El día 22 de abril se celebró en todo el mundo el Día de la Tierra con el fin de concienciar sobre los problemas de sobrepoblación, contaminación y conservación de la biodiversidad, junto a otras preocupaciones ambientales.
No en vano, somos los responsables del aumento del dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. Bastaron unos días de cuarentena por la crisis del COVID-19 para que las mediciones de los satélites mostrasen una clara mejora de la calidad del aire.
Y hasta en la turística ciudad de Venecia, la ausencia de visitantes y la inmovilidad de los vaporettos por este mismo motivo, también ha devuelto a los peces y a las aves a los canales.
Hoy vamos a repasar las cinco grandes tecnologías emergentes diseñadas para reducir las emisiones de CO2, frenar el cambio climático e invertir en el futuro de la Tierra que apuntan en el informe “Decarbonization: The Race to Net Zero» los analistas de Morgan Stanley.
Algunos datos sobre la descarbonización
No vamos a revelarte ahora que el aumento de las emisiones de CO2 está detrás del cambio climático, pero sí que la descarbonización puede ofrecer una oportunidad de entre 3 y 10 billones de dólares en Ebitda. La pregunta es cómo mitigar unas emisiones que ya rondan las 53,3 gigatoneladas (Gt) anuales, el nivel más alto en la historia de la humanidad.
Los analistas estiman que reducir las emisiones es posible todavía si utilizamos cinco tecnologías:
- Renovables.
- Vehículos eléctricos.
- Hidrógeno
- Capturas y almacenamiento de dióxido de carbono (CCS).
- Biocombustibles.
Sin embargo, recuerdan también que alcanzar la descarbonización no será fácil. Las cero emisiones precisarán 50 billones de dólares en inversiones hasta 2050, aunque acelerar estas tecnologías eliminará hasta 25 Gt de emisiones anualmente hasta 2050.
2015, empieza la carrera hacia las cero emisiones
En 2015, los países más industrializados del mundo se reunieron en París para celebrar una cumbre sobre el reto de la reducción de las emisiones. El acuerdo fue que la temperatura global no podía aumentar más de dos grados Celsius este siglo. Alcanzar ese objetivo, exige un estatus de cero emisiones para 2050 y supone el equilibrio entre las emisiones de CO2 que generamos los humanos y la cantidad de CO2 que se elimina de la atmósfera.
El objetivo no puede ser alcanzado solo por la financiación de los gobiernos, necesitarán la colaboración de la empresa privada. Los inversores, por su parte, cada vez están invirtiendo más en empresas relacionadas con el desarrollo de tecnologías de bajas emisiones y modelos verdes.
1. Energías renovables
Morgan Stanley afirma que el área que ofrece las mayores oportunidades es el de las fuentes de energía renovable, porque tendrán que proporcionar el 80% de la energía global para 2050 para conseguir no superar esos dos grados.
En estos momentos, la generación a través de combustibles fósiles supone el 65% de la electricidad. No obstante, serán necesarios 14 billones de dólares para 2050, para crear la capacidad necesaria requerida de 12.999 GW de renovables.
También habrá que invertir en las redes, pues se diseñaron para una generación distinta, por lo que necesitarán mejoras que las adapten a una producción de entre el 35% y el 50% renovables y que aseguren la estabilidad en periodos de poco sol o viento.
2. Captura y almacenamiento de CO2
Un tercio de la energía mundial todavía procede de viejas plantas de carbón. El proceso de captura y almacenamiento del CO2 (tecnología CCS) está en marcha y consiste en capturar las emisiones de las empresas y almacenarlo bajo tierra.
Hoy apenas hay 20 plantas de carbón con tecnología CCS y sería necesario que se alcanzasen las 1.700. Además, hay más de 200.000 MW de capacidad en construcción de este tipo de plantas en todo el mundo. La inversión en CCS supondría una inversión de unos 2,5 billones de dólares para 2050.
3. Biocombustibles
Los biocombustibles llevan ya un tiempo en el mercado. En EE.UU., por ejemplo, un 10% de las gasolinas que se venden ya llevan un 10% de etanol. Su uso actualmente se reduce al tráfico por carretera, pero son viables para la aviación y los barcos.
Estos combustibles proceden de alimentos, madera y residuos o algas. Sin embargo, los más eficientes hoy en día proceden de los alimentos, por lo que eliminarían la producción para el consumo humano.
Morgan Stanley estima que apenas el 4% de los combustibles para el transporte serán biocombustibles en 2030. A más largo plazo, lograr una capacidad en biocombustibles que cumpla el objetivo de los dos grados precisará una inversión de 2,7 billones para 2050.
4. Vehículos eléctricos
Una legislación más estricta en Europa y China está impulsando al vehículo eléctrico. Sin embargo, EE.UU. estaría entre cinco y 10 años por detrás en términos de penetración del vehículo eléctrico.
Morgan Stanley estima que esta tecnología alcanzará los 113 millones a nivel global en 2030 y los 924 millones en 2050, desde los aproximadamente 1,3 millones de 2018. Para crear la infraestructura necesaria que les dé soporte (baterías, puntos de carga, instalaciones, etc.) serían precisos 11 billones de dólares hasta 2050.
5. Hidrógeno
El interés por las tecnologías con hidrógeno es relativamente reciente, pero podría ser un jugador importante desde 2030 en adelante. El hidrógeno limpio no es una tecnología comercial hoy porque se produce con combustibles fósiles (hidrógeno azul), pero hay un creciente interés en el hidrógeno verde, el que se produce con energías renovables.
Su futuro es prometedor, pero afronta retos en el corto plazo (hasta 2030). La construcción de las infraestructuras necesarias supondría unos 20 billones para 2050, pero reduciría las emisiones en 6Gt anuales.
Las cifras necesarias para la implantación de estas tecnologías son muy significativas, pero ofrecen una oportunidad de generar retornos atractivos. Algunas de ellas (solar o eólica) ya están ofreciendo rentabilidad, mientras que los biocombustibles solo lo muestran en proyectos y empresas muy concretas. Sin embargo, no alcanzar el objetivo de esos dos grados retraería el PIB mundial en entre 10 y 20 billones para 2100, con un coste humanitario aún mayor, concluyen en Morgan Stanley.
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