Más allá de algunas medidas más o menos polémicas, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha adoptado algunas decisiones que pueden tener una gran incidencia en la economía mundial, en general, y en el mundillo financiero en particular.
Una de las cuestiones que más pueden afectar a la economía global es la guerra de los aranceles. Trump ha decidido poner en práctica su famoso eslogan “America First” en diversos niveles: internamente, a través de su reforma fiscal, y externamente, a través de diversas medidas que afectan al comercio internacional. Entre estas últimas, destaca la llamada guerra de los aranceles.
Qué medidas está adoptando Trump en comercio exterior
Entre las diversas medidas que ha puesto en marcha —o ha anunciado— se encuentran el bloqueo del tratado de comercio con la Unión Europea (el famoso TTIP) y la revisión del Tratado de Comercio de América del Norte (TLCAN). Pero también la imposición de aranceles a diversos sectores o incluso productos concretos, como el acero (un 25%) y el aluminio (un 10%).
Qué busca Trump con estas medidas
Aparte de otros factores que se suelen citar, la victoria electoral de Donald Trump se basó, en buena medida, en el apoyo de cierto tipo de electorado: personas que se habían quedado sin trabajo, o que subsistían en empleos precarios, en sectores afectados por la competitividad de países como China, Japón o Alemania. Industrias como la del automóvil —tan poderosa en Estados Unidos en el siglo pasado— o sectores como el acero o incluso el de productos tecnológicos, se han visto en los últimos años muy presionados con la pujanza exterior.
El presidente norteamericano, a través de los aranceles, busca proteger su industria. Imaginemos que un producto estadounidense cuesta 10 dólares, y uno similar, proveniente de Corea, cuesta 7. En principio, esto haría que el público se decante por el segundo, en detrimento del primero, lo cual llevaría, posiblemente, al cierre de la empresa norteamericana. Pero, “simplemente” con aplicarle un arancel de 4 dólares al producto importado, este pasaría a 11 dólares, y el problema estaría solucionado. ¿O quizás no?
Por qué existen aranceles
El comercio internacional tiene muchas ventajas: podemos disponer de todo tipo de productos en cualquier momento, y a los mejores precios. De hecho, se habló de su dinamización como uno de los pilares a través de los cuales se podía salir de la Gran Recesión. Al fin y al cabo, es una de las bases de la Unión Europea, que se constituye como una de las áreas comerciales más potentes del mundo, en la que las ventas entre los países que la componen son más fluidas.
Sin embargo, todo esto tiene sus contrapartidas, y es que puede afectar a la economía interna: si los productos que se venden vienen mayoritariamente de fuera, la industria propia puede verse afectada; si no es capaz de competir, se produciría un aumento del desempleo, que conllevaría un empobrecimiento de la población.
Por eso, a pesar de las bondades del comercio exterior, es habitual aplicar aranceles a los productos que vienen de fuera. Los aranceles son, en definitiva, impuestos que se aplican a los bienes importados. De esta manera, se ponen ciertas barreras al comercio, que favorecen a las empresas propias y, además, se equilibra la balanza comercial.
Sin embargo, los aranceles tienen una parte negativa. Por una parte, los consumidores salen perjudicados, ya que tendrán que pagar más por determinados artículos. Y por otra, hay que tener en cuenta que afectan no sólo a productos finales, sino también a materias primas y productos intermedios. Por ejemplo, si se aplica, como se ha anunciado, un elevado arancel a la importación de acero y aluminio, esto puede tener una gran incidencia en los costes de producción de los vehículos fabricados en el país, que antes podían conseguir esas materias primas más baratas.
Por qué se habla de guerra de los aranceles
Cuando un país practica políticas proteccionistas como estas, lo habitual es que los demás respondan con acciones similares hacia los productos que vienen de ese país. De hecho, algunos de los afectados, como la Unión Europea, Canadá, México o China ya han comenzado a implantar —o han amenazado con hacerlo— medidas similares. Esto, a su vez, puede provocar nuevas actuaciones del país que inició las escaramuzas, que a su vez producirían respuestas en el resto de los países, y así sucesivamente, en una espiral que, finalmente, no beneficia a nadie, y perjudica claramente a los consumidores.
Cómo afecta a las bolsas
El simple anuncio de la imposición de aranceles provocó ya grandes movimientos en la bolsa, con una elevada volatilidad. Aunque esta no es mala en sí misma (de hecho, puede servir para encontrar acciones interesantes a buenos precios), ha aumentado el nerviosismo de algunos inversores, incluyendo a grandes fondos, que no son amigos de la incertidumbre. Como se ha explicado anteriormente, si la guerra de aranceles se extendiese, no sería positivo para nadie.
Por sectores, además de a los ya citados del acero y del aluminio, la guerra de los aranceles se puede extender, previsiblemente, a otros en los que hay un gran desequilibrio comercial (es decir, a aquellos en los que Estados Unidos importa de Europa más de lo que exporta), entre otros, los de vehículos de transporte, productos farmacéuticos, maquinaria y equipamiento industrial, e industria química.
A medida que se ha intensificado la guerra comercial hemos visto cómo el mercado castigaba a algunas empresas en particular. En EE.UU. hemos visto descensos en Boeing, Intel o Apple, ya que lejos de amilanarse ante la política de Trump, China está estableciendo sus propios aranceles a productos americanos. En Europa uno de los sectores más perjudicados es el automovilístico, unido al de empresas de lujo como LVMH o Kering, que tienen a la clientela asiática como una de sus favoritas.