En septiembre ha empezado el nuevo curso académico y para millones de familias supone el inicio de un nuevo ciclo. Sin embargo los inversores y las empresas se rigen por el calendario fiscal, que termina el 31 de Diciembre. Por tanto el otoño es momento de echar balance de la parte del año transcurrido, con la vista puesta en optimizar la recta final del año.
Cada inversor tiene un horizonte temporal en su estrategia de inversión. Aquellos que inviertan de forma más dinámica, con operaciones de compraventa muy frecuentes, operan en un ciclo muy corto. Otros realizan operaciones de compraventa de empresas pensando en mantener sus inversiones durante décadas. Sin embargo la mayoría de inversores estamos en un punto intermedio. Ni hacemos trading intradiario viviendo pegados a la pantalla del ordenador, ni estamos cómodos simplemente dejando pasar el tiempo a la deriva. Aquellos que mantenemos una cartera de valores con cierta periodicidad sí que podemos tener en cuenta algunas implicaciones del calendario y del ciclo económico para intentar optimizar algunos aspectos.
Nos esperan unos últimos meses del año en los que a buen seguro encontraremos oportunidades de inversión en bolsa ante los movimientos que se generarán. Desde las elecciones en Alemania y las tensiones geopolíticas, pasando por posibles cambios en la política monetaria de bancos centrales, que afectarán (ya veremos si positiva o negativamente) al mercado de bonos, al de acciones y al de divisas.
Implicaciones empresariales del calendario
Hay muchas clases de activos donde el ciclo anual realmente no es especialmente relevante, sino que sigue su propio ciclo de oferta y demanda. Las materias primas como el petróleo, o las fluctuaciones en las divisas tienen poco que ver con el calendario anual. Estas inversiones están mucho más vinculadas a los ciclos de oferta y demanda implícitos en los mercados correspondientes.
Sí que hay empresas cuyo negocio funciona de manera cíclica anual. Por ejemplo, es sabido que algunos retailers venden más en el mes de diciembre que en todo el resto del año. Desde este punto de vista, el otoño puede ser un momento interesante para comprobar cómo han evolucionado las ventas de la empresa comparativamente con años anteriores e intentar descifrar si los resultados anuales de las empresas serán mejor de lo esperado.
Nunca hay que olvidar que parte del éxito de la inversión en empresas consiste en anticipar los beneficios futuros para poder participar de ellos. En este sentido no sólo es importante acertar con los beneficios, sino calibrar bien las expectativas del mercado al respecto.
Para la mayor parte de inversores, las consideraciones cíclicas anuales de los negocios no son especialmente relevantes ya que el mercado ajusta bastante bien este tipo de factores que son totalmente previsibles. Sin embargo sí que hay un factor que todos compartimos y que es mucho más relevante de lo que la mayoría de los inversores creen: la fiscalidad.
Benjamin Franklin lo expresó de manera memorable: “Sólo hay dos cosas seguras: la muerte y pagar impuestos”.
Implicaciones fiscales de nuestras inversiones
Una de las características principales de la compraventa de acciones es que cada vez que realizamos una operación se produce una acto fiscal. En caso de haberse producido ganancias, debemos pagar una parte correspondiente a Hacienda. Como este pago no se realiza en el momento sino que se declara al año siguiente en la declaración de la renta, muchos inversores subestiman su importancia y no calibran bien su impacto en su estrategia de inversión.
Afortunadamente Hacienda no sólo tiene en cuenta cuando ganamos dinero con nuestras inversiones, sino que también contabiliza cuando hemos realizado una inversión que no ha producido los frutos esperados, y nos permite tener esto en cuenta a la hora de exigirnos nuestra parte de impuestos. Podemos por tanto compensar nuestras pérdidas con nuestras ganancias.
Veamos un ejemplo:
- En febrero 2017 compro 100 acciones de una empresa a 5€ por acción (invierto 500€) y luego las vendo en abril a 7€ por acción, obteniendo unas ganancias de 200€.
- En marzo 2017 compro 50 acciones de una empresa a 12€ por acción (invirtiendo 600€) y las vendo en octubre 2017 por 11€ por acción (550€), perdiendo 50€ en total por la operación.
En mi próxima declaración del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), declararé que he obtenido 150€ de beneficio en el año (200€ – 50€) y pagaré impuestos sobre esos 150€ (un 19% a tipos actuales).
Vemos por tanto que podemos aprovechar esta dinámica fiscal para compensar nuestras ganancias con las pérdidas que se hayan podido producir.
¿Cómo puedo aplicar esto en mi estrategia de inversión en los últimos meses del año?
Si tenemos una cartera diversificada, es probable que a lo largo del año algunas inversiones hayan ido bien, y otras no tanto. Las inversiones que más hayan subido ahora supondrán un porcentaje más elevado de nuestra cartera. Debemos considerar si conviene reducir nuestra participación para diversificar apropiadamente el riesgo de nuestra cartera.
Si al mismo tiempo tenemos alguna inversión que no ha ido lo bien que esperábamos y en la que hemos perdido confianza de cara al futuro, tal vez sea el momento de hacer cambios en la cartera intentando compensar las plusvalías fiscales para optimizar nuestra factura fiscal lo mejor posible.