En verano del año pasado, y ante la preocupación del Banco Central Europeo por las expectativas de baja inflación (que posteriormente se confirmaron), el organismo admitió por primera vez que quizá la fortaleza del euro tenía parte de culpa. Draghi lo dijo con la boca pequeña, ya que como sabemos, el mandato único del BCE es la estabilidad de precios. A priori, vigilar el mercado laboral y salvaguardar la moneda única no está ni siquiera entre sus funciones.
Tras estas declaraciones, el mercado se dio cuenta de por dónde iban los tiros. Fue el inicio de la tendencia bajista del tipo de cambio eurodólar. Más adelante, viendo que el precio del petróleo perdía fuelle y que la bajada de tipos hasta el 0,05% o las medidas no convencionales como los TLTRO no terminaban de provocar un aumento de la inflación, Draghi movió ficha y decidió lanzar un ambicioso programa de compra de activos. Solo así conseguiría, a base de inyectar dinero en el sistema, depreciar de verdad el euro.
¿El objetivo? IMPORTAR INFLACIÓN. Y parece que lo está consiguiendo.
El ejemplo más claro es la política de precios que está llevando a cabo Apple. Esto lo podemos analizar fácilmente, viendo cómo hasta ahora los precios que ha fijado en Europa y EE.UU. eran iguales salvo que con divisa diferente (el iPhone 6 plus cuesta 799 $ en EE.UU. y 799 € en Europa).
Sin embargo, los precios del reloj inteligente de Apple marcan una nueva tendencia en su política, con el objetivo de ajustarse a la nueva realidad del mercado de divisas. Los precios del reloj más barato supondrán un desembolso de 349 $ en EE.UU. o 399 € en Europa, y de 17.000 $ o 18.000 € para el más caro.
De haber mantenido sus precios en euros, a la hora de traducir sus márgenes a dólares, los beneficios de Apple se hubieran visto resentidos. Aunque este se trata simplemente de un simple ejemplo, pone de manifiesto que la depreciación del euro va a llevar consigo un efecto importante en el IPC. El aumento de la inflación está a la vuelta de la esquina.