La inflación de EEUU señala mayores riesgos económicos
La crisis energética, especialmente en Europa, y la persistencia de las tensiones inflacionistas continúan erigiéndose, más allá de la desaceleración de la actividad en China y las incertidumbres geopolíticas, como los principales factores que han incrementado la probabilidad de un escenario de recesión en Europa y EEUU en 2023.
En el caso de la economía estadounidense, los datos del IPC del mes de agosto han constatado que se mantienen las presiones al alza sobre los precios, a pesar de la relajación del coste de la gasolina y los menores cuellos de botella en las cadenas de suministro del país. Así, la inflación general limitó su moderación a 0,2 pp hasta un 8,3% anual (vs. 8,5% en julio), frente a la proyección del consenso del mercado de un descenso superior hasta un 8,1%. Todo ello en un contexto en el que en términos mensuales los precios crecieron un 0,1% frente a la contracción esperada de un 0,1% mensual.

De esta forma, la moderación del coste de la energía en términos interanuales se vio contrarrestada por el mayor repunte de los precios de los alimentos de un 10,9% en julio a un 11,4% en agosto, su mayor incremento desde 1979, y de los de la electricidad de un 15,8% (máximos desde 1981) en una coyuntura marcada por la ola de calor y la sequía.

Paralelamente, la tendencia al alza de la inflación subyacente (excluyendo alimentos y energía) confirmó cómo el incremento de los costes de producción, los shocks de oferta, la crisis energética y las tensiones salariales siguen traduciéndose en un aumento del precio del resto de la cesta de la compra representativa de los hogares estadounidenses. En concreto, la tasa de variación del IPC subyacente se situó en un 6,3% interanual en agosto, 0,4 pp superior a la del mes anterior de un 5,9%. Al mismo tiempo, el indicador sticky de la inflación subyacente (que analiza un conjunto de bienes y servicios sujetos a una menor volatilidad de sus precios) siguió ascendiendo a un nuevo máximo desde 1990 de un 6,0% interanual.
En este sentido, destacó el significativo incremento de los precios de los servicios no energéticos de un 6,1% interanual, especialmente en el caso de los seguros de salud de un 24,3% interanual (máximo histórico). Todo ello en un contexto en el que el coste del alquiler de primera residencia se incrementó a un ritmo de un 6,7% respecto a agosto de 2021, su mayor tasa desde 1986. Así, la confirmación de la persistencia de las tensiones inflacionistas en máximos, en un entorno en el que crecen los riesgos de efectos de segunda ronda ante las presiones salariales presentes en la economía estadounidense, aboca a un escenario de mayor endurecimiento de la política monetaria de la Fed a corto plazo. En este sentido, la Reserva Federal podría optar en su reunión de la próxima semana por una subida de tipos de interés de 100 pb hasta situarlos en el rango 4,00%-4,25% a finales de este año. Un nivel que podría no ser suficiente ya que, según señalan algunos expertos, la economía de EEUU requeriría de un entorno de tipos de interés oficiales superiores al 4% para lograr moderar la inflación hasta su objetivo, lo que podría llevar implícito un repunte de la tasa de desempleo por encima de un 4,5% de la población activa.
Este escenario cerraría la ventana de que la Fed logre un aterrizaje suave de la economía estadounidense, y proyecta una mayor probabilidad de recesión en una coyuntura marcada entre otros elementos por la caída de un 3,1% interanual de los salarios reales promedio por hora de trabajo y por el endurecimiento de las condiciones financieras, con el tipo de interés de las hipotecas a 30 años superando el 6%, máximos en 14 años. A las perspectivas de menor consumo de los hogares se unen otras incertidumbres, destacando la evolución del escenario energético en Europa en los próximos meses, ya que un agravamiento de la situación podría amplificar sus efectos a nivel global.

Negativas perspectivas del sector industrial europeo
Las tensiones geopolíticas, la crisis energética y las implicaciones de la política zero covid china continúan lastrando la evolución de la actividad económica global. En Europa, esta combinación de factores mantiene un alto grado de incertidumbre en el sector productivo, presionando al alza los costes de producción, erosionando los márgenes empresariales y contribuyendo a la pérdida de confianza del sector privado.
Esta coyuntura se ha visto reflejada, como ya habían anticipado los negativos datos de los PMIs manufactureros de agosto, en los indicadores de producción industrial de la Eurozona de julio, con una contracción de la actividad de forma generalizada. En concreto, el índice de producción industrial (IPI) del conjunto de la zona monetaria europea cayó en julio un 2,3% mensual (vs. +1,1% en junio), marcado por las presiones inflacionistas, destacando entre ellas el repunte del precio del gas natural tras la reducción y el posterior corte del suministro de gas ruso a través del Nord Stream I, evidenciando la pérdida de momentum de las economías europeas.

La inseguridad energética ha marcado particularmente la actividad industrial en Alemania, en línea con la caída de los pedidos de fábrica (-1,1% mensual) y el retroceso del PMI manufacturero a terreno de contracción el pasado mes de julio por primera vez en dos años. Así, el IPI cayó un 1,1% interanual corregido de efectos estacionales (vs. +0,1% en junio), lastrado por el repunte del precio de sus principales fuentes de energía. En este sentido, los costes del gas natural (31% del consumo energético de la industria) y de la electricidad (21%) repuntaron entre el 1 de junio y el 31 de julio un 138% y 99%, respectivamente. A su vez, la producción en los sectores intensivos en energía, como el químico o el metalúrgico (que consumen aproximadamente un 50% de la energía de toda la industria), se contrajo un 1,9% interanual en julio y en torno a un 7% desde febrero cuando se inició la invasión de Ucrania.
Asimismo, la disrupción de la cadena de valor global mantuvo la presión sobre los suministros de insumos y materias primas clave. De acuerdo con una encuesta del Instituto Ifo, más del 70% de empresas industriales afirman tener problemas de suministro de algunas materias primas y otros inputs de producción, especialmente en ramas manufactureras como la electrónica o la automotriz.

Esta evolución a la baja de la producción industrial fue generalizada en las principales economías de la Eurozona, a excepción de Italia:
- En España, el IPI en términos desestacionalizados se contrajo en julio un 1,1% mensual, contrastando con la positiva evolución del mes anterior (+1,1%). La mayor parte de los sectores redujo su producción respecto a junio, cayendo especialmente el índice de producción de bienes de equipo (-2,5% mensual) y de consumo no duradero (-1,5%), mientras que la de bienes de consumo duradero repuntó ligeramente un 0,1% mensual. En términos interanuales, el IPI corregido de efectos estacionales y de calendario avanzó un 5,3% (vs. 7% en junio), produciéndose los mayores incrementos en energía (+14%), bienes de equipo (+6,4%) y de consumo duradero (+6,1%).
- En Francia, la producción industrial el inicio del 3T, mostró nuevamente signos de debilitamiento en el inicio del 3T al caer un 1,6% mensual, al mismo tiempo que en términos interanuales se contrajo un 0,2%. La caída de los pedidos de fábrica, el incremento del stock de bienes finalizados y, en general, la elevada incertidumbre derivada de la crisis energética y de la disrupción de las cadenas de valor lastró la evolución del sector industrial francés, lo que se vio reflejado en el deterioro del indicador de clima empresarial de 1 punto hasta 103 puntos.
- En Italia, frente a la tendencia a la baja de los últimos meses, el IPI repuntó en julio un 0,4% mensual frente a su negativa evolución en Alemania, Francia y España. Este incremento se apoyó en la mayor producción de bienes energéticos y bienes de consumo. En concreto, en el caso del sector de refinado del petróleo aumentó un 3,3%, impulsado por la mayor importación de crudo.
Con costes de energía que han llegado a ser 10 veces superiores frente a los de los hubs industriales como EEUU y China, la competitividad de la Eurozona se ve comprometida a corto y medio plazo, a la espera de la efectividad de las medidas que introduzcan la UE y los Estados miembros para frenar el impacto económico de la volatilidad y los elevados precios energéticos sobre los consumidores y las empresas, especialmente las de carácter electrointensivas y de menor tamaño.
De mantenerse la elevada factura energética actual, junto a un posible escenario de racionamiento del gas natural, la reducción temporal de la producción de los últimos meses podría condicionar el futuro del sector industrial, especialmente en Alemania. Así, la asociación BDI alemana de la industria ha advertido que el escenario energético actual no sólo podría lastrar la actividad del tejido industrial europeo de manera coyuntural, sino también impulsar un proceso de desindustrialización en favor de otras áreas económicas con menores costes y restricciones regulatorias, laborales y de sostenibilidad.