El dinero es una de las cosas que más preocupa a las personas de todo el mundo. Porque, sin él, la vida es prácticamente imposible. Desde tiempos inmemoriales, el dinero ha sido la forma de subsistencia, puesto que es la forma de pagar bienes y servicios, entre los que está lo más importante, la comida. Aprende a gestionar tus emociones y tú dinero.
El dinero es una constante en la vida de todos, y muchas veces, sobre todo si no estamos acostumbrados a pasar necesidades, no somos conscientes de lo mucho que lo malgastamos. Aunque, evidentemente, al vivir en una sociedad de consumo, todo implica y está enfocado a gastar dinero, por lo que se hace muy difícil resistirse.
No obstante, con el auge de las redes sociales y las tecnologías de la información, el ‘boom’ consumista ha sido de tal magnitud que ahora es posible comprar con tan solo un click, lo que facilita aún más el gasto. Las tentaciones están en todas partes, y evitarlas se complica cada vez más.
Pero puede que exista una forma de lograrlo: controlando las emociones. Al final, la mayoría de las compras innecesarias son por impulso, por lo que el truco para no malgastar es controlarlos, o al menos intentarlo. Es difícil, pero, como todo en la vida, solo hace falta poner ganas, predisposición y conciencia.
Frena tus emociones consumistas y ahorra con ello
Lo más importante es tener claro que esta tarea de contención tiene un objetivo, y ese no es otro que el ahorro. Porque aunque ahora no sea estrictamente necesario, la vida da muchas vueltas y nunca sabes lo que te ocurrirá mañana: tener ahorros es prácticamente un seguro de vida.
Contener los impulsos compradores tiene el fin de que podamos ahorrar. Y puede ponerse el foco en un fin concreto, para que se haga más llevadero, como un viaje, comprar algo específico que realmente necesitamos (un ordenador nuevo, un coche, una moto, una casa, etc.)
Si establecer un fin concreto no es suficiente, entonces podríamos simplificar el objetivo en no gastar de más para ser capaces de guardar una cantidad que nos cubra las vicisitudes de la vida. Este sería el mantra que debemos tener en la cabeza.
Párate a pensar qué compras cada día. Seguro que hay muchas compras emocionales. Son aquellas que no se realizan para cubrir una necesidad, sino debidas a una emoción: tristeza, alegría, nerviosismo o inseguridad. Para evitarlo, debemos alejar esta transacción económica de la emoción y acercarla a la racional.
Es importante discernir a la hora de comprar si es algo necesario o prescindible. El millonario inversor Warren Buffet tiene una regla muy buena para no malgastar su dinero, que es extrapolable a cualquiera de nosotros: “Si eso que vas a comprar no va a cambiar nada de tu vida, no lo compres, no lo necesitas”. Esa frase deberíamos grabarla a fuego en nuestra mente.
Porque tener más ropa, calzado, útiles tecnológicos u objetos de decoración, por poner un ejemplo, no va a tener un impacto muy grande en nuestra vida, por no decir ninguno. Mientras que otras cosas como la comida, un coche, un viaje, etc. si lo harán.
Las emociones más peligrosas
Vamos a analizar qué emociones aparecen cuando compramos por impulso para saber identificarlas y mantenerlas a raya. Y una de las más importantes es la tristeza, el enfado o la frustración. Pensémoslo, ¿cuántas veces nos hemos ido de compras cuando hemos tenido un mal día? Seguro que muchas, pensando que es la forma de mejorarlo y que se nos olvide aquello que nos fastidió.
Pero, ¿realmente es esa la solución? Evidentemente, no. Mejor intenta solucionar eso que te preocupa cuanto antes, porque ir de compras para venirte arriba incluso podría hacerte sentir peor cuando te des cuenta de lo que te has gastado innecesariamente.
Esto no solo ocurre con la pena, también con la alegría. Otras veces, cuando estamos contentos, hemos logrado algo, nos han dado una buena noticia o hay algún elemento positivo nuevo en nuestra vida, nos premiamos comprando. Si te ocurre, debes pensar que el verdadero premio es eso bueno que te ha ocurrido, no una camiseta, un vestido, o cualquier objeto nuevo.
Otro aspecto emocional a controlar es la inseguridad. Ese “qué me pongo” tan peligroso, sobre todo cuando tenemos un evento especial a la vista, desde una cita, hasta una entrevista de trabajo. De repente, es como si el armario estuviera vacío y no encontrásemos nada que ponernos lo suficientemente decente. Desengáñate, eso no es cierto, lo que pasa es que crees que si estrenas algo estarás más favorecido -además de darte a ti mismo la excusa de comprar sin sentirte mal-.
Si te ocurre esto, mira otra vez en tu armario y piensa bien qué podrías llevar en esa ocasión, prendas con las que te sientas muy a gusto, te favorezcan y sean acordes al evento. Y si de verdad no tienes nada, ¿por qué no pruebas a pedir a algún amigo o familiar que te preste algo antes de lanzarte a comprar? Sobre todo si va a ser algo que solamente utilizarás ese día o en ocasiones muy especiales -cuando se trata de bodas, bautizos y demás-.
Una emoción muy dañina para nuestra economía es la envidia o los celos, es decir, cuando vemos algo en los demás e inmediatamente lo queremos nosotros. Esto se ha agrandado con las redes sociales, donde influencers -y básicamente todos- enseñamos lo que compramos, llevamos, tenemos… Eso crea una necesidad de forma muy intensa, lo que podría llevar de nuevo, a malgastar el dinero.
Por último, y centrándonos solo en la compra de comida, hay que evitar a toda costa una cosa: ir a hacer la compra con hambre. Con hambre somos bombas de relojería, puesto que en ese momento todo apetece y no pensamos con la cabeza, sino con el estómago. Lo mejor para ir al súper es llevar bien anotado de casa lo que necesitamos y ajustarnos a esa lista, y no caer en las tentaciones constantes que hay en estos comercios, con ofertas -que luego no lo son tanto- y promociones por todas partes. Sin olvidar los productos que nos esperan a la salida, al lado de las cajas, esos pequeños placeres en forma de caramelos, chocolates, chicles, etc. que nos hacen picar antes de pagar.
Aunque no lo creamos, casi todo el gasto innecesario se debe a un impulso, un momento de irracionalidad que nos hace gastar sin motivo objetivo.
Por ello, para ahorrar, para tener una economía saneada y la conciencia tranquila, intenta mantener la cabeza fría en todo momento, identifica la publicidad subliminal que nos cuelan en los medios y sé analítico. Antes de soltar un céntimo piensa si realmente lo necesitas y, como dice Buffett, si va a cambiar en algo tu vida. Si la respuesta es no, ya lo sabes, mejor guarda el monedero.