo alcanzado en marzo de 2020, y podría registrar nuevos descensos ante el agravamiento de la crisis energética, la persistencia de las tensiones inflacionistas, la progresiva erosión de la renta disponible y el escenario de recesión económica. En este sentido, el dato de inflación del mes de agosto de la Eurozona ha constatado un nuevo repunte de la inflación general y subyacente a un 9,1% y un 5,5% anual, respectivamente (vs. 8,9% y 5,1% anual en julio).
Una combinación de factores que explica el pesimismo generalizado de las empresas y los hogares de la zona monetaria europea, registrándose en agosto los mayores descensos del ESI en Países Bajos (-4,8 puntos a 94,5 puntos) y en Alemania (-2,5 puntos a 97,2 puntos), al mismo tiempo que también retrocedió en Francia (-1,8 puntos a 99,8 puntos) e Italia (-1,2 puntos a 100,2 puntos). Entre las principales economías, únicamente en España aumentaron ligeramente las perspectivas (+0,8 puntos hasta 97,9 puntos) apoyadas en la positiva campaña de turismo de este verano, tras situarse en julio en su menor nivel desde febrero de 2021.

No obstante, en el conjunto de Eurozona los consumidores continúan proyectando unas negativas expectativas sobre la evolución de la economía en los próximos 12 meses. Un sentimiento económico que se ve fuertemente condicionado a la baja principalmente por:
- La posibilidad de que se materialice un escenario energético adverso durante el invierno por sus implicaciones en la inflación, en la producción industrial y en el empleo, como han advertido diferentes gobiernos europeos.
- La aceleración del endurecimiento de la política monetaria del BCE y de las condiciones financieras del sector privado y de los Estados. En este sentido, será relevante el futuro comportamiento de las TIRes de los bonos soberanos de los países del sur de Europa, especialmente ante el resultado de las elecciones generales de Italia el próximo 25 de septiembre. Adicionalmente, la previsible subida de tipos de interés oficiales proyectada en septiembre de 75 pb por parte de la autoridad monetaria europea no contribuiría a frenar la debilidad del euro, cuya cotización seguirá marcada por el grado de severidad de la recesión a la que se encamina la Eurozona.
Frente al deterioro continuado del sentimiento económico del sector privado europeo, los últimos datos de EEUU han mostrado una mejora de la confianza de los consumidores explicada principalmente por la caída de los precios de la gasolina, que se ha trasladado a una moderación de la inflación general en julio de 0,6 pp a un 8,5% anual (último dato disponible). Así, la relajación de las expectativas de inflación a 5 años ha ido acompañada de un repunte de las perspectivas económicas de los consumidores.
Según la encuesta mensual del Conference Board, la confianza del consumidor en EEUU aumentó en agosto, tras tres meses consecutivos de retrocesos, a 103,2 puntos (+7,9 puntos). Sin embargo, se mantiene significativamente por debajo de los niveles pre-pandemia en una coyuntura marcada por la persistencia de las tensiones salariales, el mayor riesgo de efectos de segunda ronda y el reto de la Fed de lograr un aterrizaje suave de la actividad económica a medida que implementa las futuras subidas de tipos de interés y la reducción de su balance.

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