El 16 de noviembre de 1904 Estados Unidos se hizo con los derechos del canal de Panamá por una cifra irrisoria. No ha sido la única compra chollo de la historia de los americanos, aprovechamos la efeméride para recordar el caso del canal de Panamá, Filipinas, Alaska, Luisiana y Manhattan. Aunque ambas partes quedaran satisfechas en ese momento histórico, ¿fue una mala venta o solo una buena compra? Trasladar esta disyuntiva a tus inversiones te puede resultar útil.
Canal de Panamá: 40 millones de dólares.
Finales del siglo XIX. Panamá todavía es parte de Colombia. Tan solo 82 kilómetros separan el Atlántico y el Pacífico, frente a bordear todo el continente cruzando por el estrecho de Magallanes. El interés estratégico y comercial de las potencias internacionales era evidente.
Aunque la idea de unir los océanos no era nueva, pues en la época española ya se planteó, hasta 1881 no se iniciaron las primeras obras, realizadas por una compañía francesa, con la concesión del gobierno colombiano. Pronto requirió nueva financiación, y los franceses se encontraron en un punto de no retorno donde se puso en duda la viabilidad de todo el proyecto. Entonces, el gobierno de Roosevelt en Estados Unidos descartó la idea de construir un canal por Nicaragua y se volcó en conseguir el de Panamá.
La conocida como Ley Spooner abrió paso al posterior Tratado Herrán-Hay entre Colombia y Estados Unidos en el que se pactaba la venta de los derechos sobre el canal por 40 millones de dólares, a pagar a la concesionaria francesa. Aunque el tratado no fue ratificado por Colombia, Estados Unidos se hizo con el canal aprovechando y respaldando la recién autoproclamada independencia de Panamá.
40 millones de dólares fue sin duda una operación de éxito, dados los incalculables beneficios que obtuvo durante el período que controló el canal. En 1977, el Tratado Torrijos-Carter fijó el 31 de diciembre de 1999 como la fecha de retorno del canal a manos panameñas.
Filipinas y otras islas del Pacífico: 20 millones de dólares y 25 de pesetas.
En los últimos años del siglo XIX España se deshizo de sus territorios de ultramar, que acabaron bajo el control de Estados Unidos y Alemania a cambio de unos cuantos millones de dólares. En 1898, la firma del Tratado de París reconocía la derrota española y otorgaba por un precio simbólico de 20 millones de dólares el archipiélago de Filipinas, Guam y Puerto Rico, ante la incógnita sobre el futuro del resto de colonias.
La pérdida de Manila pronto tuvo repercusiones en la hasta entonces lucrativa ruta comercial transpacífica. Sin Filipinas, el control sobre el resto de islas del Pacífico se volvía complicado. De modo que, en el Tratado germano-español, España vendió a Alemania todas sus islas en los archipiélagos de las Carolinas y de las Marianas por 17 millones de marcos (25 millones de pesetas).
El escenario bélico internacional en el que se vendió Filipinas bajo el marco del Tratado de París permitió una operación redonda para los intereses económicos y estratégicos de Estados Unidos, sin mucho margen de maniobra para poner un precio real a los territorios traspasados.
Alaska: 7,2 millones de dólares.
Al precio que hoy se paga por una lujosa villa en la playa, en 1867 Estados Unidos compró a Rusia 1,7 millones de kilómetros cuadrados. Una auténtica bicoca. Las tierras de Alaska siguen siendo igual de inhóspitas, pero los cientos de miles de barriles de petróleo y los miles de millones de metros cúbicos de gas que se extraen cada año hacen que la operación haya sido tan exitosa para los estadounidenses, como nefasta para los rusos. Eso sin mencionar la próxima ruta comercial del paso del Noroeste, bordeando las costas árticas de Alaska.
Alaska era para Rusia un territorio baldío, sin interés económico más allá del comercio de pieles. Tras perder la guerra de Crimea, Rusia necesitaba liquidez y Alaska era una zona difícil de proteger. En 1859 el emperador Alejandro II ofreció Alaska a dos posibles compradores, Reino Unido y Estados Unidos. Ocho años más tarde, el presidente Andrew Johnson firmaba el tratado de adhesión.
Luisiana: 15 millones de dólares.
Hasta 1803 una amplia franja central de Norteamérica pertenecía al Imperio francés. Se trataba de un área extensísima, equivalente a casi el 25% del territorio actual de Estados Unidos, que representa el espacio de 15 estados en la actualidad y un trozo de Canadá. Ese año Napoleón vendió esa porción de Nueva Francia por la ridícula cifra de 68 millones de francos, unos 15 millones de dólares.
En esa época Estados Unidos solo buscaba comprar Nueva Orleans, punto clave para el comercio por el río Mississippi bajo el control de España, y que solo unas semanas antes de la histórica compra fue cedida a Napoleón.
Los franceses veían en esas tierras del centro del continente, un territorio inexplorado sin valor que todavía no había sido cedido efectivamente por España. Además, las rencillas con Reino Unido auguraban nuevos enfrentamientos. Los estadounidenses solo aspiraban a Nueva Orleans por 10 millones de dólares. La sorpresa fue que no solo se vendía la ciudad, sino más de 2.000 millones de kilómetros cuadrados por 15 millones de dólares.
Manhattan: 24 dólares.
Las cartas recibidas por la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales detallan que la isla de Manhattan, en la desembocadura del río Hudson, fue intercambiada a los nativos por bienes valorados en 60 florines. Las aproximaciones realizadas por historiadores del siglo XIX cifran ese importe en unos 24 dólares.
La expansión demográfica de la isla acompañó el desarrollo industrial de mediados del siglo XIX, siendo la ciudad más poblada en 1925, por delante de Londres. Los rascacielos llegaron antes a Nueva York, en 1903 se completó el primero. Hoy Manhattan es la ciudad de los rascacielos, icono del capitalismo, centro neurálgico de los negocios de medio mundo. Bueno pues ese terreno solo costó un puñado de dólares en 1626.
Amplitud de miras para evitar errores al invertir.
Toda operación de inversión sucede en un instante concreto, se enmarca en un escenario determinado y está afectada por ciertos factores externos. Ser conscientes de ello es fundamental para tomar las mejores decisiones, o al menos, las más objetivas. Como hemos comprobado en las operaciones ganga anteriores, una parte supo aprovechar el momento más adecuado para comprar. No obstante, como sucede con cualquier inversión, solo el transcurso del tiempo dirá si la operación ha sido acertada o equivocada.
Si bien es cierto que la intuición juega un papel importante en la inversión de tu dinero, ésta no aparece de la nada, sino que se va formando poco a poco, en base a tu experiencia previa, a aprender de errores y sobre todo, al evitarlos. En tu mano está conocer con exactitud todos tus recursos económicos, tus deudas, tus inversiones, tu capacidad de ahorrar, tus ingresos y tus gastos. En tu mano está aprender a mejorar tu ahorro, estudiar el mercado, comparar posibles inversiones, comprender su riesgo, analizar ratios que aproximan la rentabilidad esperada de cada activo y, por último, con paso firme, apostar por la inversión que más te convence.
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