Punto de partida del segundo semestre de 2022
La segunda parte del año comienza con una economía mundial que continúa sumergida en un entorno de escasa de visibilidad y elevados niveles de incertidumbre. Junto al hecho de que la guerra de Ucrania dibuja la construcción de un nuevo orden internacional, que ha empezado a plasmarse en las líneas estratégicas del G7, la UE y la OTAN o en el relanzamiento de China y Rusia de la plataforma de cooperación de los BRICS, su impacto humanitario, económico y geopolítico ha redefinido significativamente a la baja las perspectivas de crecimiento en 2022.
El conflicto bélico prolongado en Europa, más allá de sus graves consecuencias socioeconómicas en Ucrania, ha permeado en la economía global a través del notable repunte de los precios de las commodities, la generación de nuevas disrupciones en las cadenas de suministro (metales, grano, fertilizantes) o el agravamiento de la crisis energética y alimentaria. Una combinación de factores que ha impulsado la inflación mundial a máximos en las últimas décadas y a las autoridades monetarias a un endurecimiento de su política monetaria mayor al previsto a comienzos de este año, ante las tensiones de demanda y oferta sobre los precios originadas previamente por la pandemia.

En este sentido, en mayo (último dato disponible) el crecimiento de la tasa del IPC de los países de la OCDE alcanzó un 9,6% anual, su mayor nivel desde agosto de 1988, impulsado por el incremento en términos interanuales del coste de la energía de un 35,4% y de los alimentos de un 12,6%. Una realidad que ha llevado a más de 80 bancos centrales (destacando las excepciones de China y Japón) a acelerar las subidas de tipos de interés con el objetivo principalmente de moderar la demanda, anclar las expectativas de los consumidores y evitar efectos de segunda vuelta. Este nuevo ciclo de política monetaria irá también asociado al incremento adicional de los costes de financiación por la reducción del balance de los bancos centrales, estimándose que en el caso del G7 podría ascender a 2 billones de $ hasta finales de 2023 (en torno al 2% del PIB global de 2021). Esta cifra representa un 20% de los estímulos monetarios introducidos por las autoridades monetarias hasta finales de 2021 (8 billones de $).
El actual entorno ha provocado un fuerte deterioro de la confianza de los hogares y de las perspectivas empresariales ante la acusada pérdida de renta disponible y capacidad de compra y la erosión de los márgenes de beneficios. Factores que, junto al endurecimiento de las condiciones de financiación, las caídas de los mercados financieros y la elevada volatilidad proyectan una mayor moderación del consumo de las familias y de la inversión. Una circunstancia que ha comenzado a reflejarse en la caída de las órdenes de pedidos y en la demanda de bienes de consumo duradero, como han constatado los últimos datos de PMI y de gasto personal de los consumidores estadounidenses.

De ahí que, ante el creciente riesgo de que la economía transite a partir de este otoño hacia una recesión a comienzos de 2023, principalmente en EEUU y en Europa, se haya producido recientemente una moderación a la baja de los precios del petróleo y de otras materias primas clave industriales y alimenticias, así como del coste del transporte de mercancías. A pesar de ello, sería necesario que se consolide esta senda a la baja para que se materialice en menores presiones inflacionistas tanto en la cesta de la compra como en precios industriales.
En el caso del crudo su cotización seguirá afectada por una elevada volatilidad explicada por factores de oferta, como la caída de su producción en Libia ante las tensiones políticas, la reducción estimada de la oferta de Rusia de en torno a 1 millón de barriles diarios o la producción de algunos países miembros de la OPEP por debajo de los objetivos marcados, y por la situación geopolítica ante la propuesta de los países del G7 de topar el precio del petróleo ruso. Al mismo tiempo, será clave el dinamismo de la actividad de la economía China, especialmente en esta segunda parte del año, que vendrá determinada por la evolución de la situación epidemiológica y de la efectividad de los estímulos económicos.

Todo ello en un entorno en el que en el caso de Europa los precios del gas natural seguirán tensionados al alza principalmente por los riesgos asociados al corte de su suministro por parte de Rusia, en una coyuntura en la que los Estados miembros continúan dando pasos para reducir su dependencia energética de la potencia nuclear europea. De esta forma, ante el reto del invierno energético, los futuros continúan proyectando elevados niveles de precios del gas y de electricidad, lo que previsiblemente retrasará en la Eurozona la progresiva moderación de las tasas de inflación a cifras significativamente inferiores hasta 2023. Una evolución que en cualquier caso señala componentes más estructurales en la evolución a medio plazo del nivel de precios de las principales economías avanzadas ante el coste de la transición energética, la pérdida de población activa o el proceso de relocalización de las cadenas de valor, entre otros.
Más allá de las consecuencias de la guerra de Ucrania, también la desaceleración económica de China acentuada por su política zero covid presiona a la baja las perspectivas de crecimiento del PIB y del comercio mundial. En su conjunto el mundo afronta una coyuntura no sólo marcada por unos elevados niveles de incertidumbre geopolítica, sino también por el deterioro de las expectativas de sus tres principales áreas económicas, siendo la Eurozona la que deberá hacer frente a mayores vientos de cara.

Así, la primera parte del 2022 concluye con la confirmación de una pérdida de momentum generalizada de las principales economías globales, que se ha visto acelerada por la elevada incertidumbre, la inflación en máximos y el significativo deterioro del sentimiento económico.
La segunda parte del año seguirá marcada no sólo por cuál será el grado de recesión de cara a 2023, sino también por la reconfiguración del orden internacional. A pesar de los elevados niveles de incertidumbre y escasa visibilidad, todo momento histórico lleva consigo cambios profundos que van asociados a transformaciones socioeconómicas e innovaciones, ligadas a respuestas empresariales y tecnológicas. Por tanto, más allá de la megatendencias presentes antes de la pandemia, la guerra de Ucrania también ha acelerado el protagonismo de las denominadas FAANGS 2.0 (acrónimo inglés de fuel, aeroespacial, agricultura, nuclear y energías renovables, y oro y otros minerales y metales).
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