Como bien es sabido, en muchas ocasiones las variaciones de la bolsa están condicionadas por cuestiones macroeconómicas o vaivenes políticos.
En el caso de las multinacionales, éstas se ven influenciadas no sólo por lo que pasa en su país de origen, sino también por lo que ocurre en los mercados en los que operan, por lo que muchas veces, la buena marcha en unas zonas se ve empañada por un peor desempeño en otras. El caso de Telefónica en Argentina, con sus problemas con el peso, y la ayuda solicitada por el gobierno de Macri al FMI es un buen ejemplo de esto.
En el caso de España, es muy significativa la influencia de la política iberoamericana, por la especial relación que mantiene nuestro país con los de aquel continente.
Cuál es la relación entre el IBEX y Latinoamérica
El mercado latinoamericano se ha convertido en las últimas décadas en uno de los principales para algunas de las empresas más importantes de nuestro país. La estrecha relación que existe con muchas de estas naciones, reforzada en la mayoría de los casos por el vínculo del idioma, ha facilitado la consolidación de un buen puñado de compañías, tanto de los integrantes del principal índice bursátil, como incluso de pequeñas y medianas empresas.
Dentro del IBEX, el Banco Santander tiene en Brasil uno de los mercados que le aporta más beneficios. De hecho, en los resultados correspondientes al primer trimestre de 2018 fue el mercado líder, con unas ganancias de 677 millones de euros.
Por su parte, el gigante textil Inditex está muy diversificado a lo largo de todo el mundo, aunque México es ya su quinto mercado más importante, con cerca de 400 tiendas. En todo el continente posee más de 700, y ha entrado recientemente en países como Paraguay y Nicaragua.
Otro de los tradicionales blue chips, Telefónica, tiene en Iberoamérica uno de sus pilares, siendo el operador líder en Brasil, Argentina, Chile y Perú, y ocupa una importante posición competitiva en otros, como Colombia, Guatemala, México, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Uruguay o Panamá, por ejemplo. Es decir, en una gran mayoría de los países de habla hispana, más el gigante brasileño.
El BBVA tiene en México uno de sus principales mercados. El país azteca ha crecido mucho en los últimos años, gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que le ha permitido reforzar sus relaciones comerciales con Estados Unidos y Canadá, y ello ha atraído a multitud de compañías a este dinámico país.
Repsol es otro de los grandes con una importante presencia en el continente americano. Además de la reciente compra de la empresa canadiense Talismán, posee diversos proyectos e inversiones en Latinoamérica: Brasil, Venezuela, Perú, Bolivia… tanto en el ámbito petrolero como en el gasístico.
En el mundo de los seguros, Mapfre es uno de los líderes del mercado latinoamericano (sólo por detrás de dos compañías brasileñas), con una cuota de mercado superior al 5%, y por delante de grandes multinacionales como Zurich, Axa o Allianz.
Otras empresas, como la energética Enagás, las compañías constructoras y de servicios ACS, Ferrovial, Acciona o FCC (ésta, de manera especial, tras la entrada de Carlos Slim en su capital), la compañía de infraestructuras Abertis, etcétera, también tienen diversos intereses y significativas inversiones en Iberoamérica.
En definitiva, la política y la situación en aquella región interesa, y mucho, a nuestras empresas. ¿Cómo pueden verse afectados en los próximos tiempos sus resultados y las cotizaciones de las acciones, por los cambios en los países americanos?
Elecciones en México y Brasil
Dos de las economías más potentes del continente, Brasil y México (que ocupan el lugar 9º y 15º del PIB mundial, respectivamente), celebran elecciones en este 2018, en octubre y julio. En el país azteca, el favorito es López Obrador, con una gran ventaja en los sondeos. El candidato ha prometido una regeneración de la política y un énfasis en la seguridad, la libertad y los derechos humanos, un amplio programa de vivienda, la potenciación del campo, y la atención de la crisis energética (curiosamente, México es un gran productor de petróleo, pero tiene que importar gasolina), y la educación gratuita a todos los niveles.
Así, compañías de infraestructuras y servicios y empresas energéticas podrían tener en estas políticas una oportunidad para crecer en el país. También los bancos pueden tener un papel destacado, debido a la gran cantidad de dinero que será necesaria para financiar todos estos programas, así como por la mejora esperada de la economía. Sin embargo, las políticas de izquierdas del candidato López Obrador no son del todo bien vistas por el mercado, de manera que su elección como presidente podría tener consecuencias negativas para la la divisa y las bolsas mexicanas.
Por su parte, Brasil ha vivido en los últimos años diversas convulsiones políticas y económicas que han hecho perder parte del atractivo que tenía el país sudamericano. Los escándalos de corrupción y la crisis tras los Juegos Olímpicos de Río sumieron al país en una recesión de la que poco a poco está saliendo.
Las elecciones de octubre pueden ser un buen revulsivo para ello. De hecho, Telefónica ha anunciado que su beneficio trimestral allí ha subido un 10% en este 2018 y el Banco Santander explicó que más de la cuarta parte de sus ganancias trimestrales tuvieron su origen en el país carioca.
En cuanto a la actualidad política en aquel país, Brasil parece añorar el crecimiento de los años de Lula da Silva, pero el expresidente, favorito en las encuestas, tiene muy complicado presentarse tras la ratificación de su condena por parte del Tribunal Federal de la Cuarta Región.
Si no se producen cambios, el Tribunal Superior Electoral suspenderá su candidatura dando lugar a un escenario más abierto, donde el favorito pasaría a ser el que hoy se sitúa tras él en las encuestas, el candidato del Partido Social Liberal Jair Bolsonaro, pero con una gran fragmentación, ya que su porcentaje apenas alcanzaría el 16% de los votos (en las encuestas, Lula superaba el 30%).
Las diferencias en las políticas a desarrollar pueden ser notables según quien alcance el poder en el país carioca: desde las políticas sociales de Lula, que lograron reducir las desigualdades y sacar de la pobreza a 29 millones de brasileños, hasta la política de extrema derecha encarnada por Bolsonaro, denominado por algunos el Trump brasileño, antisistema y adalid de la lucha contra la corrupción política, entusiasta de los regímenes militares y polémico en casi todas sus declaraciones. De esta manera, en este caso resulta difícil predecir si las empresas con fuertes inversiones allí van a mejorar o no sus resultados en este país.