La preocupación por el cambio climático es cada vez mayor. El CO2 es un gas que se encuentra de forma natural en la atmósfera, pero cuyo exceso produce un efecto invernadero. Es irrefutable que la acción humana tiene efectos importantes en el clima, y urge encontrar formas de evitar el calentamiento global.
Hay muchas formas en las que el ser humano produce dióxido de carbono (CO2): al quemar combustible, procesos industriales, al quemarse árboles, etc. Gran parte de las emisiones están vinculadas al consumo energético de una forma u otra y, por tanto, han pasado a ser parte integral del modo de vida moderno.
Ante un problema de estas dimensiones son muchas las empresas que han empezado a buscar soluciones tecnológicas para mejorar la situación y contribuir a un futuro mejor. Entre muchas iniciativas, llama la atención la idea de capturar y almacenar CO2. Algunas empresas creen incluso que podría ser un gran negocio futuro.
¿En qué consiste la captura y el almacenamiento de CO2?
La captura y almacenamiento de dióxido de carbono requiere el uso de tecnología, en primer lugar para capturar y concentrar el CO2, luego transportarlo y por último almacenarlo en un lugar adecuado, alejado de la atmósfera.
Captura → Transporte → Almacenamiento
El proceso de captura requiere separar el CO2 de otros gases. En aquellos lugares donde el CO2 se produzca por la combustión de hidrocarburos sería posible utilizar procesos tecnológicos específicos que capturasen el CO2 en el momento de combustión o incluso descarbonizar el combustible antes de ser quemado.
La forma más económica de transportar y almacenar el CO2 es en estado altamente comprimido y de alta densidad. Entre las formas que se están estudiando para almacenar el CO2 comprimido están la inyección a formaciones geológicas subterráneas o la inyección al subsuelo marino.
¿Existe la tecnología necesaria para capturar y almacenar CO2?
Actualmente ya hay plantas de captura de carbono en funcionamiento. La más grande está en Islandia y su construcción costó alrededor de 15 millones de dólares. Esta máquina está diseñada para absorber dióxido de carbono y almacenarlo bajo tierra. Es capaz de procesar alrededor de cuatro mil toneladas métricas de CO2 al año.
Por desgracia esto representa todavía una parte muy pequeña de las necesidades actuales, ya que sólo equivaldría al CO2 emitido por alrededor de 800 coches en un año. La esperanza de las empresas encargadas de desarrollar estas tecnologías, como la islandesa Carbfix o la suiza Climeworks, es mejorar la tecnología lo suficiente como para lograr ser parte de la solución definitiva. Aunque hoy en día siguen siendo un proyecto, los mejores pronósticos auguran un crecimiento enorme para estas tecnologías.
Aunque estas empresas todavía son jóvenes, la importancia de su objetivo las puede convertir en empresas de gran importancia científica e industrial. Todo apunta a que cada vez veremos más empresas dedicadas a encontrar soluciones a las necesidades de la crisis climática global.
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