Aunque es desconocida por muchos, la teoría de juegos es una rama de las matemáticas que, en esencia, se centra en el estudio de las decisiones llevadas a cabo por las personas en una situación concreta presentada en forma de juego lúdico. “¿Y eso qué tiene que ver con la economía?”, quizá te estés preguntando. Te lo explicamos.
Entre las muchísimas áreas de aplicación de la teoría de juegos en nuestros días, su uso en el entorno de la economía y el mundo de los negocios es muy relevante. ¿Por qué?, Precisamente porque uno de los principios básicos de la teoría de juegos es que para el éxito o fracaso en el juego, además de nuestras propias decisiones también influyen de forma decisiva las decisiones de los demás, algo que, como bien sabemos, es una rotunda realidad en la actividad financiera.
Es decir, según la teoría la teoría de juegos, la victoria o fracaso no dependen únicamente de encontrar la estrategia óptima a seguir para lograr un determinado resultado, sino que cada uno debe establecer la mejor estrategia posible teniendo en consideración también las maniobras que pueden seguir el resto de individuos que “participan” del resultado final. A mayor número de individuos participando en el juego, mayor dificultad existirá para salir airoso del reto planteado.
Al fin y al cabo, como puedes intuir, no deja de ser una partida de póker aplicada al mundo real: debes adoptar la mejor estrategia posible en base a las cartas de las que dispones, teniendo siempre en cuenta lo que crees que pueden hacer los demás con las cartas que pueden tener, y en base a lo que ellos piensan, a su vez, que puedes hacer tú.
El “Dilema del prisionero” y el equilibrio de Nash
Las diferentes situaciones que se estudian mediante la teoría de juegos tienen unos métodos de resolución definidos y están perfectamente clasificados. De entre todos los juegos posibles, es el “Dilema del prisionero” el que probablemente sea el más conocido.
El “Dilema del prisionero” plantea la situación de dos presos separados en diferentes celdas que tienen la oportunidad de delatarse mutuamente, o de no hacerlo, con las siguientes consecuencias:
– Si nadie delata a nadie, cada uno cumple 2 años de prisión.
– Si ambos se delatan mutuamente, cada uno cumple 6 años de prisión.
– Si solo uno delata al otro, el que delata solo cumple 1 año de prisión y el delatado 10 años.
La resolución de este problema es conocida como equilibrio de Nash: cada prisionero escogerá por separado la opción que minimiza su condena, la de delatar al otro, aunque eso no lleve a la mejor solución común (que nadie delate a nadie). Este equilibrio se da siempre que un jugador individual pueda empeorar su resultado al modificar su estrategia, mientras el resto mantenga la misma estrategia. Es decir, que si uno de los presos decide no delatar pero es delatado, su condena será la máxima posible, de 10 años, por lo que difícilmente ninguno dejará de delatar al otro.
Trasladando este juego a la economía, se puede entender un oligopolio como un sistema donde existe el “Dilema del prisionero”, pero en el que los jugadores sí coordinan sus decisiones para encontrar el mejor resultado para todos ellos, lo que les ayudará a encontrar el beneficio individual. Para combatir este tipo de actuaciones muchas legislaciones tienen en consideración el concepto de equilibrio de Nash a la hora de diseñar los marcos legales de actuación.