Cómo luchar contra la factura de la luz

A día de hoy son pocas las cosas que nos afectan a todos por igual. Algo que todos «sufrimos» indistintamente de clase social, trabajo o aficiones es la factura de la luz.

Porque sí, esa misteriosa energía que siempre está ahí a la espera, en silencio, disponible a golpe de interruptor. Tiene un coste que año tras año no deja de subir y recae sobre todos nosotros   la responsabilidad de cuidar el consumo para que al llegar el sobre con la factura no nos tiemblen las rodillas.

Aunque existe lo que se llama el autoconsumo gracias a las energías renovables, ahora mismo parece casi una utopía conseguirlo, así que hoy vamos a hablar para la gran mayoría de familias que estamos enganchados al contador irremisiblemente.

Facua suele analizar las tarifas y se ha encontrado que entre enero de 2014 y enero de 2015 el precio medio de la luz ha subido un 17,7%, traduciéndose en que las familias pagan de media 12 euros más por factura que hace un año. La previsión para 2015 es que las subidas continúen. Aunque no se sabe cuánto se incrementará, lo que es seguro es que no va a bajar de precio por mucho que nos “vendan la moto”.

Recordemos que actualmente el importe de la factura se determina en una parte por la potencia contratada (kW) y por otro lado la cantidad de energía que consumimos (kWh). Ambas partes han subido, pero especialmente la parte fija sobre la que no podemos actuar, por lo que es más importante que nunca hacer un esfuerzo en reducir nuestro consumo del día a día. Aquí van cuatro consejos que pueden ayudar:

  1. ¡Luces fuera!

Qué típico, ¿verdad? Cuántas veces habremos oído de boca de nuestras madres aquello de «apaga la luz si no estás en tu cuarto». Seguro que todos lo tenéis en mente, pero ¿realmente lo lleváis a cabo?

Los minutos que una bombilla está encendida en una habitación vacía son euros que se van sumando a la factura. Pero claro, aunque estemos dentro, tampoco quiere decir que haya que encender las luces obligatoriamente.

Es muy importante aprovechar hasta el último rayo de sol: abramos las persianas a medida que cae la tarde y dejemos de usar cortinas gordas que no dejan pasar la luz. Cuando no haya más remedio usaremos la luz eléctrica. Pero también podéis ahorrar cuando llegué la hora de dar al interruptor, una manera es  cambiar las antiguas bombillas de filamento por nuevas de bajo consumo, no son baratas pero se terminan amortizando.

Por último un pequeño truco: para multiplicar la luminosidad de una estancia es útil usar espejos o superficies acristaladas próximos a fuentes de luz.

  1. No a los vampiros.

¿Habéis visto esas pequeñas luces rojas que están siempre encendidas aunque los aparatos estén apagados? Son los stand by, pequeños vampiros energéticos que habitan en las entrañas de nuestros aparatos cuando pensamos que están apagados.

De nuevo según datos de Facua, entre un 5% y un 12% de la factura de la luz puede llegar a deberse a los aparatos que no apagamos por completo. Ciertamente es muy cómodo tener el televisor disponible a golpe de botón del mando a distancia, pero ¿merece la pena?

El consumo anual en kWh de un hogar medio español se sitúa entre 2.500 y 3.200 kWh. Entonces, en el mejor de los casos tenemos que el 5% de 2.500 son 125 kWh, a un precio de unos 0,15 €/kWh, nos dan 18,75 euros de consumo extra al año.

Siguiendo con el mismo ejemplo de antes, con la tele encontramos que no es algo tan sacrificado desconectarla del todo. Si conectamos a una misma regleta con interruptor la televisión, el disco duro (o el dvd, o el router) y la minicadena, al irnos a la cama sólo tendremos que apagar la regleta y olvidarnos del consumo energético de estos aparatos.

  1. Cuidando de los obligatorios.

Hay electrodomésticos que hay que mantener siempre conectados obligatoriamente. El ejemplo más claro es el de las neveras. Tienen que hacer siempre su trabajo para mantener nuestra comida en condiciones, pero muchas veces lo que hacemos es que se esfuercen más de la cuenta.

Su misión es mantener en su interior una temperatura que determinamos previamente con el termostato, pero no tiene porqué ser fija: podemos subir un par o tres de grados en invierno cuando no hace tanto calor en el exterior. Quizá no se necesite tener la nevera al borde de la congelación todo el año.

En cambio en verano es especialmente importante que la temperatura no aumente demasiado, algo que ocurre con frecuencia al abrir la puerta. Es vital que el tiempo que esté abiertas sea mínimo: evitemos estar contemplando la comida decidiendo qué hacer de cena, no esperar a servirnos un trago para volver a cerrar, quitar el cartón de los yogures y dividirlos antes de meterlos para no perder tiempo al coger luego uno para el postre, etc.

  1. Razonamiento lógico para la climatización

Por último, uno de los principales gastos energéticos en el hogar es el que hacemos en la climatización. Su importancia es vital para estar en nuestra vivienda de forma confortable, pero no hay que confundir confortabilidad con despilfarro.

En invierno hace frío y en verano hace calor porque es lo que toca. Es algo que no podemos cambiar salvo que traslademos nuestra residencia a un sitio con una climatología más próxima a nuestros gustos. Así que tenemos que ser consecuentes y evitar excesos innecesarios.

Es tan malo querer estar en invierno en casa en manga corta como casi tener que ponernos una chaqueta en verano. Hay que hidratarse bien con el calor y tener una agradable manta cerca para el frío, pero en ambos casos adecuemos la vestimenta a la temperatura en vez de tirar de termostato a lo loco.

Al final todos nuestros movimientos en casa se pueden traducir en euros que van derechos a engordar la factura de la luz. Hasta algo tan insignificante como mantener el cargador del smartphone enchufado todo el día pero sin conectar tiene un pequeño consumo (insignificante pero representativo) que puede sumar algo menos de un euro al año. Seamos autocríticos con nosotros y con todos los gadgets que tanto nos gusta tener para estar a la última.